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20 DE DICIEMBRE DE 2024
En esta columna, Brenda Junín*, presidenta de la Fundación Pedemonte y diplomada en Avances Terapéuticos sobre Medicina Cannábica, reflexiona sobre la reglamentación del cannabis medicinal.
Después de algún tiempo y muchas luchas, finalmente el Ejecutivo Nacional aprobó un segundo reglamento para la Ley 27350, una ampliación de derechos largamente esperada y solicitada principalmente por diferentes colectivos de pacientes y familias, profesionales de la salud, investigadores y cannabicultores.
Esta nueva reglamentación es fruto también de un camino en el que Argentina viene trabajando en red con otros países y sus investigadores. No es poca cosa que decidamos picar en punta aun frente a quienes insisten en el desarrollo comercial de mono-sustancias para el control de únicas patologías, como el sesgado uso del aislado CBD (cannabidiol) para la epilepsia refractaria. El gran logro actual de nuestro país es haber sido capaz de escuchar la demanda y diseñar en conjunto con diversas organizaciones la herramienta tan esperada, la que facilita el acceso concreto a una medicina segura para quienes la necesitan. Por eso la celebración, ya que se abre además otra etapa no menor, la de la investigación sin miedos y con un Estado más presente.
¿Pero de qué estamos hablando quienes bregamos por el cannabis medicinal? Para los que algo ya han leído, seguramente sabrán que la historia de esta planta es antigua. Cannabis con sus variedades viene acompañando a la humanidad desde hace milenios, en lo social, y lo industrial como en lo medicinal. Fue también la planta principal de nuestros hilados y tejidos de resistencia. Sin el cáñamo, no se habrían podido atravesar los océanos, ya que quienes iban de costa a costa con velas y amarres sabían que debían llevar puñados de semillas en sus bolsillos y arrojarlas en los nuevos territorios conquistados, o no habría forma de volver con sus barcas en forma. Cannabis se expandió con el ser humano. Así fue por siglos, desde Asia, Europa y durante toda la expansión americana. Hubo quien soñó con ella un desarrollo con soberanía e independencia. El protomaestro en explotación agraria Manuel Belgrano visionó empleo y agregado de valor manufacturero sobre miles de hectáreas de cáñamo en la nueva patria que nacía. Como en tantas otras cosas, obviamente no lo dejaron. Con los años, en lo medicinal, las farmacias y las esquinas se llenaron por siglos de vendedores de tinturas maravillosas, algunas reales y otras no tanto, pero lo cierto es que el extracto de cannabis se encuentra hoy en los museos de medicina alrededor de todo el mundo, haciéndonos repensar el valor de la evidencia empírica, hoy tan injustamente menospreciada.
Después de siglos de uso, fue recién para 1930 que los intereses textiles mercantilistas le torcieron el camino, y esta aromática planta con enorme potencial medicinal cayó en un listado de prohibiciones que saturaría también –inútilmente– los ineficientes y costosos sistemas carcelarios.
Sin embargo, que estuviera vedada no impidió el avance de las investigaciones, y quien hoy festeja sus lúcidos 90 años, el doctor Raphael Mechoulam, abrió las puertas en 1964 a lo que se dio en llamar el big-bang del misterio cannábico: logró aislar por primera vez el THC, el psicoactivo tetrahidrocannabinol, y empezó así un recorrido imparable de aprendizaje y comprensión. Debieron pasar 30 años más para responder la pregunta principal: ¿por qué nuestros cuerpos tienen receptores tan específicos para los fitocannabinoides, esos que actúan como llaves que ingresan a un cuerpo pleno de cerraduras preexistentes y diseminadas? Entre 1992 y 1994, Mechoulam y sus doctorandos iban a descubrir el sistema endocannabinoide (SEC), un complejo mecanismo que regula el equilibrio de casi todos los cuerpos del reino animal. El secreto que guardaban nuestros cuerpos, ese delicado sistema endógeno para la homeostasis, está basado consecuentemente en sustancias químicas endógenas muy similares a los compuestos fitocannabinoides que nos ofrece esta planta.
¿Por qué entonces, si desde hace casi tres décadas se reconoce la importancia para la salud de este sistema, se sigue en una actitud prohibicionista y se niega aún el conocimiento en las universidades y centros de formación médica? La respuesta no es difícil: cannabis empodera y propone dignidad.
Cannabis desafía a la medicina hegemónica y especialmente a los laboratorios farmacéuticos. Cannabis es vital y compleja pues posee cientos de compuestos que, trabajando juntos, nos llevan a múltiples combinaciones posibles para un sinfín de padeceres. Cannabis nos invita a sumergirnos en una medicina más personalizada, empática y compasiva, esa que hace mucho venimos extrañando; con profesionales que escuchen, que indaguen, que quieran entender qué pasa y se interesen en cómo aliviar. Cannabis nos desafía entonces al poner otra vez al enfermo por sobre la enfermedad, al dolor sobre la indiferencia.
Este breve racconto de circunstancias nos desnuda la importancia de la nueva reglamentación, ya que la sociedad se enfrenta a una nueva transversalidad con articulación entre los diversos actores. Un camino solidario, una red entre cultivadores, investigadores, prescriptores y tratantes, decisores y políticos dedicados a la transformación. Y sí, es momento para celebrar la apertura al conocimiento y a la comprensión: pacientes acompañados y familias mejor cuidadas, una etapa de reaprender una medicina de alivio al sufrimiento y al dolor, esos que no pueden esperar. Se abre una etapa que nos permitirá poder decir con humildad a nuestros pacientes: “Aún no sé, pero lo vamos a investigar, te acompaño, vamos juntos”. Demos lugar a que esta frase pueda ser la respuesta más franca y comprometida de quienes nos formamos para sanar, pero también para ayudar a transitar las situaciones más difíciles de la vida, desde el principio hasta el final.
*Brenda Junín preside la Fundación Pedemonte, es medica veterinaria y ecóloga médica. Cuenta con formación avanzada en Cannabis Medicinal para médicos y profesionales de la Salud 2020 y diplomada en Avances Terapéuticos sobre Medicina Cannábica 2018.
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