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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
Un estudio que realizaron científicos y docentes del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico (CCADET), de México, reveló que estimular el oído con distintos sonidos en la primera infancia es clave para despertar la curiosidad y el interés para investigar.
Los científicos del futuro, en pleno estudio de estimulación. Foto: Elena Calderón para el portal de la UNAM.
Con el objetivo de mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje y estimular el pensamiento científico en la educación preescolar, integrantes del Grupo de Cognición y Didáctica de las Ciencias (GCDC) del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico (CCADET) trabajaron con niños de Hueytentan y Tesigtan, comunidades del municipio de Cuautempan, en la Sierra Norte de Puebla, México. Sin dudas, el sonido en este caso fue un elemento clave para trabajar con niñas y niños de 3 a 6 años, ya que según los expertos es un elemento clave para despertar la curiosidad y así fomentar la búsqueda de información.
“Escogemos fenómenos cercanos a los pequeños y, a partir de sus conocimientos, realizamos un proyecto. Para éste, en particular, se tomó el sonido como tema central, porque ellos tienen mucha experiencia con él”, dijo Reyna Elena Calderón Canales, psicóloga, integrante del mencionado grupo y responsable del trabajo.
En la labor de campo en Hueytentan también participaron Beatriz García, estudiante del doctorado en Pedagogía, y Luisa Ambrosio, alumna de la licenciatura en Psicología en la Universidad Autónoma de México (UNAM). Este portal de noticias fue el que publicó la mencionada investigación.
Esta investigación, concebida para infantes de tres a seis años de escuelas rurales, se adaptó a las condiciones socioeconómicas de poblaciones vulnerables de Puebla, aunque también puede aplicarse en jardines de niños de ciudades.
En la primera etapa definieron los conceptos físicos que querían que conocieran y, a partir de ellos y de lo que actualmente se sabe sobre cómo se aprende ciencia y cómo se desarrolla el pensamiento científico en los pequeños, diseñaron las actividades o secuencias didácticas que las profesoras debían poner en práctica.
“Trabajamos durante casi cuatro meses en este proyecto y tres semanas con los niños y sus profesoras. En especial nos interesaba entrevistarnos con los primeros para averiguar qué sabían sobre el sonido y hasta qué grado de complejidad podíamos llegar en las actividades. Una vez que las hicieran, sabríamos si esas ideas iniciales cambiaban o no”, apuntó Calderón Canales.
Los niños experimentan todo el tiempo fenómenos relacionados con el sonido: escuchan ruidos, golpean objetos, saben que hay animales que producen distintas voces y, en general, tienen muchas nociones sobre él con las que van construyendo conceptos. Algunos conciben el sonido sólo mediante la interacción que mantienen con lo que los rodea, otros piensan que únicamente surge de la voz. Muchos no pueden explicarlo, dicen que es algo que escuchan, pero no lo razonan.
“En el caso de los de Hueytentan y Tesigtan, muchos pensaban que las orejas son necesarias para escuchar el sonido; o que, si se las tapaban, debía de haber hoyos en sus manos para que éste llegara a ellas, lo cual indicó que lo concebían como un objeto. Algunos empezaron a intuir que viaja de un lugar a otro; que algo, aún no sabían qué, lo lleva".
A veces, durante las actividades que realizaban en el aula, los infantes experimentaban en silencio con los materiales didácticos.
Cómo se trabajó
Durante el curso de capacitación, las universitarias explicaron a las docentes los conceptos físicos del sonido y les dijeron cómo hacer los ejercicios con sus alumnos. “La idea ha sido que se apropien de los materiales didácticos y de las actividades, y siguieran utilizándolos y practicándolas cuando nosotras ya no estuviéramos con ellas".
Todavía, en muchas partes se piensa que enseñar ciencia a los pequeños es muy difícil, pero si los vemos con detenimiento, nos podemos percatar de que todo el tiempo están formulando preguntas, observando, experimentando.
“Lo que hacemos es capitalizar su interés, haciendo que las profesoras los consideren niños que pueden aprender ciencia, puesto que sus capacidades son mayores de lo que se pensaba hace 30 años. La curiosidad científica se alimenta, no crece de manera natural”, señaló Calderón Canales.
¿Y los materiales?
Los materiales didácticos que les permitieron a los niños experimentar los fenómenos sónicos (un teléfono de manguera, una marimba, un botellófono, un triángulo, un tambor, etcétera) fueron diseñados en el Taller de Prototipos del GCDC.
Dicho grupo lo encabezó la física y pedagoga Leticia Gallegos Cázares y está integrado también por el diseñador industrial Humberto Albornoz, el físico y pedagogo Fernando Flores y el físico Héctor Covarrubias.
Desde un comienzo, la propuesta fue trabajar en equipos: hubo una caja de materiales en cada mesa de trabajo y los mismos pequeños se fueron autorregulando. Las especialistas ya habían probado este modelo con otros temas, como el de la luz y la óptica. La estructura general, que les funcionó muy bien en esas ocasiones, la utilizaron otra vez con el tema del sonido y obtuvieron buenos resultados. Ahora están por terminar un artículo que someterán a revisión y en el que registraron las ideas de los infantes. http://www.gaceta.unam.mx/20170619/el-pensamiento-cientifico-de-ninos-en-edad-preescolar/
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