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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
Por Roberto Follari, epistemólogo, docente y doctor en Psicología.
Macri y Bullrich quieren incorporar a Milei. Y no es raro: tienen el mismo ideario, con matices menores. Algunos creen que los primeros son liberal/republicanos, y Milei un fogoso “influencer” de ultraderecha. Pero los límites entre derecha liberal y derecha “libertaria” son difusos y porosos.
La derecha liberal, hoy suele serlo sólo en lo discursivo. Va a pegar figuras de ahorcados a la Plaza de Mayo, farfulla por tv denuestos irreproducibles, practica la desestabilización cada vez que puede, proclama el autoritarismo y la defensa de la doctrina Chocobar. ¿Qué tiene de “liberal” esa derecha que a nivel mundial se lanzó irrefrenable y burda en contra de toda la cultura rusa acumulada en la historia, bramando improperios insólitos contra Dostoievski o Tchawkosky? ¿Qué hay de liberal en el simulacro de ponerse camiseta de Ucrania, de parte de legisladores que es la primer vez en su vida que escuchaban el nombre de ese país? ¿Qué hay de liberal en los manejos oscuros de jueces que se reunían con Macri en la Casa Rosada, o en la aplicación sistemática del espionaje hacia adversarios, y hasta incluso hacia camaradas de partido?
No es tan claro que con el triunfo de Macron sobre Le Pen se haya ganado mucho. Es cierto que el autoritarismo explícito de la segunda y su xenofobia contra africanos y árabes, resulta detestable. Pero también es cierto que Macron no es precisamente un protector de refugiados. Y si es cierto que podría esperarse de Le Pen modos muy fuertes de represión policial, también lo es que Macron golpeó duro contra los “chalecos amarillos”. En esos puntos la diferencia entre ambos existe, pero es menos amplia de lo que solemos imaginar.
A la vez, hay aspectos en que el derechismo de Le Pen es menos agresivo que el supuesto “republicanismo” macroniano. El cosmopolitismo de este último, va contra los marcados nacionalismos de la derecha extrema: de modo que la OTAN no es bienvenida para Le Pen. Lo cual, al ver los efectos lamentables de la guerra en Ucrania, deja notar que con gobiernos “liberales”, el servicio de Europa como furgón de cola de los Estados Unidos, se ha de cumplir más vivamente.
También en lo económico, Le Pen ha retomado algunos aspectos del antiguo “nacional/socialismo” tipo Mussolini, y en consonancia con ello, se ha planteado ciertos programas y beneficios sociales. Los liberales –y de ello se acusa a Macron- son sin más un “gobierno de los ricos”. O sea que algunos nacionalismos de derecha, desde su noción organicista de lo social reconocen que el liberalismo desprotege a la población, mientras los más neoliberales se alejan de cualquier responsabilidad en ese sentido.
Pero en Argentina, no es lo que ocurre. Resulta por demás evidente que el credo económico de Milei es el mismo del macrismo, que es el mismo de De la Rúa, que es el de Cavallo cuando Menem, que es el de Martínez de Hoz en la dictadura criminal, que es el de Krieger Vasena cuando Onganía, que es el de Alvaro Alsogaray cuando Frondizi, y así siguiendo. A nivel económico –que es el que más les importa- los “libertarios” son un fraude en su pretendida novedad. Por ello, no es raro que en Mendoza su envoltura institucional sea nada menos que el vetusto y casi extinguido Partido Demócrata.
Esos jóvenes que se divierten con las estudiadas parodias del histriónico personaje se creen que están ante algo nuevo, cuando en verdad es exactamente lo mismo, ya aplicado decenas de veces como fracaso en la Argentina. Milei admira a Cavallo, y Cavallo nos dejó empantanados con el corralito en el 2001, cuando los depósitos de millones de argentinos fueron licuados súbitamente.
El modo “geográfico” que solemos tener para pensar el abanico derecha/izquierda, impide captar que, en algunos casos, lo que colocamos más a la derecha, se sostiene en parte menos a la derecha. Trump fue el que llevó a esa troupe impresentable a tomar el Capitolio, acción que nunca hubiéramos esperado de los liberales: pero también es el que despotricaba contra sus socios de la OTAN por no poner suficiente dinero en esa alianza militar, de modo que amenazaba con abandonarla. Y es el que se fue de Siria casi apenas al inicio de su mandato, ratificando su idea de que Estados Unidos debía poner el acento en lo doméstico. Obama y Biden, por el contrario, son más abiertamente diplomáticos y atlantistas: es decir, son más expansionistas.
De modo que se entreveran y entrecruzan las derechas, si se analiza cuáles son sus posicionamientos. En lo único que coinciden siempre, es en la sumisión al Dios Mercado. Su rechazo de la política y del Estado es proverbial, pues en ello se basa la totalidad de su programa. Lo cual, en tiempos de fuerte aumento de la concentración de la riqueza a nivel planetario, resulta siempre una pésima noticia.
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