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20 DE DICIEMBRE DE 2024
Es docente de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNCUYO, donde dirige además el Centro de Investigaciones y Vinculación Económica (CIVE). Especialista en macroeconomía, desmenuza las particularidades de la siempre conflictiva economía argentina.
Foto: Prensa UNCUYO
Leonardo Oliva
Publicado el 15 DE DICIEMBRE DE 2021
En un país como la Argentina, donde los problemas económicos son crónicos, Alejandro Trapé siempre tendrá insumos frescos para investigar. Docente de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNCUYO, donde además dirige el Centro de Investigaciones y Vinculación Económica (CIVE), este economista de la “macro” lleva más de 30 años analizando los vaivenes de los números de nuestro país, donde todas las recetas parecen haber fracasado.
Sin embargo, el pesimismo no es el tono de esta entrevista. Trapé explica por qué todos somos –o deberíamos ser– economistas, de qué manera el sentido común es un componente central de la economía y cómo la pandemia de COVID-19 afectó la manera de elaborar políticas económicas. Lo hace con una certeza: “Las reglas de la economía no van a cambiar esencialmente porque la pandemia fue un problema extraeconómico”.
¿Qué es realmente la economía? Porque, en este país, parece que todos sabemos de economía…
Efectivamente, todos sabemos algo de economía, aunque no sepamos que sabemos, pero el sentido común y el criterio hacen a la economía, son centrales. Entonces, cualquier decisión que uno tome con sentido común siempre tiene algún contenido económico porque la economía trata de ver cómo toma decisiones la gente en función de lo que tiene y lo que desea hacer con lo que tiene. Nosotros a eso le llamamos los recursos y las necesidades: qué te gusta hacer, cómo te vas a desarrollar en tu vida y los recursos que tenés o podés ir generando. Eso es una decisión económica, microeconómica, porque la toma una persona. Después, cuando te vas hacia un país o un grupo de países, están las decisiones macroeconómicas, que tienen que ver con los recursos del país y con los deseos de la población. Eso es la economía: tratar de hacer con los recursos que uno tiene lo mejor posible para alcanzar el mayor bienestar.
¿Por qué eligió usted ser economista?
En realidad, yo no elegí desde el principio estudiar economía. Yo empecé la carrera de contador público y en aquel momento, en los años 80, había un ciclo básico junto con la licenciatura en Administración. Cuando ingresé para hacer ese ciclo básico de contador, resulta que las poquitas materias de economía que veíamos me fascinaron. El problema que teníamos es que el economista era todavía un bicho raro y no había mucho trabajo. Entonces, en tercer año, cuando terminamos ese ciclo básico, con dos compañeros más dimos un salto sin saber si había agua en la pileta y nos pasamos a Economía. “Encontraremos trabajo, pero esto es lo que nos gusta”, dijimos. Desde entonces, vengo estudiando la economía.
¿Hay que saber mucho de números para ser economista?
La economía no es solo números, pero los números ayudan. Las estadísticas ayudan a entender muchos fenómenos, los números ayudan a cuantificar y a mostrarle a la gente mucha gente. Por ejemplo: si yo doy una charla de economía donde hablo del PBI, de la inflación, de la pobreza, le tengo que poner números para que la gente lo entienda mejor. Sin no te gustan los números, si no te gusta la matemática, la economía te va a costar. Pero, personalmente, yo soy un economista no matemático, uso poco la matemática, lo indispensable. Tiene relación, pero la economía no es matemática, usa la matemática y usa los números.
¿Cómo cambió la pandemia la manera de entender y analizar la economía?
-Eso todavía no lo hemos visto porque estos cambios en la manera de producir política económica se van produciendo a muy largo plazo y muy lentamente. Como dice una autora, Silvia Nasar, que ha escrito un libro muy bonito sobre los economistas y su vida privada, es “la gran búsqueda” (así se llama el libro). Todos los economistas han ido, y vamos porque me puedo incluir, discutiendo el tema sabiendo que ninguno tiene la verdad. Hay mitos que se derriban y verdades que vuelven a resurgir. Entonces, no creo que podamos ver todavía una reacción efectiva a lo que pasó en la pandemia. Las reglas de la economía no van a cambiar esencialmente porque la pandemia fue un problema extraeconómico, un problema que vino de afuera de la economía. Esta no fue una crisis del capitalismo, ni una crisis del socialismo ni de un ciclo económico. Esto vino de afuera y se está resolviendo con el remedio que vino de afuera, que son las vacunas. Los economistas en eso no tenemos nada que ver, sí en entender los efectos económicos que sobre el mundo produjo la pandemia.
