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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
Shirley Lorenzo tiene 22 años y un hijo de 5. Abandonó la secundaria cuando quedó embarazada. Cinco años después es una estudiante avanzada de la Tecnicatura Universitaria en Gestión de Empresas que se dicta en el ITU de Tunuyán.
Shirley y Valentino
Mientras sus compañeros debatían largas horas acerca de la campera, la cena y el viaje de egresados, Shirley Lorenzo tuvo que poner freno. “Si algo lamento es haber abandonado el secundario”, confiesa la joven mamá, de 22 años. Los pasillos de la escuela Amieva, de Tunuyán, le eran ajenos porque su mente y su corazón estaban enfocados en Valentino, cuyos latidos ya sentía en su vientre y cuyas pataditas eran pequeñas caricias a su estado emocional. Como sucede en muchos embarazos adolescentes, Shirley debió hacerle frente a quienes le cuestionaban con dureza la decisión de seguir adelante.
Su único apoyo era su pareja de entonces, “el progenitor del bebé”, aclara ella. “Me pidió que dejara mis estudios y dijo que él ‘nos iba a dar todo’”, rememora. Pero Shirley no estaba dispuesta a quedarse en su casa cambiando pañales y recargando mamaderas. Cuando Valentino tenía tres meses, frente a un duro episodio con su pareja, decidió terminar la relación. Ahora todo dependía de ella. Sola.
Shirley no dejó pasar los años. Dos meses después dio el paso inicial y lo hizo con la deuda con la que aún no logra reconciliarse: el secundario. Se anotó en un CEBA y rindió Lengua e Inglés, las dos materias que le quedaban. Esperó que Valentino diera sus primeros pasos y se inscribió sin vacilar en la sede Tunuyán del Instituto Tecnológico Universitario (ITU): ahora Shirley es una futura técnica universitaria en Gestión de Empresas.
Al contrario de lo que creyó, sólo había dos varones en primer año y el resto eran mujeres, y se dio cuenta de que no estaba equivocada. Al principio se le complicó cursar porque no podía dejar al pequeño Valentino con nadie –sus padres y su hermano mayor tenían sus propias responsabilidades– ni llevarlo al jardín que estaba cerca de su casa porque no tenía la edad suficiente. En aquel momento, Shirley tenía que caminar 45 minutos hasta el ITU, ya que en su zona los micros no existían.
"Nunca pensé en abandonar", asegura la joven, aunque reconoce que le "cuesta un montón". "Sé que tengo que seguir por Valentino y por mí, yo quiero mi título", subraya sin dudar.
Mamá, estudiante y trabajadora
De lunes a viernes, Shirley atiende a Valentino desde temprano, lo deja en el jardín y rápidamente se escapa al ITU. Al mediodía, busca a su hijo y juntos almuerzan en casa. “No sé lo que es la siesta”, confiesa la joven entre risas. A las 14.30 tiene que estar de vuelta en el ITU para completar el cursado diario. Ya es de noche cuando regresa a su casa. “Valentino se pone a pintar y yo resumo, pero cuando él duerme, yo sigo estudiando hasta la madrugada”, relató la mamá universitaria. ¿Y el fin de semana? La agenda de Shirley no para: sábados y domingos trabaja en un comercio de Tunuyán.
Sus amigas Ailén y Aixa Escudero la salvaron de apuros en incontables oportunidades. “Me pasan los apuntes cuando se complican las cosas por Valentino”, contó Shirley. Algunos profesores también comprenden su maternidad y la de algunas de sus compañeras. Sin embargo, hubo casos en los que la sonrisa y la paciencia no fueron la respuesta.
El año pasado, una compañera de cursado llevó a su bebé a clases, pero el profesor a cargo de la cátedra no estuvo de acuerdo y elevó una queja a las autoridades del ITU. “La amenazaron con expulsarla”, indicó Shirley. Desde entonces, prefirió no llevarlo a clases. Pagar un jardín o dejar al niño con algún conocido es la única opción, ya que en Tunuyán no hay un jardín de infantes de la universidad, como el que funciona en el predio de Mendoza.
“No hay ninguna excusa para que una mamá joven no cumpla su sueño de estudiar una carrera universitaria”, reflexionó la joven madre. Son las 12.20 y la salida de Valentino del jardín se adelantó diez minutos. La entrevista finaliza, pero la jornada de Shirley recién empieza.
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