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26 DE DICIEMBRE DE 2024
Alejandro Vázquez acompaña desde el arte y los cuidados paliativos a personas con enfermedades terminales y brinda talleres con herramientas para enfrentar las crisis.
Taller de empoderamiento para mujeres rurales en Ugarteche, realizado por el arteterapeuta Alejandro Vázquez (a la izquierda de la foto). Foto: gentileza.
“Todos venimos al mundo con una sentencia de muerte”, dice Walter White, alias Heisenberg, en la aclamada serie Breaking Bad (Vince Gilligan, 2008-2013) y lo saben muy bien quienes han sido diagnosticados o diagnosticadas con enfermedades terminales. Por eso, naturalizar el proceso de la muerte y acompañar para sobrellevar el dolor es a lo que se dedica Alejandro Vázquez con la arteterapia.
“No estamos preparados para convivir con el dolor, lo evitamos. Una sociedad que premia el éxito evita el dolor”, aseguró a Unidiversidad Alejandro Vázquez, arteterapeuta especialista en el dolor y final de la vida, docente en la Facultad de Ciencias Médicas (FCM) de la UNCUYO. El referente, además, da talleres y charlas sobre su trabajo en los que se brindan herramientas para que el dolor y los duelos sean más llevaderos.
“El dolor tiene una dimensión biológica, que es de la que se encargan los médicos en general, y luego está la dimensión psicoespiritual del dolor. Por ejemplo: tenés una enfermedad en la que te tienen que cortar la pierna, te la cortan y ya no hay más dolor biológico. Lo que duele es saberse sin pierna. No todos los dolores se curan con una aspirina, porque el dolor tiene esa dimensión mucho más amplia”, definió el especialista.
Particularmente, Vázquez está especializado en cuidados paliativos, por lo que su principal trabajo es el acompañamiento de pacientes con enfermedades terminales, tanto de ellos y ellas como de su entorno. “A mí lo que más me interesa es acompañar en el final de vida de una persona. Una vida bonita se merece un final bonito”, dijo.
El último taller que dictó fue nombrado Cuando todo se derrumba: "herramientas para afrontar las crisis". Es que para el referente, “cuando aparece una crisis, cuando la persona que más amás se va, te deja o vos te encontrás ya no amando más, te encontrás con la muerte de una persona cercana o perdés un trabajo, la estructura que tenías armada se derrumba, y la universidad no nos enseña cómo manejar esas cosas”.
Las herramientas con las que trabaja Vázquez varían de persona a persona porque, según explica, “somos cuerpos del dolor”, ya que toda nuestra biografía, en mayor o menor medida, está atravesada por el dolor. Entonces, depende de las experiencias vitales, de la biografía del dolor que cada uno o cada una tenga, los mecanismos o las herramientas con las que la persona podrá afrontar las crisis.
“Hay una parte que es indestructible, fuerte, sólida, en cada persona. Pero uno solo lo va a descubrir en la medida en que se somete al proceso de deconstrucción y que se encuentra con lo inevitable”, dilucidó el especialista, y con “lo inevitable” se hace referencia al dolor, a naturalizarlo, aceptarlo y expresarlo.
Para esto último, expresar –que en su etimología significa “quitar presión”–, Vázquez acude como herramienta central al arte. Para él, el arte es una herramienta, “es una excusa, un pretexto, un camino, un umbral. Es ponerle palabras o forma a lo que no se puede nombrar. El arte es el camino para que algo común y corriente se vuelva extraordinario. Una experiencia de dolor puede pasar a ser de algo ordinario a algo extraordinario”.
Y es que desde la perspectiva con la que trabaja el arteterapeuta, no es cierto que el tiempo todo lo cura porque no siempre se puede curar el dolor. Se puede hacer más liviano, más llevadero, pero no se cura del todo. “A veces hay que quedarse en silencio, a veces hay que mirar a las personas a los ojos, a veces no hay que mirarlas porque la mirada les duele, a veces hay que quedarse, a veces hay que irse a un rinconcito. Tocarlo, a veces no tocar al paciente. Como un compás. Vas danzando con el otro. Pero para poder paliar los dolores del otro, tenés que trabajar los propios; de otro modo, cada vez que el otro te hable de su dolor y vos no lo tengas resuelto, y porque somos cajas de resonancia, aparecen. Eso es lo fantástico de acompañar el dolor, que te invita a trabajarte”, finalizó el referente.
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