Artistas barriales consagrados
Durante su visita a Edición UNCUYO, el escritor Ramón Ábalo nos regaló una parte de su última obra, próxima a salir de la imprenta: La Calle Larga, la Media Luna, un mundo en camiseta. Aquí, el anticipo.
Foto gentileza de Ulises Naranjo para MDZol.
Sin proponérselo, el Armando, el Alberto Ayala –el Oscar Mathus– y el Tordo Nieto, otro muchacho del barrio, habían conformado un pequeño núcleo artístico y atractivo, pues uno era el animador, el otro cantor y guitarrista y el Tordo, bailarín de gatos, cuecas, chacareras y malambos. Alguna vez fue la primera, cuando por casualidad seguramente, alguien los invitó a su cumpleaños y allí expusieron sus cualidades artísticas, lo que supuso un gran éxito.
Entonces vino la invitación para el casamiento de la Beba este sábado, y para el martes, el cumpleaños de la nena, y el viernes, el bautizo, y así de seguido, por lo que durante un largo tiempo no había en Pedro Molina, una fiesta familiar o social en la que el grupo no tuviera participación preponderante. Por su parte, el grupo de los íntimos, el Agustín, el Lolo, el Paco, el Ramón Mendoza y el Lopecito, los acompañaban incondicionalmente y con verdadera fruición, pues los convites eran, además, convites a mesas generosas con carnes de aves, chanchos, empanadas, picadas de fiambre y queso, aceitunas, albóndigas con tuco, ensaladas, y la abundancia bebestible sin disimular.
Para el pobrerío de entonces, y en especial los de la Calle Larga, la solemnidad de los ritos de las bodas, los cumpleaños y los bautizos, se complementaban con la festividad de la música, el canto, la danza, la comida y el vino, y para las damas y los más chicos, la limonada casera: “todos los pueblos que se precian en la vida y la muerte rinden respeto a los dioses alrededor de la buena mesa…”, filosofaba el Negro Mendoza con el asentimiento unánime de los vagos.
Tal vez sería el centésimo convite, y esa noche fue en lo de don Ceferino que por fin había podido casar a una de sus cinco hijas, “…amalaya qué suerte la mía, todas chancletas…” solía quejarse en el bar, por eso esa noche iba a tirar la casa por la ventana, por lo que tampoco podían faltar los artistas barriales, ya consagrados y cuya presencia era cada vez más expectante en los círculos sociales del barrio. Esa noche, en efecto un grupo de damas, se encargaban de pasarse información sobre la prosapia de los invitados, hasta que llegó el grupo artístico y su círculo, que se había convertido en una especie de claque, es decir, aplaudidores sin pausas a cada intervención del Armando, el Ayala y el Tordo. Una de las damas más emperifolladas, daba cuenta de la catadura de cada uno de los grupos, “…¿quién es ese?...”, preguntó otra dama y aquella respondió, “… ese es el Tejada Gómez, animador y poeta…”, contestaba, “…¿y ese otro?...”, “…ese es el Tordo Nieto, bailarín de folclore, si vieras cómo baila el malambo…con cuchillos…”, “…¿y esos otros?...”, - …¡Ah esos otros! ¡Esos son los que toman vino! -".
Fuente: La Calle Larga, la Media Luna, un mundo en camiseta. (De próxima publicación)
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