Partimos de la idea de que el ser humano es un ser racional que, consciente de sus propias limitaciones individuales, tiene la necesidad de vivir en sociedad. Esto trae aparejado que toda sociedad, por más elemental que sea, posea un sistema de normas que permite la convivencia ordenada de sus miembros.

En antiguas comunidades, esas normas eran establecidas por el líder tribal; en otras comunidades era la propia colectividad, a través del derecho de libre expresión, la que participaba en la discusión de los asuntos comunes, y así hasta llegar a nuestro complejo sistema de estado de derecho, donde los órganos del Estado, muchas veces elegidos democráticamente, son los encargados de crear las normas y decidir sobre el destino de todo la comunidad.

Por otro lado, tenemos el vocablo “democracia”, palabra proveniente del griego que nos indica que es el propio pueblo el que interviene en el gobierno de una nación.

La democracia es la que permite al ciudadano hacerse cargo de su propio destino. En la medida en que se reconoce que la soberanía reside en el pueblo, no hay otro modo más veraz de comprobación de la voluntad popular que el ejercicio del voto y el derecho a presentarse para ser electo.

En tiempos como los que corren, no debemos olvidar estos principios. Las elecciones periódicas son nuestra oportunidad para tomar las riendas de nuestro futuro. Debemos desterrar la desidia y la apatía para dar lugar a la responsabilidad y la laboriosidad, porque así y slo así achicaremos la brecha que existe entre los argentinos y de una vez por todas empujaremos todos del mismo carro en pos de sacar a este magnífico país adelante.