De proveedor a cuidador: nuevas experiencias y herramientas para pensar el lugar de los padres

Un padre que solamente se dedica a trabajar para mantener económicamente una familia es un modelo anacrónico y, a la vez, actual. En diálogo con Nicolás Vargas, reflexionamos sobre el rol de paternar y la importancia de que los varones se involucren en la crianza, el cuidado y la afectividad de aquellas personas que crecen a su lado.

De proveedor a cuidador: nuevas experiencias y herramientas para pensar el lugar de los padres

En el último tiempo se cuestiona el rol tradicional del padre como varón proveedor para pensar en crianzas conectadas con el cuidado y la afectividad. Foto: Helena Lopes / Pexels

Sociedad

Unidiversidad

Julia López

Publicado el 16 DE JUNIO DE 2023

Los cuidados, un tema que ha tomado relevancia en el último tiempo, tienen varias formas de ser pensados. En general, evidenciamos que las mujeres tienen una carga que los varones no, pero se habla menos del lugar de los varones en su rol de paternar, de cuidar, de criar. En el marco del Día del padre se vuelve oportuno, una vez más, problematizar la paternidad, cuestionar modelos preestablecidos y proponer nuevas formas de pensarla.

Con la intención de reflexionar al respecto, Unidiversidad contactó a Nicolás Vargas, psicólogo social, terapeuta y profesor de biodanza. Coordina el programa de Género, generación y masculinidades de la Fundación Ecuménica de Cuyo (FEC), que funciona hace ocho años. Desde allí son parte, entre otros espacios, de la campaña Paternar, que trabaja por la ampliación de las licencias por paternidad, y entiende otras lógicas de cuidado. “Sin tiempo para estar presentes no hay paternidad posible”, remarcó.

Argentina está entre los países de Latinoamérica con peores licencias por nacimiento para los padres o personas no gestantes. Más allá de algunos convenios colectivos o legislaciones de sectores concretos, el régimen de Contrato de Trabajo establece una licencia de dos días ante el nacimiento de un hijo o hija. En un contexto político, legal y económico que reproduce las lógicas del padre como exclusivamente proveedor, Vargas reconoció que también hay muchas experiencias de padres presentes, conectados con el cuidado, la afectividad y la crianza.

Tanto en el ámbito de la Ecuménica como en espacios personales, el terapeuta explicó que trabajan con círculos de varones que son padres o están en la etapa de crianza o cuidado. Es un proceso donde construyen intimidad y confianza, comparten experiencias desde la vida cotidiana y sus maneras de transitar y resolver lo concreto de la paternidad. En este sentido, conceptualizó lo que para él es un punto de partida: paternar no es tener hijos o hijas. Es cumplir un rol.

Nicolás Vargas siempre se consideró un padre presente, activo y afectivo. Pero fue recién cuando se separó que entendió la atención que implica la crianza y asumió lo que significa ser padre en la vida cotidiana. Hasta el momento, no había interiorizado en su cuerpo y su vida cotidiana el ritmo de sus niños y niñas: tener siempre presente el horario de las comidas, la necesidad de bañarse, hacer tareas escolares, resolver conflictos, poner límites, decir que sí o que no, tener un botiquín para el cuidado de la salud, etc. Eso, antes, lo manejaba la mamá.

Foto: Télam

¿Qué es paternar?

Más que una condición en sí por tener hijos, hijas o hijes, paternar es un rol que tiene que ver con una idea y una lógica de los cuidados, con un anclaje cultural, con ser cuidador, proveedor o protector. La acción de paternar no solamente tiene que ver con tener o no hijes biológicos, sino que hay en el rol de paternar una actitud desde la cual los varones —o los cuerpos masculinizados, socializados en lógicas patriarcales—, activamos o desarrollamos distintos tipos de vínculos. El hecho de paternar está atravesado por lógicas de socialización que tienen mandatos muy duros y estereotipados.

¿Cuáles son esos mandatos?

El modelo de masculinidad hegemónica es un sistema que articula una serie de mandatos que conjuntamente conforman una trama. Un mandato es ser proveedor, el lugar específico de los varones relacionado con la provisión de recursos, sobre todo materiales, a través del trabajo. Eso, en sí, genera otra serie de mandatos y obligaciones específicas para los varones.

