Baja de internaciones: “De esto no te salva un milagro, de esto te salva la vacuna”
Lo aseguró Orlando Huser, jefe del Departamento Clínico del Hospital Central. Su relato sobre los años de pandemia y su visión sobre cómo continuará.
El jefe del Departamento Clínico del Hospital Central, Orlando Huser, aseguró que la vacunación cambió el panorama. Foto: Unidiversidad
No hay milagros, hay vacunas. Y entre quienes esperan un milagro que salve de padecer las formas graves de COVID-19 y quienes se vacunan hay un abismo que observa a diario Orlando Huser, jefe del Departamento Clínico del Hospital Central. Quienes esperan el milagro sufren complicaciones, ingresan a terapia intensiva, tienen riesgo de muerte; quienes se vacunan presentan menos síntomas, cuadros leves o moderados y pasan poco tiempo internados.
Que no hay milagros que salven de morir por COVID-19, sino vacunas que morigeran la virulencia de la enfermedad, no es una teoría del nefrólogo de 61 años: es la práctica de caminar a diario los pasillos del hospital más grande de Mendoza, de observar ese abismo que separa a quienes están vacunados de quienes no lo están. Dice que la vacunación lo cambió todo, que fue una bocanada de esperanza, la primera desde el 11 de marzo de 2020, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia.
Desde ese día –cuenta– el hospital fue todo COVID: se amplió la capacidad, tanto en unidades críticas como en clínica, se dejaron de lado especialidades y especialistas, y se cerraron los consultorios externos, algo que hoy –de a poco– empieza a cambiar. El centro médico fue –y es– el reflejo de la vida en las calles, del apego o desapego a las medidas de prevención, de las decisiones políticas, de las peleas, de las noticias falsas, de las teorías de pseudocientíficos sin ningún sustento: todo impacta en el enorme edificio ubicado en el centro de la Ciudad.
Huser comparte con Unidiversidad las experiencias de estos dos años puertas adentro del hospital y su visión sobre cómo evolucionará la pandemia, que –aclara– no terminó. Dice que aprendieron mucho, que están mejor formados, pero que el costo fue altísimo: murieron pacientes y colegas, a veces solos, a veces sin certeza de cómo ayudarlos; por eso, está convencido de que las afectaciones a la salud mental perdurarán por un largo tiempo.
Frente a lo desconocido
¿Cuál es su evaluación sobre la experiencia de estos dos años?
Los médicos estamos conformes con la tarea que cumplimos, estamos mejor formados. Fue un aprendizaje ante algo desconocido que creó mucha ansiedad, no sabíamos qué nos pasaba si nos contagiábamos, pero, a la vez, sabíamos que teníamos que estar al lado de quien se contagiaba, atendiéndolo. Hoy, esa ansiedad ha aflojado y nos deja una gran enseñanza en todos los estamentos, desde los jefes de servicio hasta los residentes, que fueron la cara visible y los que trabajaron la pandemia de frente. Con la disminución de los casos, uno puede ver retrospectivamente qué errores se cometieron, qué cambiaríamos, pero en general, creo que se actuó bien, que los pacientes tuvieron respuestas.
¿Cuáles fueron los momentos más difíciles?
Personalmente, me golpeó mucho cuando mis pacientes trasplantados renales y algunos que estaban en diálisis se contagiaron, ver cómo los afectó el virus y murieron. Me afectó mucho porque es una especialidad de pacientes crónicos: los conozco, inician un tratamiento, después el trasplante, el seguimiento, entonces son 5, 10 años de relación, de verlos en forma permanente, y que de repente esta enfermedad los mate me afectó mucho. Por eso, el aprendizaje no es solamente médico, sino también es mirar la vida de otra forma, porque la pandemia nos puso a todos cara a cara con la finitud de la vida: creemos que vamos a vivir 70, 80 años, y de golpe nos ponen delante un virus que dice: "Hasta acá llegaste", y ese choque fue muy importante. Creo que tenemos que vivir de otra forma, no mirando la luz al final del pasillo, sino disfrutando lo que vamos caminando hasta el final del pasillo.
¿Qué momento de satisfacción recuerda?
Fue con un paciente trasplantado, joven, que se enfermó de COVID y estuvo en terapia muchos días. Es un paciente inmunosuprimido, y verlo salir adelante, seguir con sus proyectos de vida, fue una satisfacción enorme.
