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26 DE DICIEMBRE DE 2024
Por Jorge Fernández Rojas
Ilustración: Pablo Pavezka
Jorge Fernández Rojas
Publicado el 18 DE FEBRERO DE 2017
“Amanece en la ruta, no me importa dónde estoy
Me he dormido viajando y he soñado tan intenso
Y en ese sueño yo me veía en ese auto, pero no
No era el mismo porque estaba todo roto en su interior”
Miguel Zavaleta
La trágica y espiritual canción de la banda Suéter, que lideraba Miguel Zavaleta, fue una forma poética de contar en primera persona el viaje trascendental de quien termina su vida en un auto en llamas. Una forma de mirar, después de la muerte, lo que se puede ver tras un impacto mortal a bordo.
El artista partió de la idea de que esta forma de morir es tan frecuente que merece ser relatada en el traspaso de lo existencial a un plano intangible. Para más datos, Zavaleta se inspiró en el choque fatal de su primo.
Eso confirma que la muerte violenta en el tránsito es una cuestión cotidiana que se lleva más vidas que cualquier otro motivo entre la población más joven de cualquier conglomerado del planeta. La razón, en un esfuerzo por analizar este fenómeno, debe tener un punto firme (no el único) en la responsabilidad del conductor. En eso coinciden los expertos en accidentología vial.
Hay una percepción personal, compartida por muchos que nos consideramos “conductores”. Es una idea común como reflexión colectiva: que en realidad, en vez de conducirnos hacia nuestro destino sin advertirlo a tiempo, sólo apuntamos hacia un punto de nuestro mapa cotidiano. Esa actitud nos vuelve seres peligrosos, como si fuéramos el dedo que presiona el gatillo de un revólver que se dispara con nosotros (y con los desprevenidos acompañantes) adentro y que se dirige al centro del blanco sin mediar otro ORNI (objeto rodador no identificado) en nuestro trayecto.
Buscando argumentos sobre esto encontramos posiciones evolutivas y positivas que se centran en la capacitación para lograr conductores y no francotiradores del volante.
El psicólogo Daniel Deputat dirige una escuela de manejo. Su método resulta porque apunta a dominar y superar el miedo a conducir. El profesional toma al miedo “como una emoción fundamental para el ser humano, porque se vincula con la supervivencia de la especie y funciona como un sistema de alarma”.
El experto Carlos Trad Fager remarca en este compendio de Edición U que la educación vial “es el aprendizaje de conocimientos, hábitos y actitudes en relación con las reglas, normas y señales que regulan la circulación de vehículos y personas por las calzadas y veredas, que permitan a la persona dar una respuesta adecuada (segura y fluida) en las distintas situaciones de tráfico en las que se pueda ver inmerso, ya sea como peatón, pasajero o conductor”.
La definición ensayada por Héctor Roitman, especialista en accidentología vial, aporta más luz en este recorrido. Para él, un vehículo “es un arma y necesitamos saber todos sus detalles”.
Las otras aristas del problema se abordan en este informe donde se da por entendido que la combinación de los componentes genera el choque inminente en cada esquina o ruta de Mendoza. Avancen en la lectura, señores conductores, pero respetando la puntuación.
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