A su vez, esa trama está articulada con otros mandatos que van conformando un estereotipo complejo de varón: respetar la división de los espacios entre público y privado —el primero habilitado para los varones y el segundo, para las mujeres—; resolver los problemas solo —con una lógica de la autosuficiencia como matriz de resolución de conflictos—; pretender el autocontrol del mundo emocional y, por lo tanto, negar la expresión emocional; tener habilitado el uso de la fuerza, incluso de la violencia, para marcar su territorio, para apropiarse de los cuerpos que alrededor de él circulen.

¿El modelo de padre proveedor es una concepción de paternidad tradicional? ¿Es un modelo obsoleto? ¿Se sigue reproduciendo?

Es todo eso junto. Es un modelo que está profundamente arraigado en nuestra cultura patriarcal y machista. Y las lógicas de reproducción de la vida están ancladas a esas lógicas culturales. Ser proveedor es una de las patas fuertes que sostienen estas lógicas culturales y están supervigentes. Habitan en nosotros, en nuestro cuerpo, en nuestras expectativas, en nuestros deseos. E inclusive están vigentes de manera complementaria, porque no solamente los varones tienen en su imaginario que su ‘ser varón’ o su ‘ser padre’ tiene que ver con el rol proveedor, sino que también hay una sociedad que lo propone y lo exige de esa manera. Hay muchas mujeres que, consciente o inconscientemente, buscan varones que les resuelvan su situación como varón proveedor.

Hablamos de que la socialización es específica, fragmentaria y complementaria. Específica porque nos socializa específicamente a varones y a mujeres cada uno por su lado —de forma fragmentaria— en una lógica binaria. Complementaria porque esa especificidad se complementa con la otra, con la femenina: a un varón proveedor, una mujer que tiene como mandato la dependencia económica; a una mujer que tiene como mandato el cuidado y la afectividad, un varón que tiene una dependencia afectiva.

¿Cómo se refleja este modelo en el esquema de licencias por paternidad que se quiere ampliar?

Las licencias por paternidad buscan dar más tiempo de presencia durante el nacimiento de les niñes, pero sobre todo buscan cuestionar las lógicas del padre proveedor y problematizar las lógicas del cuidado. Porque un varón que tiene 45 días de licencia por paternidad pero no entiende que necesita estar presente —cuidando, enfocado en la crianza— lo podría entender como unas vacaciones.

¿Qué lugar ocupa la afectividad al replantearse la crianza?

La afectividad es fundamental, es la clave a trabajar. Lamentablemente, los varones tenemos una socialización profundamente atrapada, ensombrecida y negativizada en relación a la afectividad y el contacto. Particularmente en los varones hay una lógica de sexualización del contacto, donde todo contacto —ya sea con varones por la negativa o con mujeres por la positiva— está teñido de sexualidad y de genitalidad, de ese tipo de sexualidad. La afectividad es un aspecto que está profundamente dañado en nosotros.

Trabajar las lógicas del contacto y trabajar la afectividad como proceso es uno de los grandes desafíos. Lo pongo en esos términos porque, si no, lo que tendría que decir es que hay muy poca capacidad de afectivizar el lugar de padre, aunque las experiencias después son muy diversas. Sin duda hay padres presentes, padres afectivos, que tienen su atención puesta en los niños. Pero así y todo la afectividad es un lugar que nos cuesta trascender, enfocar y ordenar internamente; no solamente expresarla, sino también recibirla.

¿Es igual la afectividad con hijos que con hijas?

La afectividad y el vínculo entre padres e hijos varones tiene una complejidad en relación al contacto. La homofobia trabaja muy sutilmente y cala muy profundamente en nuestras formas de socialización y eso es algo superpresente, superactual. A un papá le cuesta, tiene muchos dispositivos internos que rápidamente lo colocan en la incomodidad cuando aparece una expresión de amor, de cariño y las ganas de transformarlo en contacto. Entre el sentir y el hacer, en general, hay una serie de dispositivos que desalientan esa acción. Son prejuicios, preconceptos, que están muy asociados a las lógicas homofóbicas: los varones no se tocan, no se abrazan, no se muestran vulnerabilidad.

