Con perfil progresista pero en tensión con los feminismos, asumirá la primera presidenta de México

Claudia Sheinbaum fue electa con más votos que su predecesor y correligionario, Andrés Manuel López Obrador. Desde México, comparten su reflexión dos egresadas de la UNCUYO: la futura presidenta tiene un perfil de izquierda, pero muchas deudas en temas de géneros. Los femicidios no bajan y no hay políticas claras para disminuir la violencia.

Con perfil progresista pero en tensión con los feminismos, asumirá la primera presidenta de México

Claudia Sheinbaum Pardo es la primera mujer en ser electa presidenta de México. Foto: AFP (de Página/12)

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Unidiversidad

Julia López

Publicado el 18 DE JUNIO DE 2024

Claudia Sheinbaum Pardo será la primera mujer presidenta de la historia de México. Pertenece a la coalición oficialista Sigamos Haciendo Historia, liderada por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), partido fundado y liderado por el actual mandatario, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Ya en 2018 ella había asumido como jefa de gobierno de la Ciudad de México (CDMX), también tras mandatos puramente masculinos. Hoy presidirá el segundo gobierno de izquierda del país. Desde México, dos mendocinas egresadas de la UNCUYO que no se conocen entre sí coinciden en un punto: el triunfo de Sheinbaum significa un avance, pero ella asumirá en tensión y con reclamos de los feminismos.

El 60 % que la votó representa más votos que los que tuvo AMLO y el doble de los de su rival, Xóchitl Gálvez, de la coalición Fuerza y Corazón. El apoyo que recibió desconcierta a la derecha, que viene ganando terreno en otras partes de la región y del mundo, no solo porque Sheinbaum Pardo sea mujer, sino también por su perfil social, científico, académico y progresista. ¿Esto significa un cambio en lo relacionado con las políticas por la igualdad de género? ¿Qué implica en lo concreto, en un país tan marcado por la violencia machista, que una mujer llegue a la presidencia?

Para pensar el tema, contactamos a dos mendocinas egresadas de la UNCUYO que están en México. Florencia Alderisi estudió en la Facultad de Derecho e integra Líbera Abogacía Feminista. En el país del norte colabora con Algaraza —una organización que trabaja con y para adolescencias y personas feminizadas en contexto de encierro— en pedidos de información pública y otras redacciones legales, y da clases en un Centro de Estudios Políticos y Sociales. Daniela Rawicz es licenciada en Comunicación Social, magíster en Ciencias Sociales por Flacso, doctora en Estudios Latinoamericanos por la UNAM y profesora investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, donde vive desde el año 2000.

En términos concretos, habrá que esperar a que la futura presidenta asuma para conocer su impronta. Sin embargo, el análisis que se puede hacer en un principio se desprende de la continuidad de los seis años de gobierno de AMLO, de su gestión como jefa de gobierno en la capital mexicana y de sus intervenciones públicas.

Su triunfo, el hecho de que su principal contendiente haya sido otra mujer y la ley de paridad de 2019, que permitió que hubiera 10 mil candidatas en todo el territorio, no pueden entenderse sin el contexto de la fuerza que han tomado en las últimas décadas las luchas feministas, expuso Rawicz. Y agregó: “A pesar de que la violencia política en razón de género está a la orden del día y ha obstaculizado el camino a muchas candidatas, esta elección da cuenta de un proceso de cambio en la sociedad mexicana”.

Gracias a los feminismos, pero sin ellos

"No llego sola, llegamos todas", dijo la líder en el primer discurso tras su victoria. Sin embargo, Rawicz afirmó que —más allá de estas declaraciones— sería erróneo pensar que la agenda feminista o de géneros es prioridad en su plataforma de gobierno. De hecho, la científica electa tiene una relación tensa con los feminismos, tanto por la criminalización de las activistas, contra quienes arremetió en declaraciones pasadas —“Soy feminista, pero no apoyo la violencia”, había manifestado tiempo atrás, en una clara ofensiva al movimiento— como por las alarmantes cifras de la violencia machista que deja el gobierno de su predecesor, a pesar de contar con altísimos niveles de aceptación popular.

