Daniel Innerarity es uno de los pensadores contemporáneos más reconocidos de la actualidad. De hecho, está considerado entre los “25 grandes pensadores del mundo”, según el criterio de la revista francesa Le Nouvel Observateur, que lo incorporó a ese selecto grupo hace ya casi 20 años.

Sin embargo, más allá de su claridad y de su capacidad de razón, que es modelo para muchos profesionales y estudiantes, la Argentina le sigue resultando un dilema difícil de resolver.

“Como decía un amigo, si crees que has entendido a la Argentina, es que no la has entendido”, dijo el pensador vasco ante los micrófonos de Radio U, en la entrevista que le hizo el periodista Marcelo Ripari apenas un día después de que recibiera el doctorado Honoris Causa de la UNCUYO.

Se refería a la actual situación política del país, a partir de la figura del presidente Javier Milei, pero también hablaba de cómo una persona como él, que podría representar un modelo muy diferente a los que la política tradicional plantea, termina presidiendo un país como Argentina. “Hay ciertos factores de este gran país que me resultan difíciles de entender”, reconoció el también ensayista y profesor de Historia de la Filosofía en la Universidad de Zaragoza.

Innerarity no quiso dejar librado todo a esa suerte y prefirió un análisis más sesudo del “fenómeno” que representa Javier Milei. “Cuando me preguntan por la situación política de aquí, yo, más que aumentar el número de quejas, la pregunta que me hago es cuáles eran las condiciones estructurales que han hecho posible un fenómeno tan disruptivo en la política como el fenómeno Milei”, señaló.

Desde su perspectiva, hay otros lugares del mundo con referentes outsiders similares, en donde han tenido un impacto relativamente limitado, pero remarcó que en Argentina esto es diferente y planteó una similitud con lo sucedido en Estados Unidos con Donald Trump. Sin embargo, a su entender, es necesario hacer una clara diferencia entre los “malos de la democracia”, hablando de personas o personajes que pueden practicar formas no convencionales o hasta antidemocráticas de gobierno, y los “males de la democracia”, que son las causas que, precisamente, provocan la aparición de esos “fenómenos” políticos.

Entre los temas que Innerarity domina, en una especie de amalgama entre la filosofía y la cultura tecnológica, está la IA. Foto Unidiversidad

“A veces focalizamos todo en que hay gente perversa o que no tiene talante democrático, con modos especialmente inadecuados, pero no examinamos qué males estructurales han permitido que surgiera ese tipo de fenómenos”, explicó. “Los gobernantes que llegan de esta manera harán daño o no en función de cómo esté el país”, agregó para confirmar ese concepto, el que acaba de volcar en un artículo publicado recientemente en el diario La Vanguardia, de Barcelona, y que se denomina, justamente, “Democracia, los malos y los males”.

A pensar nuevos formatos

Entre los temas que Innerarity domina, en una especie de amalgama entre la filosofía y la cultura tecnológica, está la Inteligencia Artificial (IA), un elemento “poderosísimo” de cara al futuro, tal como él lo interpreta. De hecho, en estos días, el pensador ha prevalecido por hacer planteos políticos ligados a los avances tecnológicos, que pueden resultar sorprendentes.

En esa línea, se muestra a favor de la innovación de las prácticas democráticas, pero prestando mucha atención a los cambios que el actual mundo tecnologizado requiere. “A la inteligencia artificial le podemos agradecer avances espectaculares en el ámbito de la medicina, en la gestión empresarial, en muchísimos aspectos. Que de eso resulte una sociedad más igualitaria, más justa, más respetuosa, depende de cómo la gestionemos”, resaltó. Por eso, recomendó dar “un paso atrás” y pensar “qué tipo de inteligencia hay detrás” de la IA.

Ante los datos que se manejan y los algoritmos que emergen, marcó que la artificial es una inteligencia “bastante distinta” a la de los humanos, que son quienes la manejan. Por eso, subrayó la necesidad de utilizarla en el marco de los procesos democráticos, de acuerdo con los fines que la humanidad tenga.

“Podríamos generar un ecosistema en el que la inteligencia artificial haga algunas tareas de nuestro trabajo, de nuestra gestión política que antes hacíamos mal, y que nos reservemos la vigilancia y la supervisión, o una parte de las tareas en la cual pongamos la creatividad humana”, concluyó el nuevo doctor Honoris Causa de la UNCUYO.