De un debate ético falaz sobre la cirugía cerebral a otro real acerca del transhumanismo
Así lo planteó el neurocirujano y profesor de la UNCUYO Fabián Cremaschi. Resaltó que la estimulación cerebral profunda se utiliza en Mendoza para tratar distintas enfermedades, como la depresión mayor. Cuestionamientos al transhumanismo.
El profesor explicó que es necesario debatir los postulados del transhumanismo, que plantea llegar a la supranormalidad. Imagen:VSRao en Pixabay
No existe ningún cuestionamiento ético ni moral al realizar una cirugía a una persona que sufre depresión mayor mediante la estimulación cerebral profunda, una intervención que se realiza en Mendoza hace años. Donde sí se abre un debate ético y moral es a partir de la visión del transhumanismo: una corriente que plantea realizar este tipo de cirugía, no para brindar una mejor calidad de vida a quien está enfermo, sino para elevar la performance cerebral natural y lograr –por ejemplo– aumentar la capacidad de la memoria por sobre el nivel estándar. Una especie de cirugía plástica cerebral que hoy no se realiza en el mundo, pero que se podría hacer, por lo que la comunidad científica planteó la necesidad de abrir el debate.
Quien marcó el límite entre lo que es y no es ética y moralmente aceptable fue el neurocirujano Fabián Cremaschi, profesor del Área de Neurología Clínica y Quirúrgica de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNCUYO y presidente de la Sociedad Argentina de Neuromodulación.
El profesional, que se desempeña en los hospitales Universitario y Santa Isabel de Hungría, aclaró primero en sus redes sociales y luego en entrevista con Unidiversidad las incorrecciones y medias verdades planteadas en un artículo que replicaron diarios nacionales sobre el trabajo de un equipo de la Universidad de California, en San Francisco, Estados Unidos. La nota decía que se implantó “por primera vez” un dispositivo en el cerebro a una mujer con depresión profunda con buenos resultados, pero que generó “controversia” en la comunidad científica por la posibilidad de “manipular los pensamientos de un individuo”. Ni es la primera vez, ni genera controversia ni se manipulan los pensamientos, aseguró el especialista.
El equipo estadounidense –explicó Cremaschi– obtuvo un avance tecnológico importante que se publicó originalmente en la revista científica Nature. Utilizaron por primera vez un sistema de circuito cerrado en una cirugía de estimulación cerebral profunda para tratar un cuadro de depresión mayor, con el objetivo de determinar en qué momento se debían enviar los impulsos eléctricos para evitar que la batería del sistema se descargue rápidamente.
¿Cuál es la razón por la que se planteó un debate ético que no es tal? El profesor respondió: “En estos 2000 años de historia, hay mucho de prejuicios y mitos con relación a la enfermedad mental. Como está planteado el artículo, que no respeta el original, estamos volviendo a la época de las Guerra Fría y a los planteos sobre el control mental. ¿Pensás que un neurocirujano va a colocar un chip cerebral para controlar el pensamiento, cuando tenés un celular en la mano que te controla todo, con algoritmos de inteligencia artificial que te escuchan las 24 horas? Entonces, lo que se plantea es una estupidez, es volver a la década del 60, a la Guerra Fría, cuando, en realidad, el control mental ya está en tu mano todo del día”.
Unir la ciencia y la tecnología
Para llegar a la cirugía de estimulación cerebral profunda que se realiza en la actualidad, el médico explicó que se valieron del trabajo de profesionales que, a lo largo de la historia, lograron avances tanto en el campo quirúrgico como en la comprensión del funcionamiento del cerebro, así como en el tecnológico. Hoy se utilizan distintas técnicas para “modular” un circuito alternado, tanto si se trata del motor o premotor que regulan los movimientos como del límbico, que regula las emociones.
Teniendo en cuenta que el circuito alternado puede ser el motor o el límbico, es que con este tipo de cirugía se puede tratar a pacientes con Parkinson, temblores, distonía, epilepsia, Alzheimer, trastorno obsesivo compulsivo, agresividad incoercible, depresión mayor, síndrome de Torurette, trastornos alimentarios (anorexia, bulimia y obesidad mórbida), adicciones y dolor crónico.