¿Cuáles fueron los salvavidas en los momentos de angustia?
Mi familia especialmente y mis compañeros de trabajo. El saber que todos estamos en lo mismo, que tu espalda está cubierta y que vos cubrís otra espalda, te hace sentir parte de un grupo bien abroquelado, entonces es difícil que se salga una pieza, y eso te da mucha tranquilidad.
¿Cómo afectó esta situación la salud mental de los y las profesionales de la salud?
La salud mental fue muy afectada. Sin estar en áreas críticas, pero haciendo prestaciones en ese sector, he visto a los profesionales llorar, sufrir, padecer, y mucha gente se quebró, mucha gente tomó decisiones…. Hemos tenido suicidios de los que no sabemos si esa fue la causa, porque sabemos que es multicausal, pero casualmente fueron en áreas críticas y gente joven. También hay una serie de trastornos de ansiedad que todavía afectan a las personas. Por suerte, con la disminución de casos, uno empieza a respirar otro aire de esperanza, es volver a una cierta normalidad con un montón de bagaje aprendido, lo que no tiene precio, o mejor dicho, el precio que se pagó fue muy alto, muy doloroso, pero todos en el hospital se pusieron la pandemia al hombro: administrativos, camilleros, enfermeros, técnicos, todos.
El nefrólogo contó que fue víctima de infomedia porque intentaba buscar respuestas para las preguntas de sus pacientes. Foto: Unidiversidad
Otro hospital
¿Qué cambió en el hospital con la pandemia?
La pandemia cambió el hospital rotundamente: el servicio de clínica médica pasó a tener 100 camas de internados COVID-19; la terapia, que tenía 7 camas, pasó a tener 58 solo COVID-19 con el 100 % de ocupación y, a veces, tenías que tener pacientes con respirador en la guardia. Todos los servicios cambiaron, se creó una unidad de seguimiento de pacientes post covid, se sumaron cardiólogos, neumonólogos y otros especialistas cuando se empezaron a ver las afecciones que provocaba la enfermedad. Hubo una conciencia que es muy difícil en nuestra sociedad: trabajar en equipo quizás en medicina parece más fácil desde afuera, pero si uno lo ve desde adentro, es más difícil porque cada uno cree que la verdad de uno es la verdad, pero el trabajar en equipo te demuestra que con la suma de las verdades de cada uno recorrés más camino que Individualmente.
Al inicio de la pandemia no se sabía mucho de la enfermedad. ¿Cómo enfrentó ese proceso?
Por lo menos en mi caso, fui víctima de la infodemia: me suscribí a Johns Hopkins, a Science, a todas las revistas donde iban publicando; a New York Times, que tenía un apartado especial. Iba buscando, refrescando, no solo lo relacionado con mi especialidad, sino información general. A eso se sumó el trabajo en equipo, el contacto con la gente de neumonología, de cardiología, de terapia, porque vas enriqueciendo el conocimiento de cada una de las especialidades, más la tuya.
¿Fue difícil decirle "No sé" a un paciente, cuando en nuestra sociedad tenemos el preconcepto de que el médico tiene las respuestas?
Creo que con el paciente uno tiene que ser sincero, informar, pero no mal informar. Si no conocés, no conocés, y esa es la realidad. Pero yo no puedo decir "No conozco" y quedarme ahí, sino decir "Hoy no conozco y averiguo para ayudarte", era lo que hacía y por eso fui víctima de la infodemia, porque buscaba informarme por todos los medios para saber si en todo lo que leía había alguna respuesta para lo que venían a preguntar. En esos primeros meses, leí muchísimo, después fui seleccionando y buscaba saber qué pasaba en otros lados para saber qu{e nos iba a pasar a nosotros, porque no nos iba a pasar nada distinto.
De vacunas y noticias falsas
¿Qué cambió con la vacunación?
