CONTEMPORÁNEA 

¿A caso somos cuerpo? ¿nos pertenecemos a nosotros o somos de la sociedad, del estado, de la música, del universo o de la nada? ¿De quién es nuestro cuerpo?Algunos dicen que somos mujeres y hombres huecos. Contornos sin forma, sombras sin color,Paralizada fuerza, ademán inmóvil. Otros que el cuerpo no es más que un medio de volverse temporalmente visible y que todo nacimiento es una aparición.

Entramos en la corriente con este grosor que nos rodea y vibramos en este, nuestro volumen, la experiencia. Se nos dio la aparente libertad de jugar con la materia que somos, de crear, de tocar, estallar, desplazarnos y apretar. Pero nunca de desaparecer.

¿Elegimos? ¿Qué podemos elegir? Danzar. Un vacío presente, un lugar de lucha, un lugar donde someterse puede ser representado y al fin visto, donde lo invisible surge. Y las prosas aclaman “Si los poderosos le temen al arte es porque encuentra un sentido que las atrocidades no encuentran, un sentido que nos une, porque es finalmente inseparable de la justicia”.

Temblamos antes del salto, y yacentes nos entregamos al primer impulso. El tiempo se convierte en contacto y geometría. Manifiesta para pausar el devenir insistente del mundo, para existir en todo lo que es, en todo lo que hay y por fin habitarnos.

Existencia y ausencia se debaten por los paisajes interiores. Estallan en refulgentes ojos que en su mirada interna espejan luces, formas y sombras. La realidad copiada del otro lado del espejo en oración a la inspiración, a la poesía hecha gestos corpóreos.

Belleza en armonía, construida de paño y sal, de mar y diálogo, en un vaivén creador de círculos, triángulos, y gravedad. Hay un hilo que levanta manos, pies y hombros, susurra en los oídos de quien lo aviva: “Soy la actividad, la seducción, el placer. Todas las emociones son una delicia”.

Llevan antorchas en los dedos, arena en los brazos, soles en la espalda, se llevan entre sí y son llevadas por la naturaleza creativa. Sobre la madera que como símbolo de los bosques las abraza, porque todos los deseos son respetables, todos los cuerpos armoniosos y todas las sensaciones un camino hacia la belleza.

Al fin vemos el juego secreto, el ir y venir que fertiliza esta danza: la seducción. Ese estado místico, ese diálogo amoroso de la criatura con su creador. Entonces ya no hay más preguntas, sólo existe resplandor de la certeza, el cuerpo como un amado espacio de revelaciones y la danza como disolución del ego para integrarse al universo. La jaula se ha vuelto pájaro.