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Los primeros 100 días de Trump.
Para el politólogo Enzo Completa, Donald Trump es el principal exponente de la posverdad. Foto archivo: time.com.
Especial democracias en la mira
Enzo Ricardo Completa - Incihusa-Conicet / UNCUYO
Publicado el 22 DE JUNIO DE 2017
Según datos del Washington Post, en sus 100 primeros días de gobierno Donald Trump engañó al mundo 488 veces. Numerosos periodistas y expertos independientes han demostrado la falsedad de sus premisas, pero Mr. Trump continúa repitiéndolas, básicamente porque resultan efectivas.
Vivimos en los tiempos de la posverdad, un neologismo declarado “palabra internacional del año” por el Diccionario Oxford en 2016, utilizado para explicar las conmociones políticas que presenciamos recientemente; entre ellas, la salida de Inglaterra de la Unión Europea y la victoria del candidato imposible, Donald Trump, en Estados Unidos. Por su intermedio se intenta describir una situación en la cual la verdad fáctica (datos y hechos objetivos) tiene menos influencia en la opinión pública que la “verdad sentida”, adornada con mentiras, sentimientos y creencias personales.
Donald Trump es el principal exponente de esta política post-factual. Es un experto en el arte de la distracción y en instalar rumores falsos pero efectivos, como la supuesta religión musulmana de Obama o la inexistencia de su certificado de nacimiento. Pero una cosa es convertir un rumor en mainstream con el fin de escalar posiciones electorales y otra, utilizar la mentira de manera sistemática para intentar crear y modelar la realidad a su antojo. La política de la posverdad se mostró decisiva para influenciar a los votantes. La realidad postelectoral, en cambio, le está ganando la partida a Trump.
Enfrentado con el establishment de Washington y con los medios de comunicación hegemónicos, ha sufrido derrotas humillantes que dejaron expuestas sus mentiras o verdades a medias. Adicionalmente, no ha logrado avanzar en el cumplimiento de sus principales promesas de campaña.
El muro con México, por ejemplo, aún no encuentra financiamiento; su reforma migratoria fue paralizada dos veces por la Justicia y el veto al Obamacare fracasó al no contar con los votos necesarios dentro del Senado. Aun así, quien suponga que Trump se encuentra vencido se equivoca. Pese a tener la imagen positiva más baja de un presidente estadounidense en los tiempos modernos, las encuestas indican que si se volviera a postular, ganaría nuevamente las elecciones. Bajo los lemas “Compre americano, contrate americano” y “América para los americanos”, ha mantenido su conexión con su segmento más fiel de votantes: aquella clase trabajadora blanca que se considera empobrecida por la inmigración, la que le dio el triunfo electoral gracias a una ventaja quirúrgica en los estados de Michigan, Pensilvania y Wisconsin.
La posverdad circula en las redes sociales sin filtros. Allí una mentira deseada se viraliza mucho más rápidamente que una verdad no deseada.
Trump tomó nota de esta situación al momento de construir su relato ganador, el que hoy perfecciona a un promedio de cinco mentiras al día, mientras engrasa la maquinaria bélica y lanza amenazas a Oriente. El presidente estadounidense desea asegurarse la supervivencia política. Sabe que para ello deberá aprender a negociar como lo hacen los políticos. Hasta el momento, el mundo ha descubierto que en su doctrina no hay lugar para la persuasión; tampoco para la moderación y la corrección política. Bajo su mandato, lo único previsible es su imprevisibilidad. Nadie sabe cómo reaccionará frente a un atentado terrorista. Tampoco hay certezas acerca de su estrategia para contener la amenaza de Pyongyang.
Lo único cierto es lo incierto y Trump se siente muy a gusto con sus mentiras sentidas. Pero hasta aquí no hay nada nuevo. Los poderosos siempre han mentido para conservar o acrecentar su poder.
Lo verdaderamente novedoso, quizá, sea el desengaño masivo que demuestra la ciudadanía frente a la realidad que presentan los medios de comunicación, que han fracasado en su tarea de separar lo verdadero de lo falso.
En tiempos de la posverdad, deberíamos cuestionar la veracidad de las supuestas “preverdades” que les anteceden. Para el caso, que los votantes británicos iban a permanecer fieles al ideal europeo y que los estadounidenses rechazarían la candidatura del outsider Donald Trump. Ha llegado el momento de exponer estas preverdades como lo que realmente son: un aglomerado de expectativas construidas con el fin de moldear la opinión pública con base en los intereses políticos y económicos de sectores concentrados.
Como reza un viejo apotegma de la política, la única posverdad es la realidad.
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