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26 DE DICIEMBRE DE 2024
EDICIÓN UNCUYO publica el análisis y la reflexión de los licenciados Belén Echegaray, Damian Berridy y Gastón Burlot , quienes estuvieron fuertemente comprometidos con el proceso de reforma universitaria y gestión electoral de la Universidad.
Foto: Archivo/Axel Lloret
Belén Echegaray, Damian Berridy y Gastón Burlot
Publicado el 11 DE NOVIEMBRE DE 2014
La reforma universitaria que atravesó la Universidad Nacional de Cuyo difícilmente puede ser un proceso único. Por el contrario, es un fenómeno social que sigue abierto y en constante desarrollo porque, más allá del cambio del texto de la carta magna de la Universidad, estrictamente, hubo un cambio en la comunidad universitaria que fue el de dejar de asumir como “naturales” las instituciones que conforman el régimen de gobierno. Ese cambio abrió las puertas a un proceso de reforma que logró modificar 122 artículos sobre los 198 que estaban vigentes.
Pero el tema que nos convoca no es el de la reforma estatutaria: nuestro interés se enfoca en el análisis de las características políticas del nuevo sistema de elección directa a nivel universitario. Para cumplir con esta tarea describiremos algunos hitos que muestran fenómenos políticos que hemos considerado interesantes. Los momentos que estudiaremos son la reorganización de los actores políticos para la presentación de candidaturas, la campaña electoral y el día de la emisión de los sufragios.
En el análisis de la re-organización de los actores políticos encontramos algunos de los cambios más interesantes. El primer fenómeno que se pudo observar es la tensión entre integración y fragmentación.
La integración tomó la forma de impulso de las fórmulas (rector y vicerrector) para generar contenedores universitarios que permitieran acercar lo que estaba “irremediablemente” separado por las distancias entre los claustros y entre las facultades. Lo ejemplifican los nombres de algunas de las fórmulas: “Interclaustro”, “Foro”, “Integración” y “Construcción colectiva”, todos los cuales, en mayor o menor medida, hacen referencia a la necesidad de reunirse y acercarse. Pero en dirección contraria, los mismos candidatos universitarios impulsaron la división de grupos y la creación de listas para intentar asegurarse su presencia en todas las boletas. Eso tuvo impacto en la cantidad de listas de egresados y estudiantes que se presentaron en las elecciones de 2014, las cuales llegaron a ser 83. En la anterior elección general de la UNCUYO habían participado 50 listas en esos claustros en las facultades.
Al mismo tiempo, se desarrollaba entre los decanables que tenían reales oportunidades de ser electos y los candidatos rectorales una suerte de acuerdo débil y en fases. El fenómeno era una cualidad de las elecciones indirectas, en el que la constitución de los órganos de gobierno y las elecciones se desarrollaban en un período más extenso.
Este acuerdo débil se vio caracterizado por la baja asistencia de los candidatos a los actos de los candidatos rectorales y la aún menor propaganda de las posibles alianzas. Además, fue en fases porque, en el camino a la primera vuelta, la mayoría de los candidatos a decanos eligieron no explicitar los acuerdos en las boletas e intentaron mantenerse alejados de las disputas universitarias. Entre otras cosas, lo hicieron para poder concentrarse en las campañas en sus secciones electorales. Pero esta situación cambió para el ballotage, en el que la visibilidad de los acuerdos aumentó. Vale aclarar que la excepción a esta observación fue la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, donde desde un primer momento se mostraron los apoyos.
Entendemos que este forma de acuerdo fue el resultado de la confluencia de al menos cuatro elementos: la historia de rivalidades entre el rectorado y las facultades; las prácticas institucionalizadas de que la política se realiza en el ámbito de la facultad; la incertidumbre sobre los resultados universitarios por la presencia de cuatro candidatos y la dificultad para medir la verdaderas posibilidades de cada uno de ellos.
Este último elemento fue clave en todo el proceso y, además, fue el mayor desafío que enfrentaron los que participaron de la organización y presentación de candidaturas al rectorado. La tarea consistía en conocer con qué recursos contaban en el nuevo sistema y cómo medir la importancia de los mismos. Entre los recursos electorales que se consideraron valiosos podemos citar: el apoyo de los decanos salientes, el respaldo de organizaciones estudiantiles y de egresados con capacidad de articulación universitaria, ser parte de la gestión gobierno, la cantidad de votos que se habían obtenido en las elecciones indirectas, la presentación de candidatos en todas las categorías electorales, entre otros. Sin embargo, el desacuerdo se profundiza con la segunda pregunta: la dificultad para sopesar electoralmente estos recursos era demostrada por las grandes diferencias entre los datos que tenía cada fórmula y los resultados de la elección. Seguramente este punto es una cuenta pendiente para los referentes de los distintos sectores y volverá a ser un tema clave en los próximos comicios.
Por último, queremos analizar algunos datos de relevancia sobre la participación en la primera vuelta. El cumplimiento de la obligación de votar fue del 87,14 por ciento en los claustros que asisten regularmente a la Universidad y del 12,79 por ciento entre los egresados, cuando en las elecciones presidenciales de 2011 fue del 79,38 por ciento.
Al adentrarnos en la distribución de la participación, el sentido común nos indicaría que en las unidades académicas con una vocación política más marcada tendrían mayores niveles de asistencia, pero no fue así. Los niveles más altos de cumplimiento estuvieron en la Facultad de Ciencias Aplicadas a la Industria (93,66 por ciento) y en la Facultad de Odontología (93,54 por ciento). En el otro extremo de la participación, aunque no muy lejos, encontramos a la Facultad de Ciencias Médicas (81,89 por ciento), la Facultad de Artes y Diseño (85,57 por ciento) y la Facultad de Filosofía y Letras (85,95 por ciento). Es importante destacar que la dispersión de los datos es bastante baja. De estos datos se deriva que a menor cantidad de empadronados en la facultad, más alta fue la asistencia a votar. Esto podría llegar a estar vinculado con el sistema de ponderación, por el que cada voto emitido en una facultad más pequeña pesa mucho más para la elección de rector que un voto en una facultad grande, donde ese peso se diluye.
De esta manera hemos recorrido algunos de los puntos más importantes de lo que fue el proceso electoral, en el cual se encontraron tradiciones y prácticas ya institucionalizadas y la necesidad de cambiar, fruto de la transformación sufrida por el sistema electoral, situación característica de este tipo de fenómenos sociales de cambio. Una particularidad que puede ser sintetizada con una expresión de Gramsci: "Lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no termina de morir".
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