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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
Hace dos años hubo un brote de ataques femicidas, tanto como el que estamos atravesando en esta primavera violenta contra nuestras compañeras de especie.
Una de las imágenes más difundidas de Janet Zapata.
Hace dos años escribí con bronca que “el femicidio después de ser tipificado como delito crece sin pausa. Los varones damos vergüenza”. Ahora la bronca muta en tristeza y viceversa.
Pero es tiempo de hacer notar que las acciones oficiales de aquel momento, al igual que en este, son inútiles en tanto no demos señales claras de rechazo al flagelo y dejemos de comentar estas situaciones como si viéramos un espectáculo macabro por la tele. Ya van 11 femicidios en los 9 meses transcurridos del año (contando el último caso en el que un padre mató a su hija adolescente en Luján).
Ya no hay secretos posibles para estas vidas tan compartidas y tan aisladas a la vez. Y esta es una explicación para las víctimas.
Dos mujeres fueron arrasadas en la última semana. Sus finales deben haber sido horribles por el solo hecho de ser mujeres. Janet y Julieta son las mismas que antes se llamaron Johana, Soledad, Gisela y siguen los nombres.
Ninguno de nosotros los varones, se pone en sus zapatos.
Nosotros podemos caminar con ciertos temores por la calle, pero nunca sabremos lo que es sentirse observado por ojos de lobo hambriento.
Nosotros nunca sabremos lo que es cruzarse de vereda para evitar una sombra amenazante que se mueve detrás nuestro.
Nosotros difícilmente temamos que nos maten por celos.
Por otro lado, están nuestras demandas. Por ejemplo: tenemos la necesidad de desear antes de mirar. O sea, no vemos a las mujeres, más bien olemos a las hembras.
Somos dominantes porque somos básicos y eso es una gran ventaja para nosotros, porque vamos directo al grano y no nos hacemos mucho problema porque el mundo es de los prácticos y los que sufren son los débiles.
Además de las congénitas débiles féminas, hay que contar en esta fauna a niños, niñas, ancianos, discapacitados hasta homosexuales y cualquiera que tengan alguna limitación y que nos signifique un escollo, y que por “necesidad” zoológica deberemos ignorar o en el extremo, suprimir.
La idea de matar hasta la muerte es nuestro sueño orgásmico por la impotencia que experimentamos al ser rechazados por alguien que, según me enseñaron de tiempos ancestrales, salió de nuestras propias costillas.
Así somos los tipos. A esta altura ya no me pregunto qué nos pasa, como hace dos años. Para este tiempo ya acepté que no nos pasa nada, sino que todos los que no son tipos como nosotros, son elementos que nos pueden ser útiles y descartables a la vez.
La última semana de septiembre de 2016 la voy a recordar como un período corto de tristeza colectiva, pero ni en pedo pienso en ponerme en esos incómodos zapatos de tacos altos. Los tipos no nacimos para comprender a las “otras”.
Hasta que la próxima ola machista nos arrastre a “lamentarnos”, entonces.
janet, julieta, johana, gisela, soledad,
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