Este tipo de cirugía no es para cualquier persona que sufre una enfermedad. La condición esencial es la refractariedad, es decir que el paciente realizó por lo menos dos tratamientos farmacológicos y no revirtió la patología, además de superar los estrictos protocolos que se siguen en el mundo, en Argentina y en Mendoza. A nivel internacional, se estableció que entre el 20 y el 30 % de pacientes puede optar por este tipo de intervenciones.
Hasta que comenzó la pandemia, Cremaschi realizaba en Mendoza una cirugía al mes con distintas técnicas de neuromodulación. Foto: Unidiversidad
Un “marcapasos” cerebral
Las neuronas –explicó el profesor– hablan dos idiomas: el químico y el eléctrico. En el primer caso, la conexión se realiza a través de sustancias químicas y se denomina sinapsis; por ejemplo, a un paciente con Parkinson le baja la dopamina, por eso se le da un análogo para reemplazarla. En el segundo caso, se comunican eléctricamente y, cuando esa conexión no funciona, aparece la enfermedad.
Justamente, Cremaschi es especialista en neurocirugía funcional, una rama que trata quirúrgicamente enfermedades que implican un mal funcionamiento del circuito cerebral. Para aliviar la dolencia de la persona, utiliza la técnica de electrodos cerebrales profundos, que consiste en colocar una especie de chip en el cerebro del paciente conectado a un generador de corriente eléctrica que hace que el circuito funcione bien, algo similar al marcapasos cardíaco.
En este tipo de intervenciones, la tecnología es esencial, por eso el equipo de trabajo incluye técnicos e ingenieros, porque se realiza una especie de mapa del cerebro en tiempo real que marca el punto exacto donde se debe colocar el chip. Este mapeo se basa en cálculos matemáticos que exceden el saber de un profesional de la medicina.
Cremaschi describió a las cirugías de neuromodulación como mínimamente invasivas, ajustables –ya que se regulan el impulso eléctrico y la batería– y reversibles, porque el chip se puede retirar si el paciente no advierte una mejora.
Este procedimiento no cura la enfermedad, pero sí produce una mejora sustancial del 70 % como mínimo. El objetivo –dijo el profesor– es mantener esta mejoría al menos de 10 o 20 años, teniendo en cuenta que la enfermedad no se detiene y que en algún momento supera al beneficio del impulso eléctrico artificial.
En Mendoza, el equipo de Cremaschi realiza usualmente una cirugía al mes con diversas técnicas de neuromodulación, realidad que cambió con la pandemia. Si bien hay pacientes que buscan un alivio con estos procedimientos, no todos cumplen los requisitos y quienes sí lo hacen deben esperar la autorización de las obras sociales, lo que rara vez se concreta sin un amparo judicial, ya que el costo es alto: de entre 30 y 40 mil dólares.
En septiembre se realizó la Jornada Neurociencias, Tecnología y Filosofía
Transhumanismo y el debate ético
Cremaschi planteó que la comunidad científica impulsa un debate ético y moral a partir de los postulados del transhumanismo, que no plantea aliviar padecimientos de un enfermo, sino mejorar la performance cerebral natural. Incluso, hace unos días realizaron un encuentro virtual en el que participaron profesionales de la neurocirugía, la psiquiatría y la filosofía, disponible en YouTube.
¿Por qué es necesario un debate ético y moral?
Creo que es necesario a partir del transhumanismo, que tiene que ver con gente como Kurzweil (Raymond), que era el jefe de ingeniería de Google; con Elon Musk (empresario dueño de Neuralink), que plantean aprovechar la tecnología para pasar de la normalidad a la supranormalidad. En 2019 hicimos un congreso en la facultad y los disertantes plantearon que el trasnhumanismo llegó para quedarse; no va a haber marcha atrás porque tenemos la tecnología, pero hay todo un cuestionamiento ético. Como médicos, tratamos pacientes enfermos, es decir, si vos tenés un nivel cerebral normal, aunque la normalidad es discutida, volvés esa situación a la normalidad. En cambio, esta corriente plantea partir de esta normalidad hacia una supernormalidad.