Todo. No eran los mismos los pacientes o el personal del hospital sin vacunar que después de vacunarse. Cuando empezó la pandemia, quienes se contagiaban la pasaban mal, terminaban internados y muchos murieron. El primero fue un enfermero muy querido. Fue la primera cachetada: no verlo más en el consultorio, en el día a día, fue tremendo. Cuando empezamos a vacunarnos, la cosa cambió, la sintomatología no era tanta, no había tantas complicaciones. Fue la primera bocanada esperanzadora, porque antes veías las neumonías, las complicaciones cardíacas, y después solo tos, fiebre, cuatro o cinco días de síntomas. La vacunación es muy importante, por eso uno no entiende a quien no quiere vacunarse, porque realmente las vacunas te permiten padecer una enfermedad sin las complicaciones graves. Nosotros sabíamos, por ejemplo, que si un paciente que se internaba no mejoraba en determinada cantidad de días, íbamos a pasarlo a máscara de oxígeno de alta presión; si no mejoraba en tantos días, lo íbamos a pasar a la terapia con intubación; si no mejoraba, iba a hacer falla renal, y si hacía falla renal, fallecía, que fue el 83 o el 87 % de esos pacientes de acuerdo al seguimiento que hice durante ocho meses. Entonces, que llegue la vacuna, que los casos graves empiecen a disminuir, es decir que las internaciones sean por cuadros moderados que no pasan a graves, eso lo cambia mucho.
¿Cómo impactan en el hospital las decisiones políticas, las peleas, las noticias falsas, las opiniones sin ningún sustento científico?
Mal. Personalmente, creo que el barro político es espantoso y es el gran responsable de la decadencia y anomia que tenemos en la sociedad. Es una irracionalidad total, porque todos estábamos padeciendo esto, acá no había rojos, ni colorados, ni petisos ni altos. A todos nos iba a afectar y, no obstante eso, por negocio político siguieron alimentando esto. Había personajes, por llamarlos de alguna forma, que hablaban cosas que científicamente no estaban comprobadas como si fueran una verdad relevada. Antes de decirlo como verdad revelada, tenés que tener la comprobación científica, pero no, y deambulaban por todos los canales. Lamentablemente, muy pocos periodistas trataron esto con profundidad, era más el impacto, el boom, quién hacía más estruendo con una noticia que ver quién informaba mejor.
Esas noticias falsas, en especial respecto de las vacunas, ¡también impactaron en el hospital?
Hicieron mucho daño. Las redes sociales son una buena herramienta, pero también son el campo para todo esto. Recuerdo a un pseudocientífico que decía tener un montón de títulos, que se pasó horas en canales de televisión, pero cuando hablaba, uno se daba cuenta de las falacias y, sin embargo, la gente lo tomaba. Eso es así porque queremos que nos salve un milagro, pero de esto no te salva un milagro, de esto te salvan las vacunas y el tener una conducta pensando en uno y en el otro, por ejemplo, con el uso del barbijo y la distancia social, que van en contra de nuestras costumbres porque evitan que te abraces, pero ahora tenemos que vivir de otra forma porque esto está presente. Por eso digo que esas peleas, esas noticias falsas, dañaron mucho y creo que son las que van a prolongar la pandemia en la Argentina, porque el virus va a atacar a todos, sí, pero va a atacar más a aquellos que no se vacunen. Ha pasado con el sarampió:, desapareció en Argentina hasta que un montón de padres antivacunas no vacunaron a sus niños, obviamente atacó a los que no estaban vacunados y se produjo un brote. Con esto va a pasar lo mismo: los vacunados nos vamos a contagiar, pero va a pasar como un resfrío común y silvestre con 24 o 48 horas de síntomas y nada más; el no vacunado es el que se va a poder complicar y nos va a ocupar las camas, los servicios, las terapias.
¿Esa es su proyección?
Sí, creo que va a ser así. También espero que, más allá de que se piense que una población sana es la que mantiene la economía, que es así, también se piense que no hay población sana sin una economía que le dé de comer todos los días, porque está visto que el desnutrido se moría antes de COVID-19 que el bien nutrido, entonces es una ecuación difícil, pero para eso están, para tomar estas decisiones. Lo otro importante es que sigamos eligiendo bien las vacunas, que la vacuna no tenga ideología, porque, si bien todas las vacunas son buenas, si podemos elegir la que tiene eficacia del 98, 96 %, entonces compremos esa. Pensemos en la población, porque la que tiene el 68 % no te la van a vender más barata. Eso es lo único que pediría a quienes hoy tienen la posibilidad de decidir.
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