Alicia Morales y el desafío de mantener viva la memoria
En el marco del 24 de marzo, Alicia Morales dialogó con Unidiversidad. Contó sobre su militancia, su secuestro y la desaparición de su marido. Al ver las luchas actuales, asegura: “No nos han vencido”.
Foto cortesía de Alicia Morales
El Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia es una oportunidad para recordar el pasado reciente que deja huellas en nuestro presente. En este contexto, la expresa política Alicia Morales contó su historia, que es la historia de un país marcado por las luchas sociales y también por el genocidio.
"Mi nombre es Alicia Morales. Soy expresa política y tengo hoy 68 años. Del 24 de marzo de 1976 al 2021 han pasado 45 años y no nos han vencido. A pesar de los compañeros y compañeras que no están, de los muertos y los desaparecidos, a pesar del ‘Algo habrán hecho’, a pesar del terror y la saña, hemos sobrevivido", son las palabras que elige la entrevistada para presentarse.
Alicia Morales es peronista. Su papá también lo fue y eso le costó ir preso durante el golpe de 1955, con la autodenominada "Revolución Libertadora". Ella tenía tres años en ese momento, que abrió una etapa de 18 años de proscripción al movimiento más popular del país. La militante rememoró los años en los que las fuerzas armadas interrumpieron una y otra vez la democracia: “Yo recuerdo los tristes hechos del bombardeo a la Plaza de Mayo, las persecuciones, las muertes, el odio contra Evita aun después de muerta, el exilio de Perón y los largos años de sometimiento y entrega de nuestra patria”.
Setentistas
En la década del 70, Alicia empezó a tener participación política. Ella es de San Rafael, pero se mudó a la capital mendocina para estudiar en la universidad. Junto a Juan José Galamba, su marido, integraron centros de estudiantes desde su participación en la Juventud Universitaria Peronista (JUP).
“En la época de los 70 había una conciencia de país, un sentimiento de cambiar toda la injusticia a todo nivel”, describe la entrevistada. “Había toda una juventud comprometida, que discutía y quería un mundo diferente”.
De hecho, estudió Diseño Industrial por compromiso con la soberanía nacional: “Decíamos que la soberanía pasaba por no seguir pagando marcas, royalties y patentes a la industria extranjera. Yo tenía 17 años y ya teníamos esa visión de país”. En ese momento, recordó, “el 90 % de los estudiantes formábamos agrupaciones, teníamos discusiones políticas, económicas, analizábamos la realidad y proponíamos”.
Alicia Morales, Juan José Galamba y su hija, Natalia Galamba
“Después, el golpe, el famoso ‘Algo habrán hecho’ que instalaron, hizo que fuéramos un poco parias al salir de la cárcel, al haber sobrevivido”, lamenta Alicia. Sin embargo, eso no hizo que dejaran de buscar caminos para seguir y por eso sigue militando: “Creo en la política y creo que es la única herramienta de cambio”.
La represión
El 12 de junio de 1976 a la noche, personal policial y del Ejército ingresó violentamente a su vivienda en la calle Rodríguez, de Ciudad. Alicia fue secuestrada junto con su hijo Mauricio (dos meses), su hija Natalia (un año y medio), su compañera María Luisa Sánchez Sarmiento y las hijas de ella (de dos y cinco años). Se las llevaron violentamente, rompieron todo a su paso y les saquearon la casa. Las alojaron en el D2 junto con sus niñas y el niño menor.
Alicia estuvo incomunicada durante meses, alojada en las celdas del centro clandestino ubicado en el Palacio Policial. Pasó mucho tiempo vendada y maniatada, en condiciones de higiene deplorables. No comían bien ni bebían el agua necesaria; tampoco las llevaban al baño regularmente. Posteriormente, la trasladaron a la Penitenciaría de Mendoza y después a la cárcel de Devoto, en Buenos Aires.
En mayo de 1978, fue desaparecido Juan José Galamba, el compañero de Alicia y padre de Mauricio y Natalia. Sin embargo, ella pudo reconstruir ese suceso recién con la publicación del Nunca Más: “Fue entre el 25 y el 26 de mayo del 78, previo al Mundial de Fútbol, junto con diez compañeros más en una gran redada que hicieron en lo que ellos llamaban ‘los guerrilleros que habían resistido’”.
La entrevistada repasó: “Fui presa política, asesinaron a mi compañero –Juan José Galamba–, me alejaron de mis hijos, me los quitaron de la celda –porque los detuvieron conmigo–, se robaron todo de nuestra casa; el D2, donde estuve por varios meses, la prepotencia y la saña de sus amenazas, la tortura, la cárcel de Devoto (...)”.