¿Qué se podría “mejorar” hoy?
Por ejemplo, la memoria. En Brasil, ya se lo plantearon a un neurocirujano. A esto le decimos neurocirugía estética, es un debate viejísimo del enhancement (mejoramiento en inglés) de la memoria. En artículos y charlas de 2009, 2010, 2011, ya hay especialistas que aseguran que el uso de la neuromodulación para alterar circuitos no patológicos es moral y éticamente dudoso. Algunos toman la tecnología y el conocimiento de la neuromodulación y pretenden llevarlo al enhancement, que es el mejoramiento de lo normal a lo supranormal, porque si tenés una buena memoria y querés tener más, a eso le llamamos neurocirugía estética.
¿Por qué neurocirugía estética?
Hay que pensar que la cirugía estética surge de la cirugía plástica reconstructiva del quemado, del accidentado; con la misma tecnología de la cirugía plástica, algunos dijeron: "Si ya sabemos reconstruir esto, usemos la misma técnica quirúrgica para hacer una nariz más linda o una mama". Entonces, así como la cirugía estética surge de la cirugía plástica, la neurocirugía estética probablemente surja o no de la neuromodulación, ahí está la analogía de lo que sería eventualmente la neurocirugía estética en el concepto del debate del mejoramiento.
¿Se hizo en el mundo alguna cirugía para “mejorar” la memoria?
No. Nosotros lo hablamos mucho en el seno de las asociaciones internacionales, ahora se realizará un congreso en Barcelona. Si bien técnicamente es posible, creo que va a venir por otro lado, no de un neurocirujano. Esto no es nuevo, en Chile se realiza todos los años el Congreso del Futuro y en el de 2016 una de las premisas fue: "¿Pondrías tus recuerdos en una computadora?", teniendo en cuenta que se buscan otros planetas habitables. ¿Qué se planteó? Yo, Fabián, descargo mis recuerdos y mi yo en una computadora, viaja a otro planeta y, cuando llega, me imprimen en 3D con material biológico (que ya se usa para injertos, válvulas cardíacas), le imprimen los recuerdos y listo, Fabián está en el planeta 428 de la constelación de Orión. Todo eso se está estudiando de verdad, yo a mis estudiantes les muestra muchas películas muy malas, como Lucy, porque todo esto hoy es ciencia ficción, pero ya se está estudiando y los grandes impulsores son personas como Musk, que está con el tema de los viajes espaciales, con Neuralink; es decir, te vendo el paquete completo, te mando al espacio, te imprimo en 3D y te cobro 3 millones de dólares.
Solo podría hacerlo el que tiene 3 millones de dólares, el resto se quedará en este planeta…
Ahí hay un cuestionamiento ético y moral del transhumanismo. A mí se me muere un paciente porque la obra social no autoriza 30 mil dólares, entonces, ¿quién te va a autorizar a mejorar tu memoria? Nadie, porque esto es estético. Entonces, ¿quién se va a mejorar la memoria? El que tenga plata. Este es uno de los problemas éticos de los que no se habla, el aumento de la disparidad, y ahí está el dilema. No se habla del problema técnico, eso seguro ya está, y si no está, va a llegar.
Este planteo presupone que todas las personas quieren ser inmortales…
Ahí hay otro planteo ético más profundo, es un poco lo que planteó una de las filósofas en el congreso que hicimos en septiembre. Hay novelas que hablan de la inmortalidad, todos tus seres queridos se mueren y vos no. Incluso un castigo de los dioses era la inmortalidad, así que es un planteo a analizar. En conclusión: yo les digo siempre a mis estudiantes que lo más importante de la tecnología no es la tecnología, sino lo humano, siempre la humanidad del paciente, entender que, como médicos, estamos para mejorar lo que de una u otra manera está fuera de su normalidad. En lo específico de la neurociencia, dejamos de lado los prejuicios, la discriminación en contra de lo psiquiátrico, para ver que hay un cerebro enfermo”.
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