Cierre de la AFIP: ¿qué cambia y qué pasará con el monotributo?
Análisis económico de la actualidad argentina junto a la economista Carina Farah.
24 DE OCTUBRE DE 2024
Por Roberto Follari, epistemólogo, docente y doctor en Psicología.
Imagen ilustrativa publicada en pantallasamigas.net
En tiempo de fake news, muchos de sus asiduos practicantes reclaman por pretendida “amenaza a la libertad de expresión”. Libertad de expresión que, por cierto, pareciera ser sólo para unos pocos: los que pueden expresarse en los medios masivos. Medios que, por cierto, son coto de muchos menos aún: sus concentradísimos propietarios, que lograron eludir la Ley de Servicios Audiovisuales hasta lograr que el macrismo la derogara en sus puntos centrales.
No sólo el stablishment y sus posiciones de derecha tienen a su favor los medios masivos en proporción gigantesca (en Argentina 5 a 1, por lo menos). También tienen la “presunción de inocencia” de su lado. Como muestra la teoría social, la ideología dominante está naturalizada. Por ello, pasa a menudo desapercibida. En cambio, toda ideología alternativa “disuena” con lo existente, en tanto lo cuestiona. Por ello, un sector mediático mayoritario que vive de denostar a lo popular y de repetir clichés de cristalina obviedad, puede disimular su acérrimo partidismo con el ingenuo adjetivo de “independiente”. Y los medios que son realmente independientes del pensamiento dominante y del poder económico hegemónico, aparecen como parciales y “militantes”.
Esos periodistas “militantes” fueron los perseguidos –y en no pocos casos asesinados- por la dictadura. La mayoría de los que hoy se mesan los cabellos contra gobiernos que respetan derechos en democracia, no estuvieron ni estarían del lado político e ideológico de los entonces verdaderamente perseguidos por sostener la libertad de prensa. Hoy, en cambio, los que denuncian presunta falta de esa libertad, niegan lo que dicen en el hecho de decirlo: cuando no hay libertad de prensa, eso no puede denunciarse en los medios.
Además, sin duda es un exceso pretender, en nombre de la libertad de expresión de los que hoy pueden expresarse, que existe, de parte de los periodistas, alguna excepcionalidad ante situaciones judiciales ordinarias. Si un periodista extorsiona, lesiona o roba, le caben las generalidades de la ley. No hay licencia especial para el delito: cualquiera que sea acusado en ese ámbito tiene todo el derecho y espacio para hacer su defensa, pero no en nombre de la “libertad de expresión”.
Y por cierto una libertad que es de todo ciudadano, no sólo de esos pocos que están en los medios, es la de acceso a información plural y veraz. Ese sí es un derecho de alcance universal. Y es aquel a que se está a años luz de atender en la actual situación mediática argentina, llena de fakes, de operaciones de dudosa legalidad, y de una parcialidad absoluta y flagrante, escondida –a diferencia de lo que sucede con los medios progresistas- en la disimulante comodidad de ser supuestamente “independientes”.-
Y ni hablar de la destacada ignorancia que exhiben muchas y muchos representantes del mundo mediático. El “hablemos sin saber” se cumple a plenitud. Vemos ahora victimizarse a Cristina Pérez o Viviana Canosa, que hacen de exhibir debilidad su bandera, con el apoyo de los medios y del stablishment detrás. La ciudadanía tiene derecho a otra cosa: que los que hablen de política sepan de lo social y lo político, y los que se dicen independientes, efectivamente puedan afirmarlo con veracidad. Es obvio que estamos a distancias siderales de esa posibilidad.-
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