"Shippear", "pestañaste", "bellaca" y "soguear": de dónde vienen las palabras que usa la juventud
Si en el pasado la mayoría de expresiones del habla popular tenían su origen en los márgenes –como el mundo del hampa, el rock "underground", el tango o las lenguas de los inmigrantes–, hoy muchas derivan del universo del "gaming", el "streaming", el "fan fiction", la música urbana, Twitter o TikTok.
El aporte del lenguaje joven
Pocas series encierran tantas verdades populares como Los Simpsons. En un capítulo icónico, un Homero adolescente y su amigo Barney se preparan para ir a un festival de rock. En ese momento entra su padre, Abraham (AKA El Abuelo), y les pregunta: “¿Qué demonios están haciendo?”. Ellos le dicen que van a “salir a rocanrolear”. “Tu no entiendes, papá”, le increpa Homero, “tú no estás en onda”. Y aquí viene una de las líneas más recordadas de este episodio: “Yo sí estaba en onda. Pero luego cambiaron la onda. Y ahora la onda que traigo no es onda, y la onda me parece muy mala onda. ¡Y te va a pasar a ti!”.
Esta secuencia, que se convirtió en meme, apela a que todos, en un punto, somos o estamos en vías de ser el Abuelo Simpson por los inexorables movimientos y tensiones dentro del lenguaje, que cada año incorpora nuevas palabras al habla popular, mientras que otras cuelgan los guantes o pasan al plano de lo obsoleto, como “apretar” o “transar” (sinónimos de “besar” en los 80), “¡Qué plato!”, “¡La gran siete!” y otras frases que indican que al hablante “se le cayó el DNI”. Además, si en el pasado la mayoría de las expresiones del habla popular venían de los márgenes, como el mundo del hampa, el rock underground, el tango, las lenguas de los inmigrantes o de los pueblos originarios, actualmente, muchas derivan del universo del gaming, el streaming, el fan fiction, el trap, Twitter o TikTok. Algo que alarma a más de un purista de la lengua castellana, que se rasga las vestiduras al considerar que estas añadiduras, en vez de enriquecer el lenguaje, lo están “ensuciando” y son responsables de que “los chicos escriban mal” o “no sepan hablar” (otra cita de los Simpsons que viene al caso: “¿¡Alguien quiere pensar en los niños!?”).
Para el lingüista Santiago Kalinowski (al frente del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras), “estigmatizar la lengua de los jóvenes es una idea recurrente y suele estar asociada al ingreso a la conciencia social de algún tipo de tecnología". "El primer capítulo de esto y el más notable fue la aparición de la radio”, relata, “y cómo se decía que el tango deformaba la lengua de la juventud. En esta música había todo un aprovechamiento lírico de palabras que eran propias de sectores populares o que surgían del contacto con otras lenguas; es decir, palabras ‘cruzadas’, ‘contaminadas’, como la palabra ‘laburo'”. "En ese momento, el tango era como la cumbia villera. Luego pasó lo mismo con el rock y la televisión”, continúa Kalinowski; “Pienso en palabras juveniles de los 80, como ‘copado’, y el modo en el que hablaban los rockeros. Entonces, ahí se gesta un nuevo villano tecnológico: la televisión. Y si no es la televisión, es internet y los géneros musicales asociados a esa tecnología”.
¿Por qué hay un ensañamiento histórico con deslegitimar la lengua de los jóvenes, si no hay pruebas contundentes de que los chicos “hablen peor que antes”? ¿A qué apela ese núcleo duro?
En diálogo con Télam, Kalinowski responde: "La única explicación que se me ocurre es que opera una cuestión dialéctica. Quienes estamos ocupando posiciones en puestos dirigenciales, en los lugares importantes de la sociedad, sentimos la llegada de los jóvenes como una amenaza, porque llegan con un deseo de reemplazarnos. Entonces usamos la lengua como un modo de descalificarlos".
Nuevas expresiones y sus orígenes
Así como, en su momento, el tango, el rock y la cumbia influyeron en el habla popular, ahora es el turno del reggaetón puertorriqueño y el dembow dominicano. Su argot llegó a la cumbia RKT rioplatense, con la importación de vocablos como “peluche” (chica linda), “bellaqueo/bellaca” (alude a la sexualidad, lo lujurioso), o “al garete”, que significa algo así como “descontrol”, todas palabras del universo de la fiesta y el desacato. “Blunt” es un cigarrillo de marihuana; “blin blin” son las joyas ostentosas; “janguear” es divertirse, estar con amigos, y “me sube la nota” quiere decir “me sube la droga”.
Nuestra vernácula Joaqui impuso términos como “butakera”, que es una reivindicación de esa forma despectiva de llamar a las acompañantes de los pilotos. También incorporó el “Dos besitos, porque tres es mucha plata”, como una forma de decir “Conformate, porque no te da para más”. Expresiones como “Para las rochas, beso, y pa’ los giles, rafagazo”, de Callejero Fino, es una nueva frase del habla popular que circula en los colegios secundarios, como en su momento lo habrá hecho una de Los Redondos o de La Renga.
