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29 DE NOVIEMBRE DE 2024
Roberto Follari, epistemólogo, docente y doctor en Psicología.
El asado de agasajo del presidente Javier Milei a diputados que respaldaron el veto a las jubilaciones. Foto: Prensa Oficina del Presidente
Mucho pasa en el mundo mientras los argentinos nos miramos el ombligo. Es que el vértigo de la política local nos impide levantar la vista. Esta semana, entre otros avatares, hubo un nuevo atentado contra la vida de Trump. Los que quieren mantener la guerra de Ucrania apuestan fuerte, ante la promesa del magnate de que la va a cortar. Esto, mientras Alemania sigue su decadencia económica por la pérdida de acceso a la energía barata al romper con Rusia, e Israel mantiene impasible su saga de bombardeos y ataques unilaterales disfrazados de “guerra”, pues el poderío bélico de los palestinos en Gaza es inexistente. Ahora hubo 2000 heridos en Líbano y más 12 muertos en un atentado con detonación a distancia, que toma formas propias de lo que suele adscribirse al terrorismo. Nada parece interrumpir el ataque interminable de Israel, presentado –con escaso barniz de verdad– como una “respuesta” a Hamas. Con 1200 muertos en la incursión del grupo irregular, la “respuesta” lleva casi 42.000 muertos en su haber.
Por aquí, los tiempos no pueden ser más pintorescos. El caso de diputados que votan contra un proyecto que ellos mismos presentaron –tras una foto en la Casa Rosada– es verdaderamente desopilante. Lo curioso es cómo el periodismo conservador se mete en el asunto y sale a defender a los diputados errantes, ya que estos han servido a la derecha y al achicamiento del magro estipendio de los jubilados. Así, vimos a María Laura Santillán pretendiendo dar lecciones a Martín Tetaz sobre el radicalismo: no le fue bien, porque el diminuto diputado sabe hablar, cuando se lo propone, y le mostró a la periodista –súbitamente interesada en la interna de un partido político que no parece ser el suyo– que antes de hablar hay que saber. En este caso, los diputados no solo votaron diferente al resto del bloque: votaron contra sí mismos, contra un proyecto que ellos mismos habían presentado.
Espectáculo tan barroco como el veto al magro aumento hacia los jubilados resultó el lanzado por el presidente con un show en el Congreso para el día domingo. Resultaba un importante equívoco: hace solo unos meses, el presidente llamó “ratas” a los diputados en su conjunto e inició su mandato con un teatralizado dar la espalda al edificio con los legisladores dentro. Ahora, en cambio, se trataba de ir a pedirles que aprueben su proyecto de presupuesto para el año 2025, aunque muchos sospechan que espera que no se apruebe para manejarse a su antojo. No es evidente que esto sea legal, pues es problemático hacer prórrogas múltiples de algún presupuesto anterior. Se verá.
Lo cierto es que Milei, así como pasó de llamar “delincuente” y “comunista” a Lula a agradecerle su cuidado de la embajada de Argentina en Caracas, pasó de detractor de diputados a inesperado elogiador de un número de ellos. Ochenta y siete ratas se transformaron mágicamente en “héroes”, según la generosa nominación que el presidente tiene para con los que lo siguen.
Pero sucedió lo inesperado. No hubo gente afuera, no solo no se juntó una multitud ante la convocatoria presidencial. No fue nadie. Tres decenas de personas con estridentes banderas amarillas fueron el escuálido marco con que el gobierno se encontró, apenas a nueve meses de haber iniciado su mandato.
Peor le fue con el rating, que cayó estrepitosamente mientras Milei habló. Por un lado, el presupuesto será tema muy excitante para el presidente, pero es un plomo para la mayoría de la población. Además, empieza a haber cansancio sobre la interminable monserga del “déficit cero” y de los futuros venturosos que nos esperan, mientras los presentes no pueden ser peores en cuanto a precios y tarifas.
Se ha llegado muy abajo: aunque no se agravara más la condición de la población con nuevos aumentos, se está casi en el punto cero. Muchos no llegan a fin de mes. Si bien siempre se puede estar aún peor, de algún modo se ha tocado fondo y un amplio sector que apoyaba la figura presidencial empieza a darle la espalda. Las encuestas lo muestran: si bien es cierto que, todavía, en la oposición, los movimientos de Kicillof o de Cristina son germinales y ello le da al gobierno una cancha donde juega relativamente solo, ya las tribunas no están dispuestas a aplaudir. El 57 % de la población está en contra del rumbo económico, según Zubán Córdoba, y los desmanes sociales comienzan a aparecer: en Alberdi (Tucumán) por las tarifas, en Santa Fe por la dura reforma laboral, en Jujuy por trabajadores echados.
Muy poca gente escuchó el discurso: fue extraordinaria la excusa de Majul, tan poco sensible a eludir el disparate. Según él, la gente no escuchó porque le quedó mala imagen de las cadenas de Cristina, que finalizaron… ¡¡hace 9 años!! Como no me gustaba Cristina hablando, no escucho a Milei hablar. Como no me gusta Mirta, no miro a Valeria. ¿Alguien podrá proveer unas pinceladas de lógica, o al menos de sentido común, para matizar el desmesurado oficialismo del periodista?
El discurso fue más de lo mismo: "Si hoy les va mal, les seguirá yendo mal: no nos apartaremos en lo más mínimo de nuestro rumbo", insistió Milei. ¿Plan económico? Ninguno, excepto dólar planchado y superávit fiscal forzado. ¿Plan de desarrollo? ¿Qué es eso? ¿Alguna ventaja para los agropecuarios, a los que se les niega devaluar? No hubo. ¿Alguna mejora para los gobernadores? Todo lo contrario: deberán hacer un insólito e imposible nuevo ajuste por 60.000 millones de dólares. Menos mal que el siempre sonriente y eterno impotente Francos –el “relaciones públicas” del gabinete, ninguneado por un asesor fuera de planta– fue a decir que son “solo” 20.000 millones. Creerle a Francos es perder el tiempo –no tiene ningún lugar en las decisiones de la mesa chica– y, además, los 20.000 millones serían, de todos modos, una lápida inaudita para las provincias.
Del fracaso del show del domingo, pasamos al dudoso espectáculo del martes. Que un presidente “agasaje” a los diputados por votar a su favor –o en contra de los jubilados, en este caso– difícilmente cuadre en espacios de autonomía y división de poderes. El intento de captación es bastante obvio: el PRO sigue deshojando la margarita entre apoyar todo como una mascota obediente y mostrar alguna diferenciación que los salve de ser deglutidos. Parece que eligen lo primero. Al mismo tiempo, los demás partidos son claramente alejados y diferentes de LLA, y acciones tan ostensibles como la cena promueven una obvia desconfianza social.
No todos los presuntos héroes se hicieron presentes, y el espectáculo del asado será parte de recuerdos que la política necesita esconder. No en vano hubo jubilados protestando en la puerta. El paso de Milei desde la gastada campera al saco y corbata es expresión física de la caída de su vieja aura antipolítica, hoy arrasada por toda clase de negociaciones y arreglos con amigos, así como con adversarios y aliados.
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