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05 DE NOVIEMBRE DE 2024
El licenciado en ciencias políticas y diputado provincial, Gustavo Arenas, reflexiona sobre la reactivación del Ferrocarril Trasandino como herramienta estratégica para consolidar la unión latinoamericana.
Diputado Gustavo Arenas
En la actualidad, el sistema Cristo Redentor es el principal enlace terrestre entre Argentina y Chile, y opera como el punto de confluencia de conexiones de un intenso tránsito proveniente del MERCOSUR hacia Chile y los mercados de ultramar en el Pacífico, a través de los puertos de Valparaíso, San Antonio y Quinteros, en la V Región trasandina.
Este cruce se encuentra sobre el eje horizontal comercialmente más relevante de ambos países, en el cual se asientan las ciudades y los centros de consumo y producción más significativos de cada lado de la frontera, en el marco de un intercambio sociohistórico y cultural que se enriquece y reafirma cada vez más con el transcurso del tiempo.
Ese trazado geopolíticamente estratégico comprende y enlaza las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, San Luis y Mendoza, por el lado argentino, las cuales albergan más del 60% de la población argentina y representan más del 50% del Producto Bruto Interno (PBI). Mientras, al atravesar la Cordillera de los Andes, del lado chileno se encuentran la V Región de Valparaíso y el área metropolitana de Santiago, que congregan casi el 50% de la población y concentran más del 50% del PBI chileno.
Esas características tan significativas, que tienden acentuarse con el tiempo, han hecho que el Sistema Cristo Redentor concentrara en el 2009 un flujo anual de 1.683.368 pasajeros y 4.625.871 toneladas de cargas transportadas, así como un tránsito de 205.505 vehículos particulares, 29.278 colectivos y 310.135 camiones, según se desprende del Estudio de Optimización del Paso de Frontera Sistema Cristo Redentor.
En este marco, su localización como centro de convergencia desde y hacia el Pacífico origina una creciente demanda de tránsito que tiende a seguir incrementándose y a superar su capacidad de operación.Todas esas características conllevan a que el desafío actual en ese sentido pase por adecuar el paso a la demanda, mediante una optimización sustancial de su funcionamiento que, además de mejoras estructurales, considere la reactivación del ferrocarril como un medio absolutamente seguro que anteriormente ya funcionaba.
Efectivamente, el Ferrocarril Trasandino prestó servicios desde 1910 hasta 1984. Luego de su colapso, el tráfico terrestre a través de la Cordillera de los Andes Centrales se efectuó exclusivamente mediante el tránsito vehicular por el túnel internacional Cristo Redentor.
En este período, el gran desarrollo que se ha registrado en Argentina y Chile provocó que el tráfico vehicular haya crecido a tasas exponenciales hasta superar la capacidad del paso, lo cual obliga a buscar soluciones alternativas, entre las que un sistema ferroviario con un túnel de baja altura que una ambas naciones surge como la más efectiva.
Las proyecciones realizadas al respecto estiman que a través del sistema ferroviario se podría incrementar el actual tráfico anual de cinco millones de toneladas a 70 millones de toneladas y que se podría operar todo el año al evitarse interrupciones por contingencias climáticas, lo que redundaría en una mayor previsibilidad y confiabilidad en los tiempos del transporte.
Asoma como otro punto sumamente relevante que el tránsito ferroviario es más eficiente desde el punto de vista energético, ya que consume el 70% menos de energía por tonelada transportada en comparación con otros sistemas. También implica una mayor seguridad vial, ya que, en proporción a las toneladas transportadas, la siniestralidad en ferrocarril es mucho menor, por ejemplo, con relación a los camiones. Asimismo, traería aparejada más rapidez en el tránsito de las mercaderías hacia los puntos de destino.
Es este trance es que la reactivación debe darse como un elemento fundamental en la recuperación de la planificación estratégica clara y firmemente desarrollada por el Poder Ejecutivo Nacional a través de la decisión política del presidente Néstor Kirchner, y continuada por la actual gestión de la mandataria Cristina Fernández de Kirchner, que fue sostenida con la creación de un organismo específico para el área: el Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios.
Después de las interrupciones democráticas ocurridas en las décadas del ’70 y el ’80 en todo el continente, en los últimos años se han dado pasos en un proceso de integración más profunda y solidaria entre los pueblos de Latinoamérica, único instrumento eficaz para enfrentar la pobreza y la exclusión social en nuestra región, así como consolidar las democracias, el crecimiento y la generación de empleo a través de una complementación productiva.
En este aspecto, el hito más reciente fue el ingreso de la República Bolivariana de Venezuela al MERCOSUR, el 12 de agosto de 2012, lo que permitió fortalecer y colocar al bloque regional como una de las economías más consolidadas del mundo. De por sí, este hecho representa un gran acontecimiento histórico dado que se logró en simultáneo con las graves crisis que atraviesan actualmente algunos países tradicionales y supuestamente consolidados de Europa.
Igualmente, la inserción de los países latinoamericanos fuertemente aliados en el contexto internacional avanza firmemente gracias al crecimiento verificado en el MERCOSUR a través del Acuerdo de Complementación Económica firmado con Chile en 1996, la reciente incorporación de Venezuela y, en futuro cercano, la de Ecuador.
De esta manera, como una respuesta adecuada a la consolidación de grandes espacios económicos en el mundo, la integración regional ha pasado a ser, más que un anhelo, una necesidad dentro del nuevo contexto mundial, en el cual el intercambio de bienes y servicios se ha incrementado de manera exponencial y, al consolidarse a escala planetaria entre las diferentes áreas geográficas, exhorta a la necesidad de contar con una infraestructura adecuada para participar competitivamente en el mercado global.
Es en este punto donde se comprueba que la competitividad de una región es directamente proporcional a la calidad de su infraestructura y que, dentro de ésta, el transporte es uno de los factores de mayor relevancia. Así, en lo relacionado con el transporte se debe procurar la integración entre las distintas modalidades para aprovechar y complementar las ventajas competitivas de cada uno.
Todas estas acciones deben encararse sobre la base de que Argentina y Chile cuentan con un amplio marco institucional en cuyo ámbito se acuerdan y planifican acciones para consolidar la integración física, plasmada fundamentalmente en el Acuerdo de Paz y Amistad firmado en 1984, y ratificado en 2009 mediante el Tratado de Maipú y los acuerdos y protocolos complementarios.
De esta manera, siempre guiados por las acciones señeras de integración hacia nuestros hermanos chilenos, la recuperación del Ferrocarril Trasandino se posiciona como una herramienta estratégica para consolidar la unión latinoamericana, ese sueño tan anhelado por nuestros próceres desde los primeros albores de la libertad en esta tierra de oportunidades en la cual Mendoza se erigió como un enclave fundamental.
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