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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
Por Roberto Follari, epistemólogo, docente y doctor en Psicología.
cij.gov.ar
Si alguien dudaba del proceder de la Corte Suprema Nacional, ésta se encargó de dejar claro su parcialidad y su desapego ya no sólo por la justicia, sino por guardar alguna apariencia de respetarla. Primero, otorga a dos jueces ilegalmente trasladados por Macri a una decisiva Cámara, una insólita aceptación de su pedido de “per saltum”. La Corte reclama una dudosa “gravedad institucional” de la cuestión (no por la irregularidad del nombramiento, sino por la importancia adjudicada al pedido de los trasladados). Y, para rematarla, tras una dilación digna de Jorge Suspenso -desopilante personaje de Capusotto-, termina confirmando ambos traslados “hasta que se realice un concurso”. Los irregulares, felices, tras haber eludido incluso al Congreso Nacional, al cual se dieron el lujo de gambetear públicamente. Premiados por la Corte, aunque…esperaban más!!
Para hacer un contraste en blanco y negro, esa misma Corte confirma la sentencia contra Boudou, por vía de rechazar su recurso ante el máximo tribunal. Para sus miembros no hay ahora “importancia institucional” a pesar de que –obviamente- el aludido ha ocupado cargos muy superiores a los de los jueces viajeros. Se rechaza sin dar explicación, apelando a un artículo del Código Procesal Civil y Comercial (el 280) que permite a la Corte decidir sin explicar. Porque sí. Y se terminó el tema. Todos recuerdan (lo ha hecho Pagni, no precisamente un kirchnerista) la humillación a Boudou por periodistas filmando en su casa cuando lo detenían en ropa de dormir. Pero no es de gravedad institucional, ¿verdad?
Gota que rebalsa el vaso, la paciencia de un sector de la sociedad se está agotando. La vicepresidenta –blanco permanente de las persecuciones- blandió un rotundo análisis de los personajes que, desde la Corte, han tolerado, permitido y/o alentado el lawfare, la anormalización sistemática del comportamiento judicial, la persecución obvia y desenfadada hacia un solo sector político, y la intromisión permanente del poder político y de los organismos de espionaje en las decisiones judiciales, sobre todo en Comodoro Py.
El desenfado desborda: Casal sigue en su cargo –para el cual fue designado a dedo- cuando se exige dos tercios del Senado para una designación firme. Sabido es que a la anterior Procuradora se la hizo renunciar en tiempos de Macri publicando el número telefónico de su hija en un conocido diario, de modo de que la amenazaran e insultaran metódicamente. De lo más democrático y republicano.
Stornelli rehuyó de reiteradas citaciones judiciales, y siguió oficiando como fiscal. Ahora se le ha confirmado el procesamiento, mientras su jefe Casal no lo sanciona. El país del Nadie Sabe. La Corte, permitiendo todo. En tenaz silencio.
Ni hablar cuando vivía Bonadío, que decía usar “justicia creativa”, que habitaba –según incluso los de su color político- en un planeta propio, y que había prometido meter presa a la ex presidenta. ”Ella se lo merece” dirán muchos, manejados desde la posverdad mediática. Pero qué raro que es lo mismo que le pasó a Correa, lo mismo a Lula, lo mismo a Evo (primero exilado y luego proscripto como candidato). El lawfare es el nuevo Plan Cóndor, la manera estudiada por los organismos de inteligencia de Estados Unidos para acabar con gobiernos rebeldes en Latinoamérica. La cárcel a Lula, sin pruebas y establecida arbitrariamente por el juez Moro apelando a su “íntima convicción” de ideólogo de derecha, deja claro cuál es la situación. Bonadío se manejó con discrecionalidad absoluta, burda, abierta. La Corte “no se enteró”. Arrepentidos apretados, causa de los cuadernos donde estos ya quemados aparecieron de nuevo, denuncias varias del “hablás mal de Cristina y te vas libre”. Todo documentado en la causa del juzgado de Dolores, con pruebas múltiples.
Garavano juntándose con Majul en su despacho para arreglar con Fariña, Elaskar apretado por Barrionuevo según este contó jocosamente en programa de Fantino, D Alessio comunicado con la entonces ministra Bullrich. Los espías de Arribas persiguiendo a Cristina, a Valdez, a quien fuera, incluso a Vidal y Larreta: si quieren desplazar a Macri, tendrán un carpetazo donde aparezcan su vida íntima o sus cuentas bancarias. A Santilli le metieron una espía como empleada doméstica. Llenaron de micrófonos ilegales la cárcel de Ezeiza. La mesa judicial amenazaba a jueces y fiscales, mientras ascendía a otros según sirvieran al poder gubernativo. Hasta le pusieron una bomba a Vila, un funcionario de su propio sector. Y usaron repetidamente la prisión preventiva para encarcelar sin causa ni condena a adversarios políticos. Una realidad inconcebible e infecta.
Qué hacer. El presidente de la Corte trabajó para el consorcio Clarín, el ex presidente de la misma se fotografiaba con Moro, dos integrantes quisieron entrar ilegalmente por decreto. La única mujer, negoció con el poder macrista para durar más allá de lo que le corresponde por su edad.
En ese barro podrido, sólo puede funcionar una cirugía. Algunos meditan opciones surgidas de la comisión que ha propuesto una Corte intermedia, que resuelva los asuntos mayoritarios, y que la actual Suprema sea sólo de control Constitucional, y deba dar audiencias públicas anuales. Sería lo menos drástico. Hay otros que entienden que los mecanismos de limpieza debieran ser más taxativos.
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