Cierre de la AFIP: ¿qué cambia y qué pasará con el monotributo?
Análisis económico de la actualidad argentina junto a la economista Carina Farah.
24 DE OCTUBRE DE 2024
El país asiático retiró el buque de milicia de su servicio y lo donó al país con fines de alineación política y para cooptar mercado militar extranjero. Servirá solo para vigilancia.
Foto: Ambito.com
Argentina y Corea del Sur iniciaron el proceso de transferencia a título gratuito de una fragata que la Armada coreana retiró del servicio activo. El agregado de defensa de la República de Corea del Sur, teniente coronel Ho Lim, ofreció, en representación de su gobierno, la donación de un buque de guerra de la clase Ulsan que se sumaría a la flota de la Armada Argentina.
La nota oficial, dirigida al ministro Oscar Aguad, es la culminación de una serie de conversaciones previas entre oficinas de la defensa de ambos países, de las que también participó la cancillería criolla, según se lee en el expediente N.º 238/2018. El militar coreano pidió que se designe una comitiva de marinos para inspeccionar la nave a donar, que se encuentra amarrada en la base naval de Jinhae. La Argentina tendrá a cargo los gastos que demande el viaje de la delegación de inspectores navales, la tripulación y el traslado en navegación de la unidad desde el puerto coreano hasta su destino en la base naval de Puerto Belgrano. El primer paso administrativo atañe al ministro Aguad, que tiene que remitir la carta de intención con la solicitud formal de la transferencia del navío. La Armada Argentina evaluará el estado general de la fragata y definirá el presupuesto para poner a punto todos sus sistemas antes de asignarle tareas en el mar.
La nave ofrecida forma parte de la primera serie de 4 unidades construidas en la década del 80 por los astilleros Hyundai Heavy Industries y Daewoo Shipbuilding & Marine Engineering. La marina surcoreana comenzó a darlas de baja a partir de 2014.
El diseño corresponde a una fragata ligera de 2300 toneladas de desplazamiento con capacidad para misiones antibuque y antisubmarino, dotada de 2 lanzadores cuádruples de misiles Harpoon. Tiene 103,7 metros de eslora, una velocidad máxima de 34 nudos (63 km/h), con una autonomía de 8000 millas náuticas (15000 km; 9200 mi) a 16 nudos (30 km/h); la planta motriz es de dos turbinas de gas LM 2500 de General Electric (GE) y dos motores diésel (crucero) MTU 16V 538 TB82 en una configuración combinada de diésel o gas (Codog).
Se sabe que el buque a recibir solo conserva dos cañones de 76 mm y cuatro de 30 mm; fueron quitados los lanzadores de misiles y sistemas asociados, también los tubos lanzatorpedos. Sin el poder de fuego de origen, quedó en una configuración semejante a un modesto patrullero oceánico que complementaría la capacidad de control y vigilancia del litoral marítimo que recuperó la Armada con la compra de cuatro modernas unidades de fabricación francesa.
Antes de aprobar la oferta coreana, los expertos de la cancillería investigan si el equipamiento instalado puede comprometer la independencia estratégica del país a la hora de buscar repuestos o renovar componentes. La cuestión Malvinas continúa como obstáculo silente cuando se debe acudir a proveedores de origen británico.
La publicación especializada Jane’s Navy International reveló a principios de enero de 2018 que la marina surcoreana sacó de servicio la tercera fragata de la clase Ulsan, registrada con el nombre Chungnam, indicativo numeral FF-953.
La baja de las fragatas arrancó en 2014 con la que dio nombre a la serie, Ulsan FF-951, y en 2015 se retiraron la segunda unidad, Seúl FF-952, y la tercera, Chungnam FF-953, de reciente desprogramación, sería la seleccionada para regalar a la marina criolla. La desactivación alcanzó también a dos corbetas de la clase Po Hang; una de ellas está en tratativas para ser transferida a la Armada del Perú, que ya había recibido otra de la misma clase en 2015.
Corea del Sur, al estilo de lo que antaño hacía Estados Unidos, obsequia medios de combate dados de baja a países de interés, una forma de captar el mercado militar extranjero y alinear políticas. Tres años antes de la cesión de esas corbetas, la Fuerza Aérea de Perú firmó un contrato con la empresa Korea Aerospace Industries (KAI) por la compra de 20 aviones de entrenamiento KT-1.
El contrato fijó el Programa de Compensaciones Sociales e Industriales (offset) de coproducción de 16 aparatos a cargo de la empresa estatal Seman Perú (similar a la cordobesa FAdeA), además de un simulador y la transferencia de tecnología para UAV`s. La empresa KAI también puso el ojo en el país y tentó al jefe aeronáutico Enrique Amreim con su producto estrella, el jet entrenador y de ataque ligero FA-50 Golden Eagle.
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