Comprueban el rol fundamental de una especie vulnerable en la conservación de bosques argentinos
Un grupo del Conicet demostró que el tapir cumple un papel irremplazable en la dispersión de semillas a larga distancia. Los bosques son ecosistemas vitales para la salud y el bienestar humano, al regular el clima y brindar recursos esenciales.
Por su gran tamaño y capacidad de recorrer grandes distancias, el tapir es un importante dispersor de semillas. Foto: gentileza de Emilio White
Un reciente estudio de especialistas del Conicet comprobó el rol fundamental que tiene el tapir (Tapirus terrestris) en la dispersión de semillas a larga distancia en los bosques. Los resultados demuestran la importancia de la conservación de esta especie –que actualmente se encuentra en estado vulnerable–, debido a los servicios ecológicos irremplazables que provee para la conservación de los ecosistemas de distintos puntos del país.
Los bosques son ecosistemas vitales para la salud y el bienestar humanos al brindar recursos esenciales, como agua y alimentos, y jugar un rol fundamental en la regulación del clima.
La investigación fue desarrollada por integrantes del Instituto de Biología Subtropical (IBS, Conicet – Unam), en colaboración con un equipo del Centro de Investigación de Animales Silvestres (Ciasil) de Itaipú Binacional y el Instituto de Ecología Regional (IER, Conicet – UNT). Los resultados se publicaron en la revista Oikos.
Por su gran tamaño y capacidad de recorrer grandes distancias, el tapir es un importante dispersor de semillas. Foto: gentileza de Emilio White
El estudio
Para este estudio, se realizó un trabajo experimental que consistió en comparar la calidad de la dispersión del tapir con la de otros dos animales medianos, el zorro de monte(Cerdocyon thous) y el mono aullador (Alouatta caraya). Estos tres mamíferos tienen la capacidad de ingerir semillas más grandes que las aves y otros frugívoros más pequeños.
El equipo realizó ensayos de alimentación para medir los tiempos de retención de las semillas en el tracto digestivo. Estas mediciones, junto con el uso de un modelo para simular el movimiento de los animales, les permitieron estimar las distancias de dispersión.
También realizaron experimentos de germinación con semillas de la palmera pindó (Syagrus romanzoffiana), una especie que se caracteriza por su prolongada disponibilidad de frutos a lo largo del año. “Las plantas son organismos sésiles, es decir, no pueden moverse. Únicamente tienen esa capacidad cuando son semillas, lo que les permite colonizar nuevas áreas y encontrar sitios favorables para establecerse. Algunas semillas pueden ser transportadas por el viento, otras tienen espinas o estructuras adhesivas que les permiten pegarse al pelaje de los animales, mientras que otras se mueven al ser ingeridas como alimento. Así, el animal las transporta en su sistema digestivo y, al evacuarlas, cumple la función de dispersor”, explica el investigador del Conicet en el IBS y primer autor del artículo, Mariano Giombini.
El estudio comparó la calidad de la dispersión del tapir con la del zorro de monte. Foto: gentileza de Emilio White
Un mamífero en peligro de extinción
El tapir es el mamífero nativo más grande de los bosques de Sudamérica y, por su enorme tamaño y capacidad de recorrer grandes distancias, es un importante dispersor de semillas. Se trata de un animal muy robusto, que puede pesar hasta 250 kilos cuando es adulto y se caracteriza por tener una larga nariz, que le permite alcanzar y arrancar brotes y hojas, y desarrollar un gran olfato que –junto con la audición– es el principal sentido que usa para encontrar alimento y detectar depredadores. Aunque antes habitaba en varias provincias del norte de Argentina, actualmente solo se lo encuentra en las áreas protegidas de tres regiones: la Selva Misionera, el Bosque Chaqueño y las Yungas.
“Al igual que otros grandes vertebrados, el tapir se ve afectado por la pérdida de su hábitat y la cacería, que lo ponen en riesgo de extinción. Es el único mamífero grande que sobrevivió a la extinción masiva de la megafauna que ocurrió a fines del Pleistoceno, hace unos 10 mil años. Por eso, nos preguntamos hasta qué punto los frugívoros de mediano porte, como el zorro o el mono carayá, pueden ser funcionalmente equivalentes al tapir como dispersores de semillas”, señala Giombini respecto a la motivación de este estudio.
El rol de los animales como dispersores de semillas no se limita a su capacidad de transportarlas, ya que el pasaje por el tracto digestivo también puede tener un efecto en la capacidad de germinación. “Notamos que las tres especies analizadas son equivalentes en cuanto a aumentar la capacidad germinativa de estas semillas. Sin embargo, el efecto positivo en la germinación disminuye con el tiempo de retención de la semilla en el tracto de los monos aulladores y los tapires, lo que revela un compromiso entre el éxito en la germinación y la distancia de dispersión”, explica Giombini.
El mono aullador (Alouatta caraya) fue otra de las especies estudiadas. Foto: gentileza de Emilio White
La investigación permitió concluir que los tapires son funcionalmente similares a zorros y monos en cuanto al efecto positivo en la germinación, pero desempeñan un rol crítico en la dispersión a larga distancia que probablemente no pueda ser reemplazado por frugívoros medianos. Por ende, la desaparición de los tapires y la consecuente pérdida de la capacidad dispersiva pueden tener un impacto importante en muchas plantas, al restringir su capacidad para colonizar nuevos hábitats o de realizar un adecuado desplazamiento de su distribución frente al cambio climático.
“Estos estudios son fundamentales para poder conservar los recursos naturales que tenemos en Argentina y en Sudamérica. Son investigaciones básicas que tienen implicancias directas para el conocimiento de nuestros ecosistemas. Los bosques son sistemas muy complejos y es fundamental entender cómo funcionan para comprender el impacto que puede tener la pérdida de los animales o de las plantas que interactúan entre sí y proveen servicios ecológicos a veces irremplazables”, finaliza Giombini.
Fuente: Prensa Conicet
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