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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
Se trata de uno de los grandes escenógrafos de Mendoza. Su talento ha quedado plasmado en muchísimas puestas de los elencos de la Universidad. Además, trabajó en casi una decena de ediciones de la Fiesta de la Vendimia.
Foto: Prensa UNCUYO
Leonardo Oliva
Publicado el 15 DE DICIEMBRE DE 2021
Rodeado de trastos y piezas de utilería que alguna vez integraron una escenografía, como también de maquetas diseñadas por sus alumnes en las cátedras de Diseño del Espacio Escénico y Taller de Escenografía II de la Facultad de Artes y Diseño de la UNCUYO, Damián "Tito" Belot habla con pasión del arte que ha desarrollado durante tres décadas de carrera.
Se trata de uno de los grandes escenógrafos surgidos en Mendoza. Su talento ha quedado plasmado en muchísimas puestas de los elencos de la Universidad y en casi una decena de ediciones de la Fiesta de la Vendimia.
Cuenta que iba a ser ingeniero, pero un día conoció a su maestra, Elvira Meli, y supo que iba a dedicar su vida al arte de la escenografía, tanto en el rol de creador como en el de docente.
Usted dice que tiene la suerte de dedicarse a lo que le gusta. ¿En qué momento de su vida entendió que esto era lo que le gustaba?
Paradójicamente, yo me encontré con la carrera. Venía de un colegio técnico y, por inercia y amistad, me fui a Ingeniería. Hice dos años de esa carrera y la verdad es que no era lo mío. Por suerte, me dijeron que existía esta carrera, me acerqué a ella y encontré la pasión del arte en la escenografía.
¿Había tenido antes algún acercamiento al arte escenográfico?
Muy poco. Yo había ido a un taller de teatro y era una época en la que no era tan accesible el arte, no era tan difundido. Aparte, estaba en una escuela técnica, donde no se fomenta el arte. Sin embargo, me lo encontré porque un compañero pertenecía al elenco de la Universidad como técnico, hacía sonido. Él me comentó que existía la carrera y así llegue a la facultad, que estaba en 25 de Mayo y Sarmiento. Fui un día y tuve la suerte de encontrarme a quien después fue mi maestra, Elvira Meli, dando clases. Fue en el año 80. También contribuyó mucho que no había teatro independiente porque estábamos en la época del proceso militar y solamente estaban los teatros oficiales, entre ellos, el de la Universidad Nacional de Cuyo, y se hacía mucha ópera. Eso nos llevó a tener una práctica que ahora es más difícil de tener. El teatro oficial de la facultad trabajaba en el Teatro Independencia, que lo teníamos cerca. Nuestras prácticas estudiantiles las hicimos en el teatro mayor de Mendoza, eso nos dio un contacto con el espacio escénico que hoy nuestros alumnos por ahí no tienen en su formación.
Eso fue para ustedes lo que es el Hospital Central para los estudiantes de Medicina.
Claro. Y era hacer lo que realmente tiene que hacer el artista en ese momento.
¿Cuáles son los elementos básicos para construir una escenografía?
Primero, el espacio. Si no sé en qué espacio la voy a hacer, es muy difícil diseñar la escenografía. También les recalco siempre a mis alumnos que el escenógrafo, además de tener el espacio, necesita un presupuesto porque trabaja con materiales, que es distinto al actor, cuyo material es el cuerpo. Entonces, con esas dos cosas, espacio y presupuesto, la magia se puede hacer.
¿Dónde entra la creatividad? Porque yo puedo tener el espacio y un buen presupuesto, pero ninguna idea…
Todos tenemos una semillita artística adentro con la que podemos generar cosas. Cualquiera podría hacer una escenografía, pero hay una diferencia: el arquitecto maneja el espacio para habitarlo o vivirlo cotidianamente; el escenógrafo crea un espacio de ficción donde le ponés la magia que acompaña la historia que se va a contar ahí. Entonces la formación que tiene un escenógrafo es justamente esa: agregar el contenido del contexto, o de lo que pide la historia, a ese espacio. El escenógrafo debe interpretar lo que se quiere decir desde el libreto, o lo que quiere transmitir el director. Es darle sensibilidad a ese espacio.
