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21 DE NOVIEMBRE DE 2024
Mahamadou Mounetakha, un inmigrante senagalés que vive en Mendoza, relata cómo es la vida de la comunidad africana en la provincia.
Fotos: Gentiliza de Mahamadou.
En Mendoza eligió el seudónimo de “Jack” para que “todos puedan nombrarlo”, cuenta y explica que su nombre originario, Mahamadou Mounetakha, “es de difícil pronunciación acá y allá también”. Nacido en Dakar, la capital senegalesa, llegó a la Argentina hace cuatro años, con 23 de edad; y hace dos meses y un poco más que es papá. Ahmed Tidiane se llama su bebé, “lleva el nombre del nieto del profeta Mohamed y es mendocino al igual que su mamá”.
Esos datos privilegia Mahamadou al momento de presentarse, minutos antes de empezar la entrevista y mientras elige el rincón más cómodo para la charla. Todo esto ocurre dentro del espacio en el que se reúne la comunidad senegalesa de Mendoza, cada jueves al final de la jornada laboral. Una especie de salón ubicado en el subsuelo de una galería céntrica es el punto de encuentro entre los africanos. El recinto a veces hace de depósito de la mercadería que comercializan y, otras, funciona como albergue para los recién llegados o para aquellos que aún no consiguen estabilizarse en un hogar.
Los africanos se reúnen dos veces por semana. “Una juntada es para contarnos cómo van nuestras cosas, para saber qué estamos necesitando y tratar de encontrar soluciones entre todos. También comemos juntos y nos pasamos un buen rato entre africanos”, dice. El otro encuentro se da los viernes al mediodía, pero los objetivos de las reuniones son “bien distintos”, ya que este último es de carácter religioso. “Vamos a la mezquita que queda en la Alameda y allí le rezamos a nuestro dios”. Mahamadou relata que en su país se profesa mayoritariamente la religión musulmana, a la que continúan rindiendo culto en esta tierra y “hasta con más fuerza”.
La intensidad con que siguen profesando el Islam es uno de los lazos que los mantiene unidos con la vida que dejaron del otro lado del Atlántico, en la búsqueda de “mejores oportunidades”, señala el joven senegalés en un español que por momentos se mezcla con su lenguas de origen que son el francés y el wolof.
Muchos de los senegaleses que llegan a la Argentina deben aprender de oído el español, con la práctica que les exige la necesidad de interactuar e integrarse a este nuevo contexto en el que se sumergen con la idea de progresar económicamente. Según Mahamadou no llegan a este país huyendo de su África, a la que prometen regresar una vez que reúnan el dinero necesario que les permita mejorar sus condiciones de vida, y la de los suyos, en Senegal. “Uno nunca va a cambiar su tierra por otra. Podemos buscar estar mejor, pero no cambiarla definitivamente”, asegura con convicción.
¿Qué los lleva a dejar Senegal y venir a la Argentina?
Uno tiene que buscar una mejor vida, no es que estemos tan mal en nuestro país. No estamos hambrientos ni en guerra, pero aquí venimos para mejorar nuestra vida, algo que allá se nos hace difícil. Acá lo que logramos, aunque con muchísimo esfuerzo, es progresar.
Apenas llegamos empezamos a vender en las calles con un maletín chiquito, después lo agrandamos y ahora ya tenemos locales en los persas. Por eso yo decidí traer a mi hermano y a mi primo para que trabajen conmigo, y así. Y ahí es cuando empezaron a llegar más senegaleses.
Ganamos casi lo mismo que en África, pero el peso acá tiene más valor que el cefa (franco CFA) que es nuestra plata. A nosotros lo que nos conviene es venir a trabajar y ahorrar y de allí mandar a nuestras familias algo de dinero porque rinde más.
¿Y por qué Argentina es el destino elegido?
Argentina no es muy conocida en Senegal, yo la conocí por el fútbol, especialmente por Maradona. Puede que esto haga que empecemos a averiguar sobre este país y nos termine trayendo a él.
Nunca me imaginé que yo podía llegar a conocer Argentina. Los senegaleses somos de viajar mucho. Pero al principio mi intención era conocer Italia o España, como hacen la mayoría de mis compatriotas. Los trámites los empecé a hacer para irme a uno de esos dos países, pero por una cuestión del destino terminé acá.
Y en tu caso personal ¿qué te trajo a Mendoza?
Hace cuatro años que llegué a la Argentina. El primer lugar donde estuve fue Buenos Aires, donde viví tres meses. De allí me fui a la costa de San Bernardo para trabajar y conocí a una pareja que me invitó a Mendoza. Fue para una Fiesta de la Vendimia y la idea era venir a vender bijouterí esos días y volverme. Así que vine con ellos, me alojaron y me gustó tanto que me terminé quedando.
