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Juan Scalco y una muestra que transita su legado artístico
“Habitar, trabajar y disfrutar” es el nombre de la muestra que recorre parte del trabajo de un ...
21 DE FEBRERO DE 2025
Rastros innegables tiñen los sentidos. Palabras, sabores y colores. Lo podemos vivir en nuestro día a día como una realidad, pero nadie contó su historia. El pasado los pintó invisibles, los dejó en la oscuridad. La danza y su ritmo africano se atreven a pasar el cepillo a contrapelo. El relato negado cobra vida, el pasado africano es, existe, su aparición es un grito que suena como canto. Los seres nacidos como terrones de tierra se sacuden y comienzan esta danza-oración. Muertos, raíces, espíritus, sacudidas y espasmos en armonía con el tiempo presente infinito. Se nutren de la naturaleza. Árboles en tormenta, zarpazos despedazando, la furia pétrea de las grietas. Son transformaciones vivientes que necesitan de la metamorfosis para poder unirse, integrarse. Para poder ser lo que no son, enfrentarse a ello y renacer. La libertad en rito, ritmada, resonando en la piel. Expiación y alegría, hambre y redención. El alma gregaria soplando los cuerpos, iluminando las caderas, decorando su existir con tambores, saltos y cabellos. No hay más fronteras, ni género, ni pena, ni dolor, danza sólo danza. El esqueleto se invierte, ahora vive afuera. Se pueden ver los huesos pintados en la piel y descubrir que su trazo es ritmo. Todas las cosas, todo el trabajo, todos los sonidos son el ritmo. Cada paso que dan es ritmo. Todos están en este ritmo, en este momento. Todo es ritmo. El imaginario del que fueron expulsados resquebraja sus aparentes límites y también entra en su juego disfrazado de máscara. Los animales agazapados salen a pasear, la tierra entra en sus venas, circula en ellos es saliva, sangre, sudor que se confunde con el polvo que levanta. Si se afina la percepción se puede captar a la vida subiéndoles por la planta de los pies, decantando la existencia, y la transmutación final: el relámpago que todo se lleva. Manos, dedos, durezas, fuego, golpes y fuerza. La hermandad de la madera y el cuero traduce su fiereza en sonidos telúricos. Tienen la capacidad de hacer temblar la tierra, reavivar la herencia y retumbar la memoria ¿quién es son esos hombres y esas mujeres? Invisibles eran, ahora la vibración hace que nuestros ojos despierten, y veamos lo que siempre estuvo allí. Ya no hay cuerpo, música o danza. Es todo fogata ardiente, todo baile-oración. Un sutil hormigueo en los ojos los cierra, el preámbulo. El fuego se hace explosión y se eleva. Surge un eje universal, vibrante con el firmamento que es materia en adoración. La tierra y el cielo en danza cósmica, el cuerpo humano en plena recepción de su energía original. Paula Janin
Temporada: 1 Capítulo: 4
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