Manifestación del 8 de marzo de 2020 en el Zócalo, como se conoce a la plaza central de México. Foto: elfinanciero.com.mx

En México, cada día son asesinadas entre 9 y 10 mujeres, en promedio. Para 2023, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública registró 3439 muertes violentas de mujeres, de las cuales el 25 % —848— se investigan como feminicidio, y el resto —2591—, como homicidios dolosos. Ante este panorama, es lógico que haya posturas encontradas en cuanto a la valoración de la gestión de AMLO en materia de género y lo que se espera a futuro.

Algunas voces reconocen avances a nivel nacional —por ejemplo, en relación con la participación política— y a nivel local —matrimonio igualitario, despenalización del aborto y sistema de cuidados, el sello de la política de Sheinbaum en la Ciudad—, mientras que otras acentúan la enorme deuda de estos gobiernos (federal y local) en relación con la violencia. Que no se la reconozca es otro de los reclamos, junto con la impunidad, la corrupción y la falta de escucha e interlocución con sobrevivientes de violencia feminicida y familiares de víctimas de personas desaparecidas o asesinadas.

“Sheinbaum llega a la presidencia con fuertes expectativas de que se atiendan los grandes asuntos pendientes. Para muchas, es claro que el hecho de ‘ser mujer’ no es garantía de que se gobierne con perspectiva de género o con una agenda feminista. Su gobierno estará en la mira tanto de quienes viven este triunfo con ilusión y esperanza como de quienes lo contemplan con distancia crítica”, sostuvo la investigadora Daniela Rawicz.

El régimen de violencia

Alderisi, por su parte, destacó que tanto Morena como AMLO y Claudia Sheinbaum Pardo efectivamente tienen políticas de izquierda y son de los pocos gobiernos de la región que están resistiendo un ataque permanente de Estados Unidos, no solo ideológicamente, sino también en términos materiales: mantienen una relativa estabilidad económica, poca inflación y contención al avance del dólar. Ese análisis geopolítico sobre la situación de América Latina y la posición de México no puede olvidarse.

Al mismo tiempo, identificó la abogada, México tiene distintas políticas públicas progresistas, relacionadas, sobre todo, con la asistencia y con programas de acompañamiento a personas en situación de pobreza y vulnerabilidad. Sin embargo, sobre la base de su experiencia de trabajo con campesinas indígenas en el estado de Guerrero junto con el Instituto de las Mujeres, reflexiona, desde una perspectiva feminista, que hay un enorme problema: a pesar de que la tasa de femicidios es altísima, el abordaje a las violencias no se hace de manera integral y el presupuesto que se asigna para su prevención y erradicación es muy bajo.

Además, Alderisi llamó la atención sobre la criminalización en las manifestaciones. Bajo lo que llaman “prisión preventiva oficiosa”, detienen a alrededor de 300 personas por día. La medida afecta desproporcionadamente a mujeres racializadas —pobres, indígenas, migrantes—, que son privadas de libertad antes de probar su culpabilidad. En la Argentina, es una figura que tiene plazos, límites y solo se aplica en casos específicos: cuando hay riesgo de fuga del imputado o cuando tiene posibilidad de alterar la prueba. “Acá [en México] hay muchas mujeres racializadas y migrantes que están con prisión preventiva oficiosa más de 10 años”, sin que la Justicia dicte sentencia y declare su culpabilidad.

La confrontación con Claudia Sheinbaum Pardo tiene que ver con que ella defiende la prisión preventiva oficiosa. No es un capricho de la abogada: la ONU afirmó que ese proceso viola el principio de presunción de inocencia y la Corte Interamericana de Derechos Humanos ya ha ordenado al Estado mexicano reformar su normativa para eliminar y modificar la prisión preventiva.

Es que sostener ese régimen, explica Florencia Alderisi, es elocuente sobre cómo el Estado entiende la violencia y hacia dónde canaliza sus políticas y recursos para combatir el delito. “La narrativa se circunscribe específicamente a la lucha contra el narco", manifestó, sobre la que se justifica cualquier tipo de violencia y la militarización del país.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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