Pero esos efectos fueron desiguales en los distintos países…
Podemos ver que hay modelos o países que se acomodaron mejor, que tuvieron más resiliencia para soportarlo. Entonces, probablemente nos haga razonar acerca de algunas cosas, quizás nuestro razonamiento estaba demorado: cosas como la distribución del ingreso, la pobreza. A países que eran más desiguales, la pandemia les cayó encima más pesado porque tenían sectores más marginados que terminaron fuera del sistema, pero, insisto, no creo que esto esté generando un nuevo paradigma económico.
La pandemia está generando un problema de inflación en el mundo que no es extraño para los argentinos, pero sí para la mayoría de los países. ¿Es transitorio o llegó para quedarse?
Yo creo que es un fenómeno que va a ser pasajero porque el mundo le va a prestar atención y lo va a resolver. Estados Unidos, que tiene una meta del 2 % de inflación anual que ahora se la ha ido al 5 o el 6 %, por lo que están muy preocupados, va a concentrar su atención en eso. Lo mismo les va a pasar a Europa, a China; le van a prestar atención y lo van a resolver. ¿Y qué vamos a haber aprendido? Que, en situaciones como la pandemia, extremas, hay que ayudar a la economía con política monetaria, por ejemplo, emitiendo dinero, pero después hay que absorber ese dinero; si no, tenés el problema de la inflación. Es una herramienta, es como tomarte una aspirina cuando tenés dolor de cabeza, pero después no vas a seguir tomándola cuando se te pase el dolor. Argentina, en cambio, es una cosa totalmente distinta en materia de inflación.
Argentina lleva al menos una década de estancamiento. ¿Tiene un problema económico o político?
Si nos ponemos a indagar en los últimos 40 años, sin temor a equivocarme, Argentina tiene varios problemas económicos y varios problemas políticos. ¿Quién fue primero, el huevo o la gallina? Es difícil decir si los problemas económicos derivan de la política o los problemas políticos derivan de la economía. Está claro que hay una mezcla de impericia política e impericia económica, en la que se han reiterado recetas fallidas en lo económico. Los políticos a veces han impuesto demasiadas exigencias a la economía y dejado de lado las recomendaciones de los economistas cuando estas no han sido políticamente vendibles o cuando han tenido costos políticos. Por ejemplo, el economista recomienda que, para resolver el tema de la inflación, hay que dejar de emitir dinero y corregir las cuentas fiscales. Claramente, eso al político no le gusta porque no vende: subir los impuestos, bajar algunos gastos, dejar de imprimir dinero… En ese caso, colisionan los políticos con los economistas y quien tiene el poder es el político, es el presidente o la presidenta, quien gobierna, pero no está tan claro decir si la culpa la tienen los políticos o los economistas.
¿La economía debe estar subordinada a la política o es al revés?
En un mundo ideal, no tendríamos que hablar de subordinación de ninguna respecto de la otra. En un mundo que funcionara idealmente, lo que debería pasar sería que el político fuera un individuo que ausculta cuáles son los deseos de las personas, de la sociedad a la que representa, y el economista fuera una persona que conoce bien cómo funciona la economía y le puede decir al político qué cosas de las que la comunidad quiere se pueden hacer y cuáles no. De esa manera, se vincularían los dos individuos y las dos disciplinas: la política que busca satisfacer el bienestar de la comunidad lo mejor posible y la economía que dice qué se puede hacer y qué no dadas las restricciones que existen. Por ejemplo: si el político le dice al economista que la gente quiere inflación cero, desempleo cero, pobreza cero y crecimiento del 20 % anual, el economista tiene que decir claramente que todas esas cosas juntas no las puede conseguir, tendría que elegir. Esta es la relación que deberían tener: no de subordinación, sino de cooperación.
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