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23 DE DICIEMBRE DE 2024
Así lo aseguró el profesor de la UNCUYO, Claudio Galmarini, quien investiga la relación entre el consumo de hortalizas y la salud. Dijo que el sector hortícola debe aprender del vitivinícola, que educó a sus consumidores. Qué producimos en Mendoza y cuáles son los vegetales que más beneficios aportan.
Mendoza es un importante productor de hortalizas, especialmente de ajo, cebolla, papa, zanahoria y tomate. Foto: Municipalidad de Luján de Cuyo.
La horticultura tiene que seguir el ejemplo de la vitivinicultura. Así como hace 30 años los consumidores tomaban vinos tintos o blancos y después de un trabajo intenso hoy piden un Malbec, o un Cabernet de tal o cual zona, del mismo modo el sector hortícola debe iniciar un proceso para enseñar a los consumidores que no todas las verduras son iguales, sino que hay variedades que aportan más beneficios a la salud. Esto se suma a la necesidad de incrementar el consumo, porque los argentinos no comemos ni la mitad de la porción de verduras y frutas diarias recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El planteo lo hizo una autoridad en la materia, el ingeniero agrónomo Claudio Galmarini, profesor de la cátedra de Horticultura y Floricultura de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCUYO, investigador del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y del CCT Conicet Mendoza y quien hace unos días fue designado como uno de los dos nuevos miembros de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria, junto a Rubén Bottini, profesor de la misma facultad.
Galmarini, quien recibió a Unidiversidad en el inmenso predio del Instituto de Horticultura, que depende de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCUYO, aseguró que el sector hortícola local y nacional está frente a un gran desafío y a una enorme oportunidad. Su razonamiento fue que los argentinos estamos muy lejos de consumir la porción de hortalizas recomendada por la OSM, que es de 400 gramos por día y por persona, ya que sólo llegamos a 120 y en los mejores pronósticos a 170 gramos.
El ingeniero resaltó que esta deficiencia en el consumo de hortalizas es una oportunidad tanto para los productores, para que aumenten la superficie cultivada y su rendimiento, así como para los habitantes, ya que son muchos los beneficios que el consumo de hortalizas acarrea para la salud.
Galmarini dijo que está probado que el consumo de hortalizas en las dosis adecuadas previene la incidencia de enfermedades crónicas no transmisibles que son la primera causa de muerte en el mundo, entre ellas las cardiovasculares, la diabetes y los accidentes cerebrovasculares. Además de ser esencial para prevenir y mejorar lo que la OMS ya caratuló como una verdadera epidemia de obesidad mundial, que afecta a todos los grupos etarios, pero que preocupa especialmente en niños, niñas y adolescentes.
Los saberes de la abuela, con base científica
Justamente, en la relación entre el consumo de las hortalizas y los beneficios que tiene para la salud, es en la línea de investigación en la que trabaja desde hace quince años Galmarini, junto a muchos profesionales y a investigadores del INTA y el Conicet. El profesor explicó que realizan un trabajo conjunto entre las facultades de Ciencias Agrarias y Ciencias Médicas: en la primera seleccionan las mejores variedades de cada producto, es decir las que mejor se adaptan al clima, las que no se enferman y las que aportan mejores nutrientes al organismo; en la segunda hacen pruebas de laboratorio para comprobar los beneficios de comer esa variedad y para que exista un fundamento científico, más allá de los saberes que se transmiten de generación en generación.
En esas investigaciones, que están en marcha, no sólo prueban qué variedad de hortaliza es mejor consumir, sino cuál es el mejor modo de hacerlo: algunas concentran más su aporte nutricional si se consumen crudas, mientras en otros casos es mejor que estén cocidas.
Beneficios de incorporar fitoquímicos a la dieta
Los compuestos bioactivos producidos por las plantas son muy provechosos, en especial para pacientes con enfermedades neurogenerativas.
Galmarini dio algunos ejemplos sobre los beneficios que aporta comer hortalizas y que están probados científicamente. Explicó que el consumo de ajo y cebolla (especialmente crudas) colabora en cicatrizar heridas no sólo externas (un corte), sino las que se producen a nivel interno (las vasculares); que el brócoli y el coliflor tienen compuestos azufrados que previenen algunos tipos de cáncer (es mejor cocinarlos al vapor) así como accidentes cardiovasculares, que el tomate tiene compuestos que colaboran en la prevención del cáncer de próstata (están más activos en una salsa que en la verdura cruda), y que la zanahoria es fuente esencial de betacaroteno y vitamina A ideal para prevenir problemas oculares (es mejor consumirla cocida porque cuando se calienta se activan sus componentes).