La verdad que me resultó muy difícil porque en ese tiempo Mendoza no tenía muchos habitantes negros, y me sentí bastante perseguido: me miraban, me tocaban, me preguntaban, me costaba integrarme. Muchos creían que yo era brasilero, y cuando yo decía que era de África, más se sorprendían.
¿En qué condiciones legales llegan?
Ese es el mayor problema que tenemos, nosotros necesitamos radicarnos en el país para poder trabajar mejor y progresar y no tener conflictos legales, pero se nos complica con la documentación que se solicita. En Senegal no hay un consulado argentino, ni en Argentina un consulado senegalés, entonces llegamos y nos mantenemos en la clandestinidad mucho tiempo.
Son pocos los chicos que llegan directo a la Argentina, yo por ejemplo pasé por Portugal y de allí me crucé a Brasil y después de un tiempo vine para acá. Pero como muchas veces no sabemos de antemano que vendremos a Argentina tenemos que cruzar la frontera clandestinamente para ingresar. Muchos camioneros que hacen viajes internacionales nos dicen “yo te paso”, y para eso nos cobran, y nos dicen que es muy fácil y no es así después. Cuando lo hacemos inclusive corre riesgo nuestra vida, porque cruzamos a las tres de la mañana, escondidos, etc. Todo te puede pasar.
Es un problema porque los que vamos llegando no sabíamos que era así cruzar la frontera. Entonces como no ingresamos legalmente, después para radicarnos estamos obligados a casarnos o tener hijos, ya que en Migraciones nos dicen que para radicarnos acá tenemos que casarnos con una argentina o tener un hijo argentino. Como nuestra religión no permite que tengamos hijos sin casarnos, el matrimonio se hace obligatorio para nosotros. Pero al igual que todas las personas nosotros no vemos el casamiento como un negocio o un simple acuerdo, así que tenemos que buscar una compañera, conocerla, enamorarnos, es decir, una pareja normal.
¿Y por lo general alcanzan ese objetivo?
Muchos se casan, yo me casé hace un año y tengo un hijo de dos meses. Eso me permitió la radicación. Pero siempre pensamos que los términos para la tramitación deberían cambiar porque el noviazgo y el casamiento también se nos hace difícil también porque son relaciones que además de vincularse con los sentimientos exigen compartir costumbres, culturas y religiones muy diferentes como son las nuestras con las de Argentina. También está el tema del idioma, de la forma de vivir, no es para nada sencillo.
¿Cuál es su proyecto acá?
Primero, quedarnos para trabajar. Segundo, ir consiguiendo los papeles para los trámites. En Migraciones apenas llegamos nos dan un papel que nos pregunta cuándo, por qué y cómo llegamos a la Argentina. Ahí nos dan una especie de autorización precaria de residencia que debemos renovar cada tres meses hasta que estemos definitivamente radicados. En todo ese proceso algunos van consiguiendo pareja y van formando su familia. En la medida en que podamos viajar a Senegal a visitar a nuestras familias y llevarles dinero. Y luego regresar a trabajar.
¿Viven sólo de la venta de bijouterí o tienen otros trabajos?
No es fácil para nosotros encontrar otros trabajos por el tema del idioma, de la religión y de la documentación. Se nos ofrece mucho trabajo de noche, en boliches, pero nosotros tenemos prohibido tomar alcohol, debemos respetar a las mujeres, etc., así que directamente no los aceptamos. Y la venta de bijouterí nos sirve mucho. A veces nos preguntamos entre nosotros ¿Por qué no podemos cambiar de rubro? ¿Por qué vendemos siempre lo mismo?
Lo que pasa es que nuestros ancestros estaban muy vinculados con la bijouterí. Y los primeros senegaleses de esta nueva camada que fueron llegando lo retomaron. Los primeros compañeros que me encontré cuando llegué me abrieron el maletín y me dijeron: “vendemos esto”. Y yo les dije: “¿de esto viven?”, ahora nos estamos ampliando un poquito más porque tenemos los locales.
Ya estamos dejando de ser vendedores ambulantes, pero solo porque la municipalidad no quiere que andemos por las calles, porque para nosotros en lo económico no es más conveniente tener un local, al contrario. Vendíamos más en la calle, aunque sí es cierto que sufríamos mucho el frío, la inseguridad, el cansancio.
Ahora es más sano y más cómodo, con policías en la puerta del persa, estamos más calentitos, nadie nos roba pero vendemos mucho menos. En realidad las ventas están bajas por la crisis mundial que se vive a nivel económico.
¿Cómo los reciben los argentinos y los mendocinos particularmente?
Algunos nos reciben muy bien, otros muy mal. Recién le decía a los chicos que tenemos que aguantar muchas cosas, hay muchísimos que nos miran muy mal pero siempre encontrás al menos a una persona que te hace sentir bien y ahí decís “sí, acá me quedo”. Aunque hay chicos que cuando empiezan a caminar las calles sufