La arquitectura es erróneamente considerada una profesión solo de hombres. Este pensamiento que se ha naturalizado pone obstáculos muy concretos para las mujeres que deciden estudiar esta profesión. Una muestra son los trabajos de campo donde se piensa que es el deber del hombre realizarlos mientras la mujer solo se remite al trabajo de tablero.

En la actualidad existe el prejuicio, que la mujer estudia arquitectura porque tiene gran cantidad de materias artísticas y se la ve como una carrera artística. Además, que no tiene la capacidad de llegar a una ingeniería. En las familias, cuando una chica decide optar por esta profesión, en ocasiones, muestran una opinión negativa y falta de apoyo al tratarse de una "profesión de hombres".

Durante la década del 30 existió mucho esfuerzo para que la mujer pudiera insertarse a la profesión de la arquitectura. Filandia Pizzul fue la primera arquitecta argentina estudio a finales de la década del 20 y se recibió en 1929. Filandia abrió una puerta para muchas mujeres que luego comenzaron a estudiar arquitectura.

La Arquitecta Natalia Daldi, becaria del CONICET, comentó en Radio Abierta: "las mujeres estamos capacitadas para dirigir cualquier equipo de trabajo tanto en la obra como en el diseño, lamentablemente esto no lo veo hoy". Además destacó el esfuerzo de la mujer para la constante mirada crítica que existe que en esta profesión.

El estudiantado de arquitectura nota que se invisibiliza en la carrera las obras de grandes arquitectas, solo se toman exponentes masculinos. La preferencia de genero está muy marcada en la construcción y la mujer intenta cada día desnaturalizar desde el lenguaje y poner en prácticas acciones más equitativas para los profesionales.

Es importante informar, reflexionar y dialogar sobre la perspectiva de género aplicada a la Arquitectura ya que es importante para el profesional de hoy día ejercer en un ambiente si prejuicios ni discriminaciones.