El investigador aseguró que el desafío que tiene el sector hortícola, pero también el científico y el gubernamental, es transferir ese conocimiento a los ciudadanos, poner en marcha campañas que promuevan el consumo de hortalizas y que al mismo tiempo enseñen qué variedad, por ejemplo, de cebolla es mejor para qué y cómo es mejor comerla, si cruda o cocida. En este sentido, explicó que hace años se lanzó una campaña oficial muy importante, denominada “365 Tentaciones”, que promueve el consumo de frutas y hortalizas y además incluye recetas para prepararlas, que consideró muy positiva.
Galmarini dijo que la familia también tiene una tarea enorme en este cambio cultural. Explicó que es casi imposible que los niños y niñas coman brócoli si sus adultos referentes no la hacen, es decir pueden machacarles todo el día sobre la importancia de que coman esto o aquello, pero si no es un hábito en su casa, entonces las palabras no sirven. En este sentido, también destacó el rol fundamental de los docentes, que colaboran para que este mensaje saludable llegue a los alumnos.
Galmarini puso también el acento en las imposiciones del mercado, y en el bombardeo publicitario de productos que no son saludables. Comentó que esto produce que, por ejemplo, un niño que lleva un alfajor tradicional como merienda, puede ser mejor valorado por sus compañeros, que si lleva una manzana.
Para el profesor estas imposiciones se van modificando en forma lenta. Dijo que en algunos dibujos animados los protagonistas comen verduras y frutas y cuentan a sus amigos los beneficios que eso tiene para la salud. Eso fue justamente lo que impuso Popeye, el dibujo estadounidense que comía espinacas para volverse un superhéroe, una decisión que no fue al azar, sino que se debió a la falta de consumo de la población de esa hortaliza y de los nutrientes que aporta al cuerpo, lo que fue acompañado por el sector productor.
En Argentina -según datos aportados por el investigador- hay 30 millones de hectáreas cultivadas, de las cuales 600 mil tienen hortalizas. En los últimos años la superficie cultivada con verduras se redujo, pero no la producción, es decir que hay menos espacio cultivado pero rinde igual debido especialmente a los avances tecnológicos. El 93 % de la producción se destina al mercado interno y sólo el 7% restante se exporta.
Del total de superficie cultivada con hortalizas, 40 mil hectáreas corresponden a Mendoza, cuya producción representa el 8 % a nivel nacional. El cultivo principal es el ajo, con 10 mil hectáreas, le siguen la papa, el tomate para industria, cebolla, zanahoria, zapallo, lechuga, brócoli y coliflor, entre otras.
Galmarini enumeró los cultivos que se plantan en Mendoza. En el Valle de Uco se produce ajo, papa, zanahoria, zapallo y cebolla; el oasis Norte zapallo, ajo, alcaucil, zapallitos, las hortalizas de hojas verdes y tiene relevancia por las instalaciones para empaque de empaque de ajo, así como los lavaderos de zanahoria y en el Sur, en especial San Rafael, existe una producción variada, pero en superficies menores.
Galmarini explicó que en la facultad plantean a los estudiantes los desafíos del sector y los que deberán enfrentar como profesionales. Uno de ellos, es el avance urbano sobre la zona rural, que provocó el achicamiento del cinturón verde, aunque su punto de vista es que esa actividad productiva no desaparecerá sino que trasladará hacia zonas más alejadas de la Ciudad.
El profesional dijo que el corrimiento de la franja productiva plantea diversos problemas, especialmente relacionados con las redes de agua para riego, que no están instaladas en zonas más alejadas y que hoy sólo sirven para regar jardines en las que fueron zonas productivas hoy urbanas.
La problemática del avance urbano sobre el sector rural es mundial. Para Galmarini, como sucedió en otros países, las herramientas legales son válidas, pero llegan un poco tarde. En este sentido, planteó la importancia de la Ley y el Plan de Ordenamiento Territorial con que cuenta Mendoza, al tiempo que señaló que entre todos los sectores involucrados deben analizar las medidas concretas que colaboren en la mitigación de esta realidad.
Para el profesional, otro aspecto clave y en el que aseguró que existen avances es dotar de servicios y mejorar las condiciones de vida en las ciudades más alejadas, para que los ciudadanos no deban trasladarse al Gran Mendoza, porque no tienen alternativas en su lugar de origen.
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