Muchas veces se simplifica el concepto de escenografía como el fondo del escenario, pero sin dudas es mucho más importante la intervención del escenógrafo en la escena.
El rol del escenógrafo ha ido mutando con el tiempo. La escenografía propiamente dicha empieza en el Renacimiento con el Teatro a la Italiana, porque antes eran telones pintados y delante de eso pasaba cualquier cosa. Cuando aparece la ópera como movimiento, se crea un espacio para eso. Hoy, lo que me parece maravilloso es que ya no es individual: todas las artes se entremezclan, se combinan, y el teatro es el arte más integral porque realmente hay que trabajar como un colectivo. En esto tiene que ver mucho la tecnología, que favorece la puesta en escena porque a nivel lumínico, por ejemplo, con la robótica podes hacer lo que quieras. Todo eso ayuda a que se hayan ido sumando otras artes a lo escenográfico, al teatro o al cine.
Eso se ve mucho en la Vendimia, donde usted tiene mucha experiencia.
Sí. Lo que antes era “un espectáculo de luz y sonido” hoy es totalmente integral. Nosotros tenemos la suerte de tener el teatro griego, un espacio ya destinado para ese fin, que se modifica totalmente, se transforma con el montaje de la fiesta. Además, la tecnología ha ido modificando el diseño escenográfico. Desde que se cayó la grúa aquella vez, existen ingenieros que controlan la parte técnica, pero también en los diseños escenográficos a veces se solicita la participación de un ingeniero para algunos efectos. Por ejemplo: está la escenografía fija, montada, y hay un momento en que aparece una luna, que es corpórea. Eso necesita todo un estudio que lo tiene que hacer un ingeniero. Lo mismo pasa en el caso de la utilería. Es que el objeto parece que no es importante, pero ha ido ocupando un espacio cada vez más trascendente en las artes escénicas.
De alguna manera, aquel paso suyo por la carrera de Ingeniería no fue en vano…
Yo siempre digo que el escenógrafo es un poquito de cada cosa. Tenés que tener una parte técnica bastante acentuada porque, de cada elemento que usás, tenés que ver las características del material; sos un poco arquitecto porque sabés de historia del arte; de artista plástico, ni te cuento, tenés que tener mucha noción del color; y el manejo del espacio, que lo tiene mucha gente, pero el escenógrafo le pone un plus para acompañar el libreto, el mensaje de ese libreto, qué quiere decir el director y cuál va a ser la recepción del público. Nosotros les decimos a nuestros alumnes (sic) que el escenógrafo tiene que conocer de todas las artes y de todo, ser inquieto e informarse de lo que pasa en el mundo, porque, si no, siempre te falta algo. Hay que investigar con cada proyecto nuevo y esa investigación te lleva a actualizarte.
Volviendo a la Vendimia, ¿cómo se hace para seguir innovando con la escenografía en una fiesta que, por su naturaleza, cambia tan poco?
La Fiesta de la Vendimia tiene eso de que todos los años repite el motivo porque es una fiesta antropológica, pero cada año hay aspectos emblemáticos que permiten innovar, aunque por ahí no se perciben o imaginan. Por ejemplo, a nosotros nos tocó hacer la fiesta por primera vez en 2001, y tenía que ver con el cambio de siglo. Entonces se llamó Vendimia del siglo nuevo y se hizo un homenaje a eso con una perspectiva de futuro. También nos tocó la de 2003, cuando veníamos del “Que se vayan todos”.
Pero si en la Vendimia el espacio y el presupuesto nunca cambian, ¿cuál es el aspecto en el que se puede innovar?
Bueno, en lo audiovisual, por ejemplo. El proceso creativo de la Vendimia es fantástico. Me acuerdo del 2018, que nos tocó el aniversario, los 70 años del teatro griego. Ahí, el diseño escenográfico tuvo que ver con que se tenía que ver el teatro, entonces, al final, se partió una parte de la escenografía y lo vimos. Por eso, la base que te da todo lo que tiene que ver con el vino está cruzada con el momento, con lo que se festeja ese año.
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