Su detención estuvo signada por los malos tratos: “La tortura es una cosa que en realidad no sé si se puede entender –afirma Alicia–. Yo lo único que sé es que resistimos”. La resistencia y la solidaridad también signaron la estadía en la cárcel de mujeres durante la dictadura.
Solidaridad y resistencia
En el penal, los captores buscaban maneras de destruirlas y, como contrapartida, las mujeres buscaban permanentemente maneras de sobrevivir: “Sobrevivimos gracias a la conciencia de la solidaridad”, aseguró Alicia.
En la cárcel de Devoto tenían un “economato”, que le llamaban ellas: “Las que podían poner plata, hacíamos las compras para todas las del pabellón y de otros lugares”, relató la expresa política. Y agregó: “Hacíamos las compras en común para poder mantener la mejor salud posible dentro del penal y sostener, sobre todo, a las que estaban más débiles”.
Alicia Morales en la sentencia del cuarto juicio (26-07-2017). Foto: Inés Nieto
El bien colectivo fue priorizado por sobre el bien individual. Las estrategias de supervivencia eran de lo más ocurrentes. Entre ellas se dictaban clases de la disciplina que cada una conocía y también leían mucho. “Por la ignorancia de los milicos, podían entrar libros de historia que nos servían para estudiar y discutir con las compañeras”, recuerda la entrevistada.
Se hicieron una rutina para “poder estar bien”, pero cuando “los milicos” empezaron a notar su bienestar, comenzaron a hacer requisas. Destruían todo dentro de la celda y las obligaban a desnudarse. Como ellas no accedían, las enviaban castigadas por una o dos semanas a “los chanchos”, que eran calabozos en el subsuelo, sin siquiera cama, donde permanecían aisladas del resto, sin ropa y comiendo de vez en cuando.
“Todo era para tratar de que nos quebráramos, de que nos entregáramos mental y físicamente —asegura Alicia—. Y esa fue nuestra lucha diaria hasta que salimos”. Los estragos que hacían solo generaban “que fuéramos cada vez más solidarias con todas y cada una de las compañeras”. Dentro de la cárcel, los lazos que quisieron quebrar se fortalecieron.
El desafío es mantener viva la memoria
“Salí en libertad el 30 de agosto del 80. El miedo fue, durante esos primeros años, terrible”. Alicia volvió a San Rafael y, a pesar de que su padre y su madre habían hecho muchas investigaciones, no sabían nada de Juan José Galamba.
Juan José Galamba
Ella estuvo en contacto con el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, donde averiguaron muchas cosas. Su papá hizo audiencias hasta con el ministro de Seguridad de la Nación, pero siempre había algo oculto.
“Es una larga historia, luego de la cárcel, recuperar mis hijos y seguir luchando por la desaparición de 30 000 esposos, padres, hijos, hermanas y hermanos. Y la justicia, los juicios a los genocidas, que aún hoy no terminan”, resume la militante.
El paralelismo con la actualidad se hace inevitable para Alicia: “Sigue la injusticia con miles y miles de trabajadores que los gobiernos neoliberales azotan”. Veinte años después de finalizada la dictadura, el gesto del flamante presidente dio un respiro de esperanza: “[Los gobiernos neoliberales] no soportan que Néstor Kirchner bajara el cuadro del no votado presidente, asesino y cómplice de todas las injusticias y atropellos de los más débiles, de un pueblo entero”.
Llegaron los juicios de lesa humanidad. Alicia Morales pudo declarar por su detención ilegal y por el secuestro y desaparición de su compañero, Juan José Galamba.
Alicia declara en un juicio por delitos de lesa humanidad. Foto: Guadalupe Pregal
Cuando recuperó la libertad, intentó retomar la carrera de Diseño Industrial, pero “era exactamente lo contrario de lo que era cuando yo inicié. Había cambiado todo y ahora el diseño industrial estaba al servicio del mercado, para sacar productos superfluos de grandes empresas y no al servicio de la gente”, lamentó Alicia. Los dos o tres proyectos de tesis que presentó fueron rechazados por ese motivo.
Decidió continuar por otros caminos y trabajó con temáticas de mujeres, como la jubilación de amas de casa y la violencia de género. También participó del proyecto municipal “Vivienda para todos” e incluso fue comerciante, pero el trabajo fue algo accesorio en su vida. Lo importante, asegura ella, es que siempre siguió militando.
Hoy integra una asociación de personas jubiladas autoconvocadas, donde promueven y difunden los derechos de adultas y adultos mayores. También forma parte de la agrupación de expresas y expresos políticos de San Rafael y está en comunicación con un grupo de expresas y exiliadas de la Ciudad de Mendoza.
Alicia Morales concluyó: “Mi militancia sigue siendo con la gente”.
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