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En Funes el memorioso, el escritor argentino traza un mapa conceptual sobre el fascinante e intrincado mundo de la memoria a través de un personaje singular, para ampliar el universo aún difuso de los recuerdos.
Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer, nos dice el escritor de Ficciones. Foto Leszek Bujnowski
“..Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo. Y también: Mis sueños son como la vigilia de ustedes…”
Extracto del cuento Funes el memorioso.
La larga metáfora del insomnio y los intersticios de la memoria, llevaron a Jorge Luis Borges a indagar al interior de la mente humana. Cómo recordamos aquel primer beso, aquella palabra desgarradora, la caída de una hoja en el incipiente otoño, los números romanos, las páginas de los libros sagrados, la Torah, son temas recurrentes en la literatura borgeana que abordan el estudio de la memoria, un fantástico mapa al interior de nuestros recuerdos.
“Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre ha muerto)”, comienza Funes el memorioso. En este cuento Borges relata la vida de un hombre que almacena en su memoria todo lo que ve, desde los vástagos, racimos y frutos que conforman una parra hasta todas las formas australes de una nube del amanecer del 30 de abril de 1882. No tenía recuerdos simples, cada imagen visual estaba ligada a sensaciones musculares, térmicas y/o infinitas.
En este cuento, el escritor de El Aleph indaga la vida de Ireneo Funes, un muchacho de la localidad de Fray Bentos. Ireneo era hijo de la planchadora del pueblo, María Clementina Funes, y, según algunos, su padre era un médico del saladero, el inglés O´Connor, mientras que otros sostenían que era un domador o rastreador del departamento del Santo. Funes vivía con su madre.
En este relato, Borges toma a Ireneo, un personaje singular, para ampliar el universo aún difuso de los recuerdos. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer, nos dice el escritor de Ficciones.
En el abarrotado mundo de Funes no había detalles casi inmediatos . “Mi memoria, señor, es como vaciadero de basuras”, decía Ireneo, siempre a oscuras, postrado en un catre volteado por un redomón, donde quedó tullido, sin esperanzas. Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado.
En uno de los apartados memorables de este cuento, el autor agrega: “Le era muy difícil dormir. Dormir es distraerse del mundo”. De esta manera, se va desarrollando una de las obras más científicas de Borges, su estudio sobre la memoria, sus sufridas implicancias, su indagación en el universo menos esclarecido por la ciencia moderna.
El recuerdo, es decir, el resultado material y tangible de la memoria, es ante todo una selección cuidadosa de hechos y, por lo tanto, también un acto donde es necesario olvidar. Recordar todo no es tener memoria, sino acumular sucesos, apilarlos.
“Lo cierto es que vivimos postergando todo lo postergable; tal vez todos sabemos profundamente que somos inmortales y que tarde o temprano, todo hombre hará todas las cosas y sabrá todo”, concluye Borges en Funes el memorioso.
La memoria se reactualiza y define en cada ámbito. Desde su uso político hasta el uso de los políticos. Memoria es desaparición y también aparición en un espacio-tiempo que confluye.
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