Alfredo Cornejo comenzó a cumplir con el balance público de su primer año de gobierno con saldo a favor en la transmisión del mensaje. Subyace lo más reciente con su relación tirante con el Poder Judicial.

Trasciende en ese marco su malestar por el caso de la fiscal escapista Anabel Orozco, quien renunció para evadir el enjuiciamiento político y no perder la jubilación como magistrada. También se desliza su idea de no aceptar la dimisión de Orozco para que el jury de enjuiciamiento no detenga su proceso y haya destino de destitución.

Remarca el mandatario que, en su primer año, dejó en claro que no todo tiene que ver con la inversión pública sino con la idea de gestionar para mejorar la eficacia de disposición presupuestaria.

La asunción reciente a juez de Corte de José Valerio lo reposicionó en ese escenario y prefirió darles una señal de conciliación a los jueces.

Consciente de haber avanzado internamente con su mentado juez para equilibrar el poder interno de Omar Palermo, Cornejo demostró que a pesar de las diferencias respeta las corporaciones, en este caso la judicial, porque él mismo se encargó de destacar que cuando le tocó designar al Procurador de la Corte o al ministro del Alto Tribunal impulsó a dos jueces de Cámara (y del mismo ala dura del Judicial), como son Alejandro Gullé y Valerio, respectivamente.