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Marcos Levín, dueño de la empresa de colectivos de larga distancia La Veloz del Norte, está imputado por haber participado de las sesiones de tortura a sus empleados, a quienes había denunciado por una estafa que no existió. Este lunes, tras una postergación, comienza el juicio en Salta.
Marcos Levín, el empresario acusado de delitos de lesa humanidad en Salta (Foto: gentileza saltaentrelineas.com)
El Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Salta comenzará este lunes a juzgar al empresario del transporte Marcos Levín y a tres policías por los delitos de persecución, detención ilegal y tortura en perjuicio de un empleado de la firma de la que era propietario, "La Veloz del Norte", en 1977. El inicio del proceso oral y público fue reprogramado para que el imputado Víctor Bocos, que se encuentra atravesando un post quirúrgico que lo limita a presenciar las audiencias, participe por videoconferencia desde su domicilio.
De esta manera, a partir de las 14.30 del lunes, el Tribunal compuesto por Marta Liliana Snopek y Federico Santiago Díaz, y por Gabriel Casas, titular del Tribunal Oral de Tucumán y subrogante en esta causa, investigarán la responsabilidad de Levín y de Víctor Bocos, expolicía y empleado de la firma La Veloz del Norte, el exagente Enrique Cardozo y el exjefe de la Comisaría Cuarta, Víctor Hugo Almirón.
Levín está acusado de la detención ilegal y torturas, en calidad de instigador, en perjuicio de Víctor Manuel Cobos, que en 1977 era delegado gremial en la firma de transporte de pasajeros La Veloz del Norte, además de miembro de la Comisión Directiva de la Unión Tranviarios Automotor (UTA). Cobos había encabezado un reclamo gremial por mejoras laborales en 1977, lo que derivó en su detención, y a Levín se le atribuye complicidad con la última dictadura militar.
La estafa que nunca existíó
Marcos Levín nació en Santiago del Estero, tiene 76 años y fue hasta hace muy poco dueño de la empresa transportista La Veloz del Norte, y sigue siendo uno de los hombres fuertes del poder económico en la provincia: llega a este juicio en libertad. Aún es propietario del hotel Alejandro I, uno de los más exclusivos de la capital salteña.
Hace 38 años, cuando era el joven jefe de la compañía, presentó una denuncia contra 24 empleados por una estafa contra su empresa que nunca existió: los acusaba de robar boletos y talonarios. Uno a uno, durante enero de 1977, 22 de ellos fueron detenidos y llevados a la comisaría 4ta. Al menos 15 fueron torturados. Con las huellas evidentes de los apremios, los detenidos eran llevados ante el juez Jorge Alberto Trincavelli en la propia comisaría. El juez, en presencia de los torturadores, les sugería amablemente firmar la declaración en la que admitían haber participado de la maniobra. Mientras, Bocos les decía que si no lo hacían los reventarían a todos en el mirador de San Lorenzo o los harían desaparecer atrás del templete de San Cayetano.
En un primer momento, Trincavelli procesó a ocho, aunque años más tarde todos fueron sobreseídos por prescripción. Muchos de ellos fueron reincorporados a la empresa. Con el tiempo, el juez Trincavelli fue ascendido a fiscal general de la provincia. De no haber muerto, estaría sentado en el sillón de los acusados junto al empresario.
A Levín no le bastaba con haber radicado la denuncia. Él mismo supervisaba el avance de la investigación: varios trabajadores lo vieron o escucharon trajinando los pasillos de la seccional, queriendo saber si sus empleados habían “confesado”.
El primer día de su detención, a Cobos le pasaron electricidad en todo el cuerpo: ojos, boca, cuello, estómago, axilas, tetillas, en la punta del pene y los testículos, mientras Bocos le decía que lo iban a dejar impotente. Esa noche los dejaron esposados en el patio, bajo la lluvia. Con el tiempo, el propio Cobos reconoció que en su calvario estaba presente Levín: en una de las sesiones de tortura, lo reconoció por su perfume. “Por ello, llegó a la conclusión de que Levín fue el autor intelectual de las torturas a las que fuera sometido y afirmó que se trataba de una táctica que este utilizaba frecuentemente cuando quería lograr algo en contra de sus empleados”, consigna el requerimiento de elevación a juicio de la fiscalía.
Sonia Rey, una azafata afiliada a la UTA que estuvo tres noches secuestrada en la 4ta., vio a Levín hablando con dos personas de civil. Cuando la liberaron fue a verlo. Cuando lo tuvo enfrente, le preguntó por qué había inventado la historia de la estafa. Por respuesta, Levín la llamó traidora y desgraciada.
Víctor Manuel Cobos fue exonerado de la empresa “La Veloz del Norte” y recuperó su libertad el 19 de abril del año 1977. Su familia, identificada con el peronismo revolucionario, fue devastada por la dictadura militar. Su hermano Martín, con 17 años, fue asesinado durante un operativo contra su casa. Su hermano Enrique tuvo que exiliarse en el exterior. De la causa penal por estafas salió sobreseído por prescripción de la acción penal. En 1984 y 2008 relató su calvario ante la justicia federal. Su denuncia logró llevar al banquillo al primer empresario complice de la dictadura. Hoy estarán frente a frente en el estrado judicial.
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