Cornelio Moyano: un museo que alberga la historia de la vida
Luego de cuatro años de remodelación, el museo abrió sus puertas. Está dividido en tres salas: del hombre, de la biodiversidad y de la tierra. En el concepto y armado de esta última, trabajaron científicos de la UNCUYO.
El renovado edificio del Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas Juan Cornelio Moyano alberga la historia de la vida. Una historia fascinante donde se mezclan los procesos biológicos, como la evolución del hombre, los animales y las plantas, con los procesos geológicos. El recorrido permite conocer el pasado, descubrir las costumbres de los pueblos originarios y entender la necesidad de cuidar el medio ambiente, el delicado equilibrio que existe entre los elementos del universo.
Después de permanecer cuatro años cerrado al público, el museo –ubicado en el extremo sur del lago del Parque General San Martín– abrió sus puertas. No fue sólo el edificio el que se renovó en su totalidad –una obra en la que la Provincia invirtió 10 millones de pesos–, sino que se diseñó una forma nueva, más didáctica, de contar esa historia de la vida. Para lograr ese objetivo fue esencial la labor de los 12 trabajadores del museo y de los científicos, que aprovecharon al máximo las nuevas vitrinas, la iluminación, las temperaturas adecuadas, para exponer los objetos que son parte de nuestra cultura.
A la inauguración no faltó nadie. El gobernador, Francisco Pérez, cortó la cinta rodeado de la mayoría de sus ministros y de la directora del museo, Clara Abal de Russo, que recordó los conceptos del antropólogo Leslie White, quien dijo que los museos podían actuar como termómetros, medir el grado de cultura y sensibilidad de los ciudadanos y de los gobernantes.
También estuvieron presentes los hijos de Carlos Rusconi, un apasionado, que hizo más de 400 viajes de exploración en Cuyo, en búsqueda de información y que fue director del museo durante 31 años; y el investigador Virgilio Germán Roig, creador del Instituto Argentino de Investigaciones de Zonas Áridas (Iadiza), que a sus 84 años sigue siendo un defensor de la vida animal y vegetal, una labor por la que el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva lo homenajeará en Buenos Aires el jueves 26. Para Roig es un lugar especial. Trabajó años en el Cornelio Moyano y contó que su paso por el museo fue parte fundamental en su formación; por eso se siente como en casa.
Consultado sobre la importancia que tiene un museo de ciencias naturales, contesta muy rápido. Asegura que es la base de la cultura, que allí se aprende sobre la flora, la fauna, el hombre, las etnias del mundo, los pueblos originarios y la necesidad de cuidarlos y protegerlos para que no desaparezcan.
La reapertura del museo también fue especial para la directora de Patrimonio Cultural y Museos de la Provincia, Regina “Pupi” Agüero, ya que dirigió el lugar algunos años, hasta que fue echada durante la dictadura militar. Agradeció la posibilidad de trabajar por la renovación de un lugar al que consideró vital para Mendoza.
La tierra, la biodiversidad y el hombre
Apenas se ingresa al museo, llama la atención la recreación del esqueleto de una jirafa, Belén, que murió en el Zoo, según se cree por comer una planta tóxica. Ese trabajo, científicamente denominado "recreación osteológica", les llevó dos años a los especialistas y es clave, por ejemplo, para que el público en general y los estudiantes puedan comprender la anatomía del animal.
En la planta baja también hay una máquina del tiempo. Los visitantes se colocarán lentes de realidad virtual y podrán ver el paso de los dinosaurios por nuestra tierra, así como las características de la fauna existente hace millones de años. En los pisos superiores están ubicadas las tres salas en las que se organizó el museo: de la tierra, de la biodiversidad y del hombre, en las que se exhiben unas 1000 piezas, de las 150 000 con que cuenta en total la institución y que se van cambiando.
La directora del museo, Clara Abal de Russo, explicó que los trabajadores y científicos querían transmitir a los visitantes un mensaje claro: la protección a la vida. Recalcó que ese concepto incluía a todo tipo de vida, que no había una superior, ya que consideraban que el hombre era un animal y que su cultura era distinta al del resto de los animales, pero no superior. "Existe toda una cultura de considerar al hombre como superior y gracias a eso tenemos guerras, hay cantidad de fauna, flora y especímenes que se están destruyendo y desapareciendo, porque el hombre actúa mal, avasalla a la naturaleza”, recalcó.