También están volviendo a las letras de cumbia 420 palabras tangueras, como “berretines”, y otras que simplemente emergen sin un origen claro, como “cartelear” (ostentar), “soguear” (el antiguo “manguear”), “moño” (regalarse) o “pestañeaste” (te distrajiste y perdiste). También “fingir demencia” como una forma de decir “evadirse de la realidad”; “secuenciar” (paranoiquear) o “manijearse” (entusiasmarse).
El colectivo LGBTIQ+ también es fuente de nuevas palabras del habla popular, sobre todo de la mano del crecimiento del drag, una práctica expresiva que popularizó el reality show Ru Paul’s Drag Race. “Montarse” significa “lookearse” (de forma contundente o para una performance); “tirar shade” o ser “shady” es hablar mal de alguien de forma encubierta, y “Spill the tea” ("servir el té") es una manera de pedir “Contame el chisme” o “el salseo”. "Yas queeen!” es una forma de felicitar a alguien o decirle que es genial, como también “Slay!”.
Siguiendo la línea de la filología queer, otras palabras que nacieron en el ambiente local de las trabajadoras sexuales trans y travestis en los 80 ahora trascendieron y se escuchan en ámbitos más amplios; por ejemplo, “paki” (heterosexual), “chongo” (varón heterosexual masculino), “teje” (hacer un arreglo) o “truque” (accesorios y vestimenta que se emplean para generar cierto efecto o causar una impresión). O el soberbio “¿Podrán?”, es decir, “¿Se atreverán?”, “¿Podrán igualarme?”.
El mundo del gaming también ofrece una lista infinita de neologismos, como “F”, que se usa cuando alguien muere o algo salió mal. “POV” es “punto de vista”, “bannear” quiere decir “prohibir”, “bait” es “carnada”, “bugueado” es “traba mental”, “tilteado” es estar al límite, “noob” es “novato”, “respawnear” es “regenerar o salir de la nada”, “hypear” es “crear expectativa sobre algo”, “trayhardear” es intentar algo de forma muy comprometida/competitiva), “nerfear” es reducir la potencia. Influencers del mundo streamer, como el Coscu, también impusieron palabras como “buenardo”/ “malardo” o “nashe” para referirse a algo bueno.
Este universo gamer/streamer se entremezcla con el de las redes sociales, el trap, el K-Pop y el mundo Otaku (es decir, del manga y el animé). De aquí surgen palabras en inglés o anglicismos como “rant”, que es hacer una queja o “beef”, que es iniciar una controversia o una pelea. Un “haul” en TikTok o YouTube significa que alguien va a mostrar algo que se compró por internet, como cuando uno hace un “unboxing”, es decir, desempaca. “Shippear” se refiere al deseo de que dos personas estén juntas románticamente y tu “crush” es tu flechazo amoroso. “Triggerear” se refiere a que algo dispara sensaciones poco placenteras o recuerdos traumáticos. Por eso, en internet, cuando alguien va a subir un posteo que puede herir sensibilidades, escribe antes “Trigger warning” como forma de alerta. “Cringe” significa “vergüenza ajena”; “random”, algo “aleatorio, básico”, y “hatear” es “odiar”.
Otras palabras nacidas del riñón de las redes sociales son “Mili pili” y “Tincho” (jóvenes de clase media genéricos aspiracionales), “funar” (escrachar), “basado” (algo que tiene una muy buena explicación), “normie” (alguien básico) y uno de los nuevos favoritos: “La queso”, es decir, “la que soporte” (“la que se la banque”), el más reciente “niña lino”, es decir, una joven de alcurnia.
Contra quienes dicen que estas nuevas incorporaciones lexicales deforman el lenguaje, Santiago Kalinowski asegura que “no hay evidencias que demuestren que esto implique una pérdida de matices expresivos o que el repertorio léxico se achicó”. “En realidad, cambia. Cambia porque los hablantes necesitamos tener un instrumento de comunicación que sea adecuado al mundo que nos rodea. Y si el mundo que nos rodea cambia, el instrumento de comunicación reflejará eso”, asegura.
Las palabras crean miradas sobre el mundo, comunidades, forman identidades y tejidos sociales, amplían universos y establecen límites. El habla se volvió más compleja y con mayores matices, a la vez que los espacios de expresión se expanden en distintas plataformas e imponen usos más específicos, algo a lo que el purismo moralista de la RAE se resiste.
Ya lo sabía Edmundo Rivero, que en uno de sus tangos expone el glosario de la milonga al explicar qué significan “mina”, “chabón”, “fulana”, “la cana”, “afanar”, “apolillar”, o “guita”. “Y qué te van a contar, / ya está todo relojeado. / Aquello visto es junado, / lo sabe toda la tierra. / Si hasta la Real Academia, / que de parla sabe mucho, / le va a pedir a Pichuco, / y a Grela con su guitarra, / que a esta milonga lunfarda / me la musiqueen de grupo”.
Fuente: Télam
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