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La invención de científicos argentinos permite desinfectar más de cien tapabocas por hora. Es un aporte crucial para el sistema de salud, pero también para la economía y el medio ambiente.
Foto: Página/12
Un grupo de profesionales del Instituto Andino Patagónico de Tecnologías Biológicas y Geoambientales del Conicet (Ipatec) y la Universidad Nacional del Comahue (UNCo) con sede en la ciudad crearon un horno para la reutilización de barbijos que permite descontaminar más de cien tapabocas por hora, en un trabajo conjunto con el área de Ingeniería de Groupe PSA Argentina, según informaron a Télam fuentes oficiales.
"La iniciativa surgió a raíz de un informe que realizó el Ipatec en relación con la importancia de usar barbijo en la vía pública como medida complementaria para mitigar el contagio del coronavirus", señaló el reconocido doctor en Biología y director del Instituto Andino Patagónico de Tecnologías Biológicas y Geoambientales (Ipatec) Diego Libkind.
Ese primer informe, que contenía también algunos consejos y recomendaciones sobre formas de confección, uso y reutilización de barbijo, y la decisión de la provincia de Río Negro de implementar luego el uso obligatorio de tapabocas fueron el disparador al que se sumaron luego otros actores.
Científicas del Conicet desarrollaron barbijos con propiedades antivirales
Científicas desarrollaron barbijos con propiedades antivirales. Estos elementos fundamentales para prevenir los contagios de COVID-19 poseen además bactericidas y fungicidas. Fueron creados por investigadoras del Conicet, la Universidad de Buenos Aires (UBA), la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y la empresa Atom Protect. El 10 % será donado a barrios humildes de Buenos Aires.
"A raíz de ese informe, la empresa Peugeot Argentina, en función de la gran cantidad de empleados que tiene –que ronda el millar–, comenzó a evaluar la manera de producir los barbijos para equipar a sus trabajadores en el contexto laboral", relató el científico patagónico. La compañía comenzó analizando la alternativa de producir cantidades industriales de barbijos porque en su idea se trataba de un producto descartable, y presentaron la consulta a los investigadores para diseñarlos de manera adecuada.
"En función de eso, se empezó a charlar sobre cuestiones alternativas, considerando que una producción de esa cantidad de barbijos y después de descarte sería de impacto ambiental muy fuerte, además del costo que implica la fabricación. Así es que apareció la idea de desarrollar alguna estrategia de reutilización", agregó Libkind a esta agencia. Según el científico, hay varias formas de descontaminar los barbijos y una de ellas implica, obviamente, la aplicación de calor: por esa vía se planteó un trabajo conjunto entre ingenieros, técnicos y diseñadores de la empresa junto con ingenieros y microbiólogos del Ipatec para diseñar un horno que cumpliera ese rol sanitizante.
Este horno, a través del calor seco cercano a ochenta grados y un sistema conectivo, que le permite que la temperatura sea homogénea en todos los puntos del compartimento, puede descontaminar más de cien barbijos por hora, resolviendo la higiene y el cuidado del ambiente al mismo tiempo para los empleados de la empresa.
"Gracias a esta interacción, lo que se planteó fue tratar de hacer un diseño de bastante fácil acceso, sin complejidades tecnológicas pero eficaz, y dejando los datos más importantes del equipo abiertos para que cualquier interesado, empresa o individuo, los pueda utilizar para hacer su propio horno de reutilización", dijo el biólogo.
Por otro lado, se planteó que la empresa fabricará un número mayor de los hornos de los que necesita para donar los restantes a instituciones públicas. "Ese fue el acuerdo del intercambio", aseveró Libkind. "La fabricación del horno quedará en manos de la empresa y no del Ipatec, pero poniendo a disposición tanto los planos como los detalles del diseño, de manera que cualquiera pueda replicarlo sin más costo que el de los materiales y la fabricación en sí", agregó el investigador.
Mientras tanto, un instituto del Conicet y de la Conea en Bariloche van a certificar que los ciclos de calor que se les va a imponer con estos hornos efectivamente no perjudiquen la mecánica de los barbijos de mayor demanda en salud, que son los N95, y definir un número máximo de reutilizaciones posibles para este tipo de barbijo. "Con esta información y estos protocolos que surgirán de este estudio se podrá donar, seguramente, no solo el equipo, sino la forma de uso y la certificación de efectividad a las instituciones de salud que requieren mayor rigurosidad", agregó a Télam el científico.
Con respecto a las expectativas, Libkind aseguró: "Tienen que ver con que este tipo de desarrollo llegue a la sociedad, se implemente, que las donaciones sean efectivas, que brinden soluciones a los hospitales que hoy lo necesitan y mucho, y que este esfuerzo y este tiempo dedicados se puedan traducir en beneficios para esta situación delicada que estamos viviendo y para la gente en general". Para finalizar, en estos tiempos en los que se habla mucho de la reconversión industrial privada, el científico destacó el rol de los institutos de ciencia y tecnología, "como el propio Ipatec, que también atravesó este proceso y se adaptó en función de sus capacidades a lo que creía que podía aportar. Fue así como, en función de demandas externas, se fue adecuando y adaptando a las necesidades, en este caso de una empresa privada, que también impactan a la sociedad, para generar desarrollos conjuntamente", concluyó Libkind.
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