La tierra
En la sala de la Tierra, la historia comienza con el origen del universo, desde la gran explosión –el Big Bang– pasando por el Sistema Solar, la Tierra, la formación de las montañas y la evolución a través de las eras Paleozoica, Mesozoica y Cenozoica, con piezas fósiles de cada una. También se detalla cómo fueron cambiando los climas, los mares, los continentes, hasta llegar al origen del hombre. En esa sala está expuesto por primera vez el Mendozasaurus, un dinosaurio que vivió hace 88 millones de años y que fue descubrió el referente del laboratorio, el paleontólogo González Riga.
La información científica está vinculada entre sí de forma muy didáctica. En esa tarea tuvieron un rol determinante los científicos del Laboratorio de Dinosaurios, dependiente de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UNCUYO, que elaboraron la información, los gráficos, seleccionaron las piezas fósiles y realizaron las réplicas.
Bernando González Riga explicó que, ante un pedido de la Dirección de Patrimonio, trabajaron un año ad honorem para garantizar la exactitud académica de los contenidos y presentarlos de una forma didáctica. González Riga explicó que aceptaron el desafío, respetando la concepción de la labor del investigador que tiene la UNCUYO y que ellos compartían: el deber de estar al servicio de la sociedad, no solamente generando investigación en su laboratorio.
El investigador del Conicet consideró al museo como un referente para la Provincia sobre la historia de las ciencias naturales y antropológicas. Recalcó que este lugar permitía descubrir una historia fascinante, que era la historia de la vida, donde se mezclaban los procesos biológicos con los geológicos.
La biodiversidad
El recorrido de la sala de la Biodiversidad arranca con la explicación del concepto, relacionado con la variedad de formas en que se organiza la vida en el planeta y con los peligros de perderla por la destrucción de hábitat, la sobreexplotación, la contaminación y el cambio climático, entre otros factores. Ese es el puntapié inicial para disfrutar de las recreaciones de los ecosistemas del mar, de la selva, de los humedales –como los Esteros del Iberá–, y de un recorrido por las reservas naturales mendocinas.
La belleza de esta sala está en la exhibición de los animales taxidermizados, especialmente los que habitaron y habitan las tierras mendocinas: cóndor, guanaco, puma, pichiciego, choique, ñandú, águila dorada, el búho bodeguero, entre muchos otros. En esta sala adquieren especial relevancia las vitrinas especialmente diseñadas para el museo, con una iluminación especial, que permiten admirar las especies desde todo los ángulos y en los mínimos detalles.
El hombre
En el segundo piso se ubica la sala del Hombre, un recorrido por nuestro árbol genealógico que comienza con los primates hasta el hombre actual, en una línea de tiempo que abarca todas las culturas, pero con un especial énfasis en las andinas. Hay piezas que nunca se exhibieron de Perú, México, Bolivia y Chile.
Esta sala es un recorrido por nuestra historia y un homenaje a los pueblos originarios. Está la historia de Mendoza, su relación con el mundo, la figura de San Martín, el terremoto, la reconstrucción, el pueblo Huarpe, todo contado a través de piezas hermosamente expuestas. Textiles, canoas, cacharros y escritos permiten viajar en el tiempo.
También están expuestas, por primera vez, algunas de las piezas que los científicos descubrieron en Capiz, San Carlos. En el enterratorio había esqueletos, trozos textiles, cacharros, cuentas, caracoles y láminas de metal.
Luego de la remodelación, y por primera vez en sus 104 años de vida, cada una de las piezas que posee el museo tiene un lugar específico para guardarla, con características específicas en cuanto a la iluminación y la temperatura. Esto evitará el deterioro de piezas de incalculable valor.
Clara Abal de Russo dice que ya está inventariada en el museo, ya que ingresó en 1974 y hace diez años que dirige el lugar. Para ella, la gran misión del Cornelio Moyano es crear vocaciones, que los jóvenes se acerquen a la ciencia y, sobre todo, que entiendan que el mundo es muy grande, muy ancho, que no se termina en la pared de su casa y mucho menos en la pantalla de su computadora.
Todos los que quieran conocer la amplitud del mundo pueden visitar el museo, ubicado en el Prado Español y Avenida Las Tipas del Parque General San Martín, de martes a viernes de 9.00 a 19.00, y los sábados y domingos de 15.00 a 19.00, con entrada gratuita. Los docentes que quieran llevar a sus alumnos deben llamar al 4287666, para que los científicos los asesoren antes de la visita, una visita en la que sus alumnos podrán descubrir la historia de la vida.
Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas Juan Cornelio Moyano
Fuente: Edición UNCUYO
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