Foto: Pablo Añeli / Télam

Ni hablar en las lógicas de padre e hija o hije, donde hay un cuerpo que puede ser entendido o comprendido desde un lugar de subordinación, en términos de lógica sexual, y todo lo que conlleva esa imagen. A los varones nos cuesta un montón ordenarnos internamente en nuestra afectividad y en la acción consecuente que esa afectividad conlleva. Son juicios de valor con los que hemos sido socializados, no es un invento nuestro ni somos trogloditas. Hay una cultura que se ha dedicado a construir esa imagen interna del lugar del varón en relación al contacto y la afectividad: está la experiencia con nuestro padre, la experiencia de contacto con los varones más grandes. Hay un cuerpo que está adoctrinado en esa lógica. Y saltear esas formas de socialización —y esas maneras de practicar y ejercer la afectividad y el contacto— exige un grado profundo de trabajo y de conciencia.

¿Cómo se cambia la concepción de paternidad tradicional del varón proveedor?

Necesitamos generar las condiciones para que esas formas de paternidad tradicional se muevan hacia otros lugares. No solamente es una pelea interna con nuestras propias formas de socialización, sino que son mecanismos de control y de mantenimiento de los límites o de los órdenes establecidos que se expresan en la sociedad y en nuestro entorno a partir de otros sujetos, de otras sujetas, de exigencias, de mandatos. No es tan fácil para un varón saltar la imagen del ser proveedor tradicional. Incluso hay una Justicia que te exige eso. Ante un divorcio con proceso judicial, la Justicia va a pedir que ese padre pague la cuota alimentaria y que esa madre se dedique a cuidar a ese niño. Ese es el estereotipo que funciona actualmente en la Justicia. Hay un contexto político, legal y económico que reproduce las lógicas del padre como ser proveedor. Sabemos que hay un montón que no lo cumplen, sin lugar a dudas. Pero eso no quita la exigencia como lógica.

 

El trabajo de masculinidades en la FEC

Desde el espacio Género, generación y masculinidades buscan incidir en términos de políticas públicas y trabajan varias estrategias. En relación con la formación, llevan a cabo dos programas: uno destinado a varones de organizaciones y grupos sociales, culturales, artísticos, políticos, sindicales; otro que trabaja con cuatro escuelas secundarias la sensibilización, el encuentro y la articulación entre estudiantes varones con el objetivo de formar promotores en género y masculinidades.

Pero, además, desde este grupo de la FEC promueven un espacio de articulación provincial, la Asamblea de Masculinidades Mendoza, que lleva a cabo el Encuentro Provincial de Masculinidades. A la vez, a nivel nacional, integran la Red de Espacios Masculinidades Argentina (REMA) y, a nivel regional, el Consejo de Educación Popular de América Latina (CEAL) y otras redes.

Círculo de varones. Foto: Facebook Asociación Ecuménica de Cuyo

En los espacios donde trabajan la temática, hablan de hacer un movimiento en tres sentidos. El primero apunta a construir grupal e individualmente una perspectiva crítica a las lógicas de socialización. Aquí se detienen en cada biografía para revisar cómo aprendieron a paternar, cómo fueron paternados, qué mandatos de la masculinidad se pueden revisar —con la cabeza y también con el cuerpo—. Es decir, desandan los mensajes que fueron consolidando su subjetividad “y que hoy reproducimos casi de manera natural por presencia o por ausencia”.

El segundo movimiento se trata de entender que la socialización de los varones en el contexto patriarcal está marcada por las ausencias y la falta de herramientas y recursos para pensar en perspectivas de crianza que impliquen un cuidado responsable, una presencia afectiva y un contacto profundo “con la experiencia vital de una persona creciendo al lado tuyo”.

“La hipótesis en este segundo punto es que hay herramientas y recursos que tienen que ver con el cuidado que los varones no tenemos, no hemos aprendido o tenemos negativizados” y, sobre esa base, buscan producir, generar y compartir experiencias “que nos permitan nuevas herramientas para pensar nuestro lugar como padres”.

Un tercer movimiento en estos espacios se relaciona con la vida cotidiana, la experiencia con las que cada persona va hilando en su biografía las lógicas patriarcales. “Aquí, el compartir es una experiencia fundamental y, sobre todo, posibilitadora de validar o confrontar lo aprendido en nuestra historia y las nuevas experiencias que vamos transitando como grupo”.

 

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