Alumnas de la UNCUYO crearon un proyecto de ropa sustentable, artesanal y para todos los cuerpos

Tres estudiantes de la Facultad de Ciencias Agrarias combinaron lo aprendido académicamente con su pasión por la costura y el bordado. A su vez, buscan generar un mínimo impacto ambiental, concientizar sobre la industria y ampliar los talles para cada tipo de cuerpo.

Alumnas de la UNCUYO crearon un proyecto de ropa sustentable, artesanal y para todos los cuerpos

Foto: Georgina Rivarola

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Unidiversidad / Ángeles Balderrama

Publicado el 27 DE MARZO DE 2021

La industria de la moda es una de las producciones más contaminantes a nivel mundial, que genera un impacto no solo en los recursos naturales, sino también en el desarrollo de las sociedades, las condiciones laborales y en la estima de los propios cuerpos. Por esta razón, Georgina Rivarola, Belén Blaustein y Ailén Vogel, tres alumnas de Ingeniería en Recursos Naturales Renovables de la Facultad de Ciencias Agrarias, crearon un emprendimiento de ropa sustentable, artesanal y para todos los cuerpos. Su pasión por la costura y el bordado se fusionó con los conocimientos académicos, y en plena pandemia, nació un gran proyecto: Palmonte.

“Empecé a hacer un curso de costura hace más de dos años y Ailén cosía desde hace mucho tiempo. Como a mí me gusta mucho la intervención, comencé a bordar. Ahí fue cuando le propuse a ella que empezáramos este proyecto juntas, porque yo lo venía pensando desde mucho tiempo atrás pero no me animaba. También le hablamos a Georgi porque le encanta todo el manejo de las redes sociales, y además de mostrar el producto, había que venderlo”, comentó a Unidiversidad, Belén Blaustein.

En este sentido, ‘Palmontesurgió durante el aislamiento por la pandemia y se hizo realidad en el mes de noviembre. Uno de sus objetivos es terminar con la necesidad impuesta de comprar ropa por temporadas “fast fashion” ya que no solo se consumen millones de litros de agua, desechan químicos y materiales que se emplean, sino también existe una gran explotación de personas, que confeccionan la ropa en condiciones insalubres. A ello también se suma que no todas las personas pueden encontrar ropa de su talle.

 

“La industria de la moda es muy contaminante y excluyente, entonces la idea fue tratar de unir los conocimientos que nos dio la carrera con nuestro hobbie, nuestra pasión que es coser. Por ahora estamos en una transición, porque seguimos comprando telas para poder hacer el proyecto y vender, pero nuestra idea es conseguir retazos de tela a través de donaciones y que se lleven un producto a cambio”, indicó Belén.

Colines, tabaqueras, bolsos, remeras, barbijos, faldas y pantalones son algunos de los productos que pueden conseguirse a través de sus redes sociales. Los mismos también siguen el proceso de reutilizar para no generar residuos. “Con los retazos que tenemos guardados desde el inicio empezamos a hacer muñecas y almohadones porque no queremos tirar nada y en un futuro nos gustaría que se conviertan en donaciones para niños y niñas que no reciban juguetes en su día, por ejemplo. Lo mismo pasa con el papel que usamos para la moldería, lo reutilizamos e hicimos etiquetas”.

“Todos nuestros productos tienen nombres autóctonos ya sea de plantas, animales o reservas. Queremos transmitir conciencia social, ambiental y artesanal, y revalorizar culturalmente aspectos mendocinos, como el monte y la montaña, para que al conocerlas se comiencen a cuidar. Nosotras no bordamos frases como New York, sino algo que represente lo local”, agregaron las estudiantes.

Otro de los puntos centrales del proyecto es la amplitud de talles. Cada persona que compra una prenda recibe un producto atemporal, es decir, no basado en las tendencias de moda impuestas por el sistema. “Buscamos que a todos les entren nuestros talles y constantemente estamos remodelando los moldes para que puedan usarlo todo tipo de cuerpo, y no sea solamente para talles chicos. La ropa de talle grande suele ser más fea, es una realidad, por eso queremos vestir a la mayor cantidad de cuerpos con cosas bonitas, de calidad”.

“Cuando empezamos a hacer productos artesanales nos dimos cuenta del tiempo y el trabajo que lleva cada artículo, entonces también empezás a ser consciente de cómo uno va y compra con tanta naturalidad, mientras que detrás de eso hay miles de mujeres, niñas, niños y ancianos trabajando”, dijo Belén.

En líneas generales, las jóvenes emprendedoras consideran que cada día de trabajo es “una locura”, pero la ayuda y apoyo de su familia permite que todo sea más ameno. “En la mañana organizamos si vamos a hacer moldería, costura, selección de telas o materiales, y después pensamos en dónde nos juntamos. También vamos ordenándonos para preparar lo que vamos a ofrecer el próximo mes. Nuestras familias nos apoyan muchísimo, y si bien estamos a punto de ser ingenieras, ya nos imaginan en un futuro con un taller. Ellos ven la alegría que esto nos produce”, detalló Ailén Vogel.

Por su parte, Georgina Rivarola comentó que su familia es una gran clienta, ofrece sus productos, los comparte y, “si tienen que hacer un regalo, nos compran a nosotras. Esperan el título universitario, pero también celebran nuestra alegría con el proyecto”.

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