Así conquistaron el mundo los gatos domésticos

Científicos de la Universidad de Leuven, en Bélgica, aseguran que el gato salvaje se hizo doméstico atraído por los ratones de las granjas. Luego viajaron desde Oriente Próximo y Egipto a nuestros hogares.

Así conquistaron el mundo los gatos domésticos

El gato bengala es una raza de gato de pelo corto creada por el hombre con la intención de conseguir un gato de aspecto fiero y salvaje (Foto: hogarmania.com)

Ciencia

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Unidiversidad / Fuente: El Mundo

Publicado el 28 DE JUNIO DE 2017

Dicen que si un gato pasa una noche en una casa se queda definitivamente en ella. Estos pequeños felinos, asiduos protagonistas de videos en internet que a veces parecen conspirar sobre la dominación del mundo, lo que han logrado conquistar es por lo menos nuestro hogar y sobre todo nuestro sofá.

Les pertenecemos, según nos ven ellos a nosotros, y en sus dominios entra todo lo que ellos creen suyo, lo que incluye desde nuestro más preciado sillón hasta nuestra cama y, por supuesto, nosotros mismos. Los gatos nos tiene bien amaestrados y de no poner coto a esa fascinación con la que nos seducen, seríamos los dueños los que acabaríamos ronroneando para llamar su atención.

Es un encantamiento que viene de lejos y, aunque no siempre fue el animal casero que conocemos, su historia y evolución está ligada en parte a esa atracción que producen las elegantes formas de este pequeño felino.

El primo salvaje del gato doméstico, un Felis silvestris de hábito solitario cuenta con cinco subespecies de las que sólo una, el gato salvaje africano (Felis silvestris lybica) sucumbió a su vez a la cercanía del hombre y fue domesticado con éxito.

Lo atrajo el ratón que frecuentaba los almacenes de granos de los primeros agricultores, los del Oriente Próximo, 7.500 años antes de Cristo. Y así, persiguiendo a la que ya por aquel entonces era su más codiciada presa, el ratón se introdujo en los graneros y el gato en nuestras casas. El beneficio de tenerlos cerca para controlar las plagas contribuyó a una asociación que ha perdurado hasta nuestros días.

Esta es la conclusión a la que ha llegado un grupo de científicos de hasta 25 instituciones que, en un trabajo conjunto publicado en la revista Nature, develan cómo se produjo la domesticación de los felinos.

Estas subespecies "difieren bastante en su morfología y sobre todo en su comportamiento. Felis silvestris lybica tiene una actitud más amistosa con los seres humanos, en comparación, por ejemplo, con el gato montés europeo", le dijo a El Mundo Claudio Ottoni, coautor del estudio por la Universidad de Leuven, en Bélgica.

Mediante el análisis del ADN de 200 muestras de gatos provenientes de tumbas vikingas, momias egipcias y yacimientos de la Edad de Piedra, los investigadores revelaron que la domesticación del gato ocurrió en dos lugares distintos, el Próximo Oriente y Egipto, y se propagó a otras regiones, en dos oleadas que llegaron a Europa.

El trabajo, liderado por Eva-María Geigl, del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) de París y Claudio Ottoni, cuenta además con contribución española.

"Hemos suministrado el material de los yacimientos españoles, zona en la que hasta la fecha no constaba gato alguno analizado paleogenéticamente, y hemos participado en la contextualización e interpretación de los datos", explicó Arturo Morales Muñiz, del Laboratorio de Arqueozoología de la Universidad Autónoma de Madrid, coautor del estudio junto a la española Laura Llorente.

 

Domesticados y viajeros

La comparación del ADN tomado de estos gatos antiguos en distintos lugares ha permitido trazar por dónde viajaron los intrépidos felinos que desde Oriente Medio aparecieron en Bulgaria y Rumanía hace 6000 años. La segunda oleada surgió de su domesticación en el antiguo Egipto.

Son los gatos de la época que se conservan momificados en yacimientos y museos. Representados en innumerables pinturas de esta cultura, los gatos egipcios se extendieron hacia Europa con las rutas comerciales del imperio romano, probablemente para controlar a los roedores de los barcos durante el primer milenio antes de Cristo.

"Es posible que fuera en la sociedad egipcia cuando algo cambió en el comportamiento de los gatos: evolucionaron hacia una disposición más amistosa con los seres humanos, lo que probablemente los convirtió en los animales domésticos que conocemos hoy en día. Formaban parte del hogar, pero todavía guardaban habilidades de depredadores que los hicieron útiles cazadores de ratones a bordo de las naves", ha comentado Ottoni.

Esta dispersión fue incluso más intensa en la época vikinga en la Edad Media, cuando era incluso obligatorio llevar a los felinos a bordo, lo que explica que los investigadores hayan encontrado ADN de gato egipcio en el puerto vikingo de Ralswiek, lo que confirma su transporte a lo largo de las rutas comerciales marítimas al norte de Europa.

Los gatos egipcios y vikingos "no se diferenciaban morfológicamente, pero sí son genéticamente diferentes", aclaró Ottoni. Estas diferencias de linaje entre las poblaciones de gatos egipcios, vikingos o del Oriente Próximo y Medio son las que "nos hizo pensar que los gatos de Egipto viajaban a bordo de naves recorriendo largas distancias", añadió.

Sin embargo, estos primeros felinos amaestrados no eran como los de ahora. Desde los primeros gatos salvajes domesticados, hasta las mascotas actuales que todos conocemos, el pelaje de estos animales ha ido variando de un patrón listado, como el de la piel de las caballas, a un conjunto de manchas atigradas que aparecieron por primera vez en los gatos turcos en el siglo XIV.

La esbeltez de estos pequeños felinos adornada con estos llamativos dibujos fue ampliamente valorada durante la sociedad del siglo XIX y ayudó a popularizar la tenencia de estos animales de aspecto elegante que hoy conviven en nuestras casas y someten a sus dueños a su bella tiranía.

¿Continúan nuestros queridos mininos su evolución? "Por supuesto", aseveró Morales. "De hecho, dado que las poblaciones de felinos son cada vez mayores, con millones de individuos, cabe suponer que generen cada vez una mayor variación heredable, y por tanto, una evolución cada vez más intensa", estimó. "La evolución nunca para", añadió, por otro lado, Ottoni. "En qué dirección es algo ya difícil de decir", concluyó el investigador.

 

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