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Así lo aseguró el jefe de Vialidad Nacional. Analizan proyectos para mejorar las condiciones de los caminos en alta montaña.
Las fuertes tormentas pusieron en jaque la infraestructura de la Ruta 7.
Unidiversidad / Juan Stagnoli
Publicado el 26 DE ENERO DE 2016
Martes 26 de enero de 2016. Después de 48 horas cerrado, el paso internacional Cristo Redentor se encuentra habilitado para el tránsito de todo tipo de vehículos y el paso El Pehuenche, en el departamento de Malargüe, colapsó por la cantidad de mendocinos y chilenos que intentaron pasar por esa vía.
Ambas situaciones son una consecuencia de los tres aludes que se produjeron entre el sábado 23 de enero y el domingo de 24 en alta montaña. En esta oportunidad, 3000 personas quedaron varadas por los desprendimientos de tierra, pero la situación no es nueva. En febrero de 2013 una fuerte tormenta, de similares características en esa zona, dejó varadas a 600 personas, que tuvieron que ser evacuadas.
El problema del paso internacional que une Argentina y Chile parece repetirse en los últimos años y con esto, la queja de los mendocinos y turistas que deben resignar su descanso ante la falta de respuesta de las autoridades que no pueden enfrentar estos sucesos climáticos. Desde Vialidad aseguran que el problema es resultado de los cambios climáticos y que trabajan en herramientas para mejorar las condiciones de la ruta, pero aún no se desarrollan estudios al respecto.
Daniel Rodríguez, Jefe del cuarto distrito de Vialidad Nacional, dialogó con Unidiversidad y aseguró que Vialidad no se encuentra preparada para enfrentar este tipo de situaciones climáticas. “Nosotros estábamos preparados para ir a sacar nieve, pero ahora cada vez más tenemos trabajo en verano por las lluvias. La nieve no es tan dañina como la lluvia, porque la lluvia rubrica la roca y cae en las grandes avenidas”, señaló.
Rodríguez agregó que la Ruta 7 no está preparada para enfrentar esta situación, por lo que es necesario realizar nuevos estudios en el lugar. El problema es que nuevas obras implican grandes cantidades de dinero y por esto mismo, los proyectos deben ser analizados en profundidad. En este sentido, adelantó que se trabaja en dos proyectos, pero que aún no tienen fecha definida. “En la zona de Cañada Seca se piensa en la construcción de un viaducto, es decir, un puente elevado sobre lo que existe. Se trata de una construcción de 400 y 500 metros”, explicó.
“En la zona de roca se debe hacer una limpieza para eliminar las rocas que están más proclives a caerse. Podríamos tratar de estudiar alguna obra de contención con mallas de alambre y otros trabajos que pudieran establecerse, pero aún no hay fecha”.
De todas maneras, el encargado de Vialidad admitió que obras de ese estilo son muy difíciles de realizar porque se trata de construcciones a largo plazo que requieren análisis y planificación. Según indicó Rodríguez, la planificación arrancó luego de los aludes de febrero de 2013 y ahora –casi tres años después– se puede arrancar la etapa de estudio.
“Desde 2013 cambió la forma de ver la cordillera. Nosotros teníamos estabilizada la zona, pero los problemas se han extendido. La idea es ver si de acá a futuro podemos dar con esos proyectos, pero aún no se pueden establecer”, explicó Rodríguez. En este sentido, el jefe de Vialidad explicó que la mayoría de los corrimientos de tierra son producto de las lluvias y, en menor medida, de movimientos sísmicos. Sin embargo, Rodríguez no precisó datos estadísticos.
En 2013, luego de los aludes en la montaña, Stella Moreiras, investigadora del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla) y una estudiosa de procesos como el que se registró en la ruta internacional, había asegurado que el 60 % de los aludes era por lluvias, y sólo el 30 % producto de movimientos telúricos. En esa oportunidad la investigadora analizó las defensas que existían para mitigar los efectos de la tormenta, como las mallas de contención y las alcantarillas, que se vieron superadas por el volumen de material.
Según explicó Rodríguez, los trabajos de vialidad cambiaron en los últimos tiempos para poder “contener a la montaña”. En algún momento los trabajos fueron sobre el río Mendoza, porque cuando crecía provocaba cortes de luz. Muchas veces se cambió el curso del agua para ir “conteniendo una montaña joven y viva, por lo que es difícil retenerla. No para de crecer y eso siempre te trae inconvenientes”, concluyó.
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