Críticas profanas

El próximo jueves 13 de junio se realizará la presentación del libro Teología profana y pensamiento crítico. Conversaciones con Franz Hinkelammert de Estela Fernández Nadal y Gustavo Silnik.

Críticas profanas

Libro Teología profana y pensamiento crítico

Sociedad

Unidiversidad

Rodrigo Farías

Publicado el 07 DE JUNIO DE 2013

El encuentro tendrá lugar a las 18:30 en el Aula Magna “Mauricio López” de las Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo.

Teología profana y pensamiento crítico. Conversaciones con Franz Hinkelammert presenta diferentes facetas del pensamiento del economista y filósofo alemán a través de una serie de entrevistas que los autores, discípulos de aquel y docentes de la mencionada facultad, mantuvieron con Hinkelammert a fines de 2010.

El libro está prologado por el Dr. Raúl Fornet-Betancourt y será presentado por la decana de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Mgter. Graciela Cousinet, el reconocido economista José Luis Coraggio y la Lic. Celia Torres, directora de la Biblioteca de la Asociación Ecuménica de Cuyo.

En una entrevista con Edición UNCuyo, la doctora Estela Fernández, una de las autoras de Teología profana y pensamiento crítico, repasa algunos de los ejes centrales que atraviesan la obra de Hinkelammert, como así también los puntos particulares sobre los que se posiciona esta obra.

Estela Fernández Nadal es doctora en Filosofía, investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y profesora titular ordinaria de la Universidad Nacional de Cuyo. Desde hace aproximadamente una década trabaja en temas de Filosofía política con Granz Hinkelammert; es integrante del Grupo de Pensamiento Crítico, con sede en San José, Costa Rica.

 

¿Dé que se trata este libro?

Como dice el subtítulo, son “Conversaciones con Franz Hinkelammert”. Hinkelammert es un filósofo que nació en Alemania hace 82 años pero que vive en América Latina (primero en Chile, entre 1963 y 1973, y desde 1976 en Centroamérica, particularmente en Costa Rica). Desde hace más de una década, un grupo nutrido de investigadores radicados en Mendoza trabajamos con él. Nuestro interés radica en que se trata de un pensador que afronta los graves dilemas de la contemporaneidad con rigor y sistematicidad y, al mismo tiempo, desde una perspectiva crítica que permite develar los graves riesgos de la época contemporánea, pero también avizorar una salida.

Hinkelammert discute el remanido concepto de “posmodernidad” y piensa la actualidad como expresión radical, extrema, de la lógica moderna. La modernidad es para él el momento en que se produce, para decirlo en términos de Nietzsche, “la muerte de Dios”. La idea de un Dios como ser trascendental deja de funcionar como criterio de verdad y es sustituida por el ser humano. Este fenómeno significa la consumación de una revolución cultural, que ya estaba anunciada en el Cristianismo. El Cristianismo es la raíz de la Modernidad, esta no surge en ruptura total con la cosmovisión cristiana: por el contrario, es su continuidad, es la consumación de la gran novedad que trae el Cristianismo, esto es, que “Dios se hizo hombre”. El significado de este acontecimiento recién se haría plenamente evidente en la Modernidad: Dios ha sido reemplazado por el ser humano como criterio de verdad. De allí en más valdría aquello que dice Karl Marx en el Prólogo de su Tesis doctoral cuando invita a rebelarse “en contra de todos los dioses del cielo y de la tierra que no reconocen al ser humano consciente de sí mismo como la divinidad suprema. Al lado de ella no habrá otro Dios”. Marx está reconociendo la dignidad del ser humano como criterio de verdad y racionalidad, por lo cual es lógico que unos años más tarde (en su Introducción a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel) formule el imperativo de “echar por tierra todas las relaciones en que el hombre sea humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable”.

