Construir la agenda

En su blog, el ex presidente del Instituto Nacional de Tecnología Industrial entiende que los temas importantes, aquellos que pueden estar pendientes para acercarnos a una auténtica justicia social, desaparecen de la mesa y de la luz en tanto no sea el Gobierno quien los toque.

Construir la agenda

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Sociedad

Unidiversidad

Enrique Mario Martínez

Publicado el 07 DE FEBRERO DE 2013

Mi padre contaba que el diario Crítica original, de Natalio Botana, construía su propia agenda, en aquella época de solo diarios y algo de radio. Una agenda de bajo vuelo pero mucha intensidad, para aquella sociedad ocupada de los pequeños detalles de la vida de barrio, que pocos abandonaban.

Alguna vez compraron varias cajas gruesas de fósforos y contaron su contenido ante escribano público, mostrando que tenían menos unidades que lo que se declaraba. Eso fue tapa suficiente tiempo hasta que hipotéticamente la empresa pasó por caja y el tema se evaporó.

En varias otras ocasiones elegían un asesinato o robo con muchas puntas sueltas y sus periodistas las seguían días y días, en un folletín por entregas. Mientras tanto, la prensa del poder se ocupaba de los “asuntos de Estado”, que manejaban sus representantes en cada Gobierno. Crítica, con ese método, construía su propio espacio de información, que buena parte del tiempo convocaba miles y miles de lectores.

El periodismo de ideas transformadoras se debatía entre la falta de recursos y de una masa de lectores suficiente. Nacían y morían periódicos, con absoluta regularidad.

Setenta años después, demasiadas cosas han cambiado.

Los conservadores ya no son hegemónicos en los gobiernos, más allá que algunos de sus hombres o mujeres se mezclen allí, con ropajes de carnaval. Por lo tanto, se dedican a construir agenda por la negativa: acosando cada flanco débil, real o aparente o aún ficticio del gobierno.

La lógica de Crítica encontró su heredera en Crónica y luego fue devorada por el nuevo medio de comunicación –la TV– que ha convertido a casi todo noticioso masivo en aquella galería de crímenes, mezclada con búsqueda de pumas o monos perdidos, excentricidades de todo tipo, con un tremendo deterioro de la vocación de investigación, que hace añorar aquellos antiguos relatos.

Se suma ahora el periodismo oficialista, progre por definición y en buena medida apologético del gobierno en su acción cotidiana. No más ni menos que La Prensa o La Nación en época del presidente Justo, pero con la diferencia de que aquellos que representan el poder económico los acosan con fuerza y se diría que por ello se sienten obligados a eliminar los grises; a ser más papistas que el Papa. En ese tránsito, pierden un atributo que nuestro tiempo necesita: la construcción de una agenda de lo pendiente, de lo resuelto a medias, incluso de lo mal resuelto, aunque sea con el mejor esfuerzo y voluntad.

Solo hay dos menúes: las críticas muchas veces burdas de los conservadores y los elogios o las defensas sistemáticas de quienes sostienen que si no hacen eso, se pasan de bando.

De tal modo, los temas importantes que puedan estar pendientes para acercarnos a una auténtica justicia social desaparecen de la mesa y de la luz en tanto no sea el Gobierno quien los toque.

La pobreza extrema; la opresión estructural; la exclusión de la tierra y de la producción; nuestra solvencia económica estructural o sus debilidades; muchos más temas como ese, están cada vez más ausentes de la TV, de las radios, de los diarios, y de nuestra mente. Estamos ocupados en defender al Gobierno de los ataques conservadores y terminamos convencidos de que lo que no vemos, no existe.

En eso estamos. De esto me acuerdo los días en que dedicamos horas enteras a las puteadas xenófobas de milicos chilenos o a ver cómo se rompe una puerta de un jardín maternal para descubrir detrás que las facturas de la cuota no dicen que está habilitado. Las montañas de boludeces tapan los sentidos y cuando nos liberamos, tratamos de entender en qué nos miente Clarín.

Así se nos escapará la tortuga.

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