Te decía que la posibilidad de esa revolución, por la cual el hombre pasa a ser el criterio de verdad y racionalidad de todo lo demás, es abierta por el Cristianismo y consumada por (y en) la Modernidad. El problema que surge a partir de esto radica en que el concepto de “ser humano” es ambiguo. Se lo puede interpretar a partir de una idea abstracta, que despoja a lo humano de sus atributos esenciales (somos seres corporales, que nos necesitamos entre nosotros para poder desarrollarnos y necesitamos a la naturaleza) y lo entiende como un ego cogito o como sujeto trascendental, esto es, como un principio racional descorporizado; o, en la misma línea,  como homo economicus: un individuo abstracto que persigue intereses particulares en competencia y conflicto con todos los demás, y que somete a su dominio a los otros seres humanos, a la naturaleza y a su propio cuerpo, cosificándolos, considerándolos como meros instrumentos. O, por el contrario, lo humano puede ser comprendido en su verdadera naturaleza social, natural y corporal, como ser finito que para llevar adelante su proyecto de vida requiere de los otros seres humanos y de la naturaleza. Es en esta segunda forma que Hinkelammert lo concibe; para él, el ser supremo, frente al cual no hay otro dios, es el ser humano como ser vivo. A partir de ese principio (la vida humana de todos, incluida la naturaleza) formula una crítica radical a la sociedad actual y plantea la necesidad de frenar la locura, la irracionalidad, la destrucción de la vida que se lleva adelante en el marco del capitalismo actual.

¿Cómo y por qué surge la idea de este libro?

Bueno, básicamente pensamos que era necesario poner a disposición de un público amplio, mucho mayor que el de los latinoamericanistas o el de los especialistas, el pensamiento de un autor que, por el hecho de escribir en español y de vivir en un pequeño país como Costa Rica, no tiene la difusión que amerita. Esa idea fue compartida por los colegas y amigos de CLACSO, que junto con la editorial CICCUS nos dieron la oportunidad de ofrecer al lector latinoamericano estas entrevistas. Las mismas, por tratarse de eso, de “conversaciones”, tienen además la ventaja de que están escritas en un lenguaje verdaderamente coloquial, donde temas complejos, difíciles a veces, son expuestos por Hinkelammert con sencillez e incluso con mucho sentido del humor.

¿Por qué se titula “Teología profana”?

Teología profana” implica una crítica a la idea tradicional de la secularización. Es un concepto habitual, no cuestionado, que la modernidad representó un “desencantamiento” del mundo. En las cosmovisiones antigua y medieval, el mundo estaba poblado de dioses, de seres trascendentes, eternos, infinitos, que cubrían de magia y misterio toda la realidad; había milagros, explicaciones fantásticas acerca de las causas de los fenómenos, era un mundo poblado de divinidades. Se supone que la modernidad terminó con eso, que los dioses fueron desalojados por la razón, por la explicación racional, científica, de las cosas. Nosotros, con Gustavo Silnik, consideramos que uno de los hallazgos fundamentales de Hinkelammert es poner en cuestión esa idea generalizada.

En la línea de Walter Benjamin, que habla del “capitalismo como religión”, Hinkelammert muestra que la llamada “secularización” es un fenómeno bastante más complejo: en la modernidad, el cielo trascendente no desaparece, sino que es transformado en un cielo secularizado, pero que sigue siendo cielo, bajo una apariencia “profana”, no sagrada. Desde muy joven, cuando estudió en Berlín la economía soviética, Hinkelammert se encontró con que, más allá del ateísmo declarado de los dirigentes comunistas de la URSS, en la idea de planificación perfecta habitaba una teología implícita, por la cual la utopía del plan total funcionaba como una divinidad a la que había que someter todos los designios humanos. Luego se puso a analizar, desde la misma perspectiva, las economías capitalistas occidentales, y encontró lo mismo: en este caso, no el plan, sino el mercado perfecto, funcionaba en la teoría neoclásica del mismo modo, como una divinidad absoluta a la que había que hacer sacrificios, grandes sacrificios humanos. Con el correr de los años, a partir de la década de los años 70, la ideología económica capitalista acentúa ese carácter sacrificial; con el triunfo del neoliberalismo alcanza su culminación: el trabajo humano se vuelve una variable más del cálculo de costos y de ajuste, que puede reducirse hasta llegar a un costo cero. La conclusión general es que economía y teología siempre han ido de la mano, el cielo y la tierra siguen funcionando como dos caras complementarias en la modernidad, incluso en su forma actual, en el capitalismo global actual.

La explicación de todo esto la encuentra Hinkelammert en la condición humana: somos seres finitos, mortales, pero atravesados por un anhelo de infinitud. Este anhelo, en el marco de la modernidad, busca expresarse a través de la creación de dispositivos abstractos, como el mercado, fundamentalmente (como vio claramente Marx). Pero no solo el mercado; todas las instituciones creadas por el ser humano corren siempre el mismo riesgo de convertirse en seres autónomos, que se independizan de sus creadores (los seres humanos) y pueden dominarlos, convertirse en divinidades que exigen sacrificios en términos de vidas humanas, de la vida de la naturaleza, que deben ser sacrificadas para que las instituciones logren sus objetivos, considerados siempre como absolutamente necesarios para “salvar más vidas”, como dijo Hayek en una visita a Chile, durante la dictadura de Pinochet.

Esta tendencia a crear instituciones salvíficas, que en realidad se ponen por encima de la vida, la subordinan y amenazan, funciona en todas las utopías modernas. Las utopías son ideales de plenitud, sumamente necesarios para regular la actividad humana, pues nos permiten criticar lo que es, el statu quo, en función de lo que no es, que siempre es mejor que lo que es. Pero son ideales imposibles, efectivamente inalcanzables, porque plantean una plenitud a la cual, por nuestra condición finita, no podemos llegar. Si nos olvidamos de esto y tomamos las utopías como recetas empíricas, de cumplimiento fáctico, se convierten en dioses que matan, en poderes que subordinan e instrumentalizan lo humano. Eso ha sucedido con todas las utopías modernas; todas han estado gobernadas por el mito del progreso infinito, el gran mito de la modernidad que reemplaza la creencia en la vida eterna. El resultado son los totalitarismos en que ha desembocado la modernidad en el siglo XX y en lo que llevamos del XXI. Me refiero al capitalismo global, en nombre del cual se exigen sacrificios y se destruye al ser humano y a la naturaleza.

Hinkelammert tuvo que marcharse de Chile cuando se produce la caída de Allende, de allí se interesa fuertemente en la realidad política que comienza a experimentar la región con las dictaduras y la implementación del neoliberalismo. ¿Conoce cuál es la visión del autor con respecto al momento actual que está viviendo la región latinoamericana?

Efectivamente, a partir del golpe de Estado en Chile, Hinkelammert estudia la ideología de la “Seguridad Nacional”, que implementan por entonces los gobiernos de facto latinoamericanos, en todos las cuales se realiza la alianza entre libre mercado y dictadura totalitaria. Luego desarrolla su concepto de “democracias de seguridad nacional”, que es la transformación de las dictaduras en democracias que, bajo la imposición del neoliberalismo, llevan adelante las mismas políticas económicas bajo formas “democráticas”, lo cual conocimos en nuestro país en su forma más extrema en los años ’90.

En cuanto al momento actual, vivimos todavía bajo el cimbronazo de la caída del socialismo real. Hinkelammert explica ese fracaso terrible con las propias contradicciones creadas por el socialismo real, fundamentalmente resultado de situar el concepto de socialismo dentro de la misma lógica del capitalismo, la idea de la productibilidad y el desarrollo técnico como palancas del socialismo, que llevó a la absurda pretensión de alcanzar −incluso superar, se decía− al capitalismo en los logros científicos, tecnológicos y económicos. Eso entró en franca contradicción con los ideales de una sociedad sin explotación, y era lógico que cayera. Perdió toda legitimidad para la población que vivía en esos países, con razón. Para Hinkelammert, el socialismo soviético y europeo del Este fueron expresiones de la modernidad, en el mismo sentido en que lo es la sociedad capitalista son modalidades sociales hijas de la misma idea moderna de progreso. El problema fue que, como no había (y en buena medida todavía no hay) otro modelo de sociedad alternativa al capitalismo, esa caída arrastró consigo todos los proyectos de la izquierda. Recién ahora se empieza a buscar una forma de sociedad “en la que quepamos todos y todas”, para decirlo en lenguaje zapatista. Por ello es importante que no se repita el mismo error, que no se vuelva a caer en utopías acríticas del progreso, que prometen la salvación a partir del desarrollo técnico y económico.

Pero lo cierto es que, después del derrumbe del mundo socialista, el capitalismo triunfante avanzó a nivel planetario y se impuso una estrategia de acumulación global, lo que conocemos como capitalismo global, que está asociado al neoliberalismo como ideología económica. Como consecuencia de esta nueva etapa del capital, el mundo se ha transformado bastante, y ya no son tan fuertes las diferencias entre los países del centro y la periferia. De esto da muestra la beligerancia con que las burocracias privadas (banqueros, financistas, industriales) están estableciendo las políticas neoliberales, por supuesto con la complicidad y el beneplácito de las burocracias públicas, esto es, los gobiernos, cuyos funcionarios son en buena medida empleados de las primeras. Las crisis globales –Hinkelammert señala tres: pauperización creciente de grandes masas de población, depredación irreversible de la naturaleza y destrucción de la convivencia humana− son comunes a todo el globo. En América Latina, las reformas neoliberales empezaron antes; en realidad, América Latina fue el laboratorio del neoliberalismo, que para Hinkelammert empieza a aplicarse por primera vez en Chile, después del golpe. Y durante las dos décadas siguientes, de los 80 y de los 90, se producen los llamados “ajustes” con la privatización de los servicios públicos y de los recursos naturales, la flexibilización laboral, etcétera. En la primera década de este siglo, algunos gobiernos de signo popular han iniciado una reversión de estas medidas neoliberales, con grandes diferencias entre ellos (no es lo mismo Bolivia que Venezuela, que Argentina o que Brasil); lamentablemente, en algunos casos, no es mucho lo que se ha revertido.

¿Cuál es la visión del autor con respecto al capitalismo actual y a las especificidades del capitalismo aplicado en la región?

Como te decía, estamos todos dentro de la estrategia de acumulación global. El capitalismo, después del colapso del socialismo, ya no tiene necesidad de mostrar su rostro humano en ninguna parte. Eso es lo que vemos en Europa ahora. Todo el globo se ha convertido en un gran mercado, en el que operan las empresas de producción mundial, que distribuyen el proceso productivo en los diferentes puntos del globo, aprovechando las ventajas relativas que encuentran en cada Estado. Como en América Latina el trabajo es más barato, gracias en buena medida al neoliberalismo que lo flexibilizó, nos toca a nosotros recibir las maquilas o los talleres de ensamblaje de piezas que provienen ahora principalmente de China.

Otra herencia de la época de hegemonía neoliberal es la destrucción de puestos de trabajo, como resultado de lo cual tenemos grandes masas de excluidos. Algunos gobiernos de la región, en la última década, intentan solucionar ese problema mediante políticas sociales. Es bueno que eso se haga y es necesario apoyar la implementación de estas medidas, pero lamentablemente no es suficiente; difícilmente se trate de políticas que pueden sostenerse en el mediano y largo plazo.

Lo que está detrás de todos esto es que el mundo enfrenta hoy el problema de la “crisis de los límites del crecimiento”. Un crecimiento lineal, cada vez más alto, pensado como infinito, es un mito. La tierra no aguanta un crecimiento infinito, porque es finita, sus recursos son limitados. Hinkelammert dice en una de las entrevistas del libro que, para el caso del petróleo y los cereales, la imposibilidad de un crecimiento de ese tipo es ya una experiencia empírica. Esta demuestra que una tasa de crecimiento del 5 por ciento presupone un crecimiento del consumo de petróleo del orden del 2 por ciento. Si eso se calcula a veinte años, eso representa un aumento de un tercio en el consumo del petróleo… y no hay tanto petróleo para soportarlo. Entonces se busca sustituir el petróleo por los cereales, para hacer agrocombustibles. Surge entonces un problema más grave: aumenta la producción de cereales para uso de los automóviles y baja la producción de alimentos para los seres humanos; “los automóviles devoran a la gente”. Toda la crisis actual de la agricultura: la modificación genética de los cultivos (particularmente de la soja transgénica en Argentina), el uso de agroquímicos que envenenan a la gente, la fumigación de los pobladores de ciudades aledañas al campo, la expulsión de las comunidades que han vivido por siglos en sus tierras, particularmente de los pueblos originarios, que son asesinados y sometidos a condiciones inhumanas de vida porque se resisten a vender o a irse sencillamente, todos son problemas que están a la orden del día en América Latina. Y todos son problemas que están relacionados con la crisis de los límites del crecimiento, que se expresa periódicamente a través de crisis económicas mundiales, pero estas son solo el síntoma de algo más grave, la imposibilidad de sostener el crecimiento infinito.

Algunas democracias de América Latina han demostrado vocación por revertir las consecuencias del neoliberalismo. Hinkelammert les reconoce a esos gobiernos que, en distinta medida, tienen cierta conciencia de los límites del crecimiento. Sobre todo, destaca el caso de Bolivia, donde ha aparecido la idea, promovida por la gente común y sobre todo por los indígenas, de que la forma de crecimiento que se quiere promover no debe ser destructora del ser humano y del medio ambiente; lo que conocemos como “buen vivir”.

Pero estas democracias enfrentan también riesgos específicos, vinculados siempre a la idea del desarrollo, a un regreso de ideas desarrollistas, que desconocen esta problemática de los límites del crecimiento y que, en el caso latinoamericano, hacen causa común con las formas más extremas de depredación de los recursos naturales. El ejemplo más alarmante de esto es la megaminería a cielo abierto, que en nuestro país y en el resto de los países latinoamericanos avanza a grandes pasos, pese a la resistencia de las poblaciones afectadas. Quieren arrancar con métodos químicos el oro que queda en la cordillera, y tienen la tecnología para hacerlo. Se lo llevan, hacen lingotes y los ponen en las bodegas de los bancos. Una irracionalidad total. Y aceleran la gran catástrofe, la gran destrucción de la tierra y de los seres humanos.

En términos generales, Hinkelammert no cree que las soluciones vengan de los gobiernos; más bien tiende a pensar en que las mismas surgirán de las resistencias, de los sujetos que resisten frente a las instituciones que se han autonomizado y los quieren aplastar (incluso si son instituciones democráticas). Tampoco piensa que las soluciones puedan darse solo a nivel nacional o regional, tiene que ser una solución mundial, porque el capitalismo actual es mundial; de allí la gran dificultad que enfrentamos. Igualmente, no cree que sean las ideas de progreso, desarrollo o crecimiento las que traigan soluciones (los nombres cambian, peor siempre es el mismo mito sacrificial); más bien piensa que son las culturas que siempre han sido consideradas como “atrasadas”, las que pueden indicar la dirección por dónde ir. Esto es así porque son culturas antiguas; su misma antigüedad es prueba de que no han sido tan destructivas y suicidas como la cultura moderno-occidental, a la que le alcanzaron quinientos años para poner en peligro la continuidad de la vida y de la especie humana. Es necesario, por ejemplo, escuchar a nuestros pueblos originarios, que han desarrollado su vida dentro de formas respetuosas de la convivencia humana y de la naturaleza, porque saben que el ser humano la necesita, como necesita de los demás seres humanos.

¿Sabe si el autor ha establecido alguna relación entre la idea de mito mencionada anteriormente y la función y objetivos de las grandes empresas de comunicación?

Sí, Hinkelammert es un gran crítico de la llamada “libertad de prensa”, que para él es un caso más de un fenómeno más amplio, consistente en que, en nombre de los derechos de los seres humanos, se los despoja precisamente de esos derechos, que son transferidos a una institución. En este caso, se habla de “libertad de prensa”, pero sabemos que la posibilidad de escribir las propias ideas en un periódico no es algo que exista en nuestras sociedades; en realidad se está pensando en una “libertad de empresa”. Lo que está en juego son los “derechos” de los grandes conglomerados económicos de medios. Hinkelammert es muy crítico de esto. Pero con la misma contundencia, hay que decir que es también crítico de la creación de monopolios mediáticos estatales, puestos al servicio de la propaganda gubernamental. Hinkelammert piensa que son los ciudadanos y las comunidades las que deben tener garantizados sus derechos para acceder a medios de comunicación alternativos.

¿Querría destacar algún otro punto de la obra de Hinkelammert o del contenido del libro?

Sí, quiero aprovechar esta oportunidad para invitar a la comunidad universitaria a la presentación del libro, que va a tener lugar el próximo jueves 13 de junio en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, a las 18:30. La misma va contar con la presencia del destacado economista José Luis Coraggio, especialista en políticas públicas y en economía social solidaria; de la Lic. Celia Torres, que es discípula de Hinkelammert y directora de la Biblioteca Mauricio A. López de la Fundación Ecuménica de Cuyo, y de nuestra decana, la socióloga Mgter. Graciela Cousinet. También quiero agregar que, gracias a que CLACSO dispone de una riquísima biblioteca virtual, el libro está disponible en internet, en esta dirección: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/coediciones/20120831014847/TeologiaProfana.pdf

Igualmente, Teología profana, junto con la mayoría de los libros de Hinkelammert, puede bajarse de la dirección del Grupo de Pensamiento Crítico, con sede en Costa Rica, que es la siguiente: http://www.pensamientocritico.info/

Eso es todo, muchas gracias.

Ficha técnica

Estela Fernández Nadal y Gustavo David Silnik, Teología profana y pensamiento crítico. Conversaciones con Franz Hinkelammert, Buenos Aires, CLACSO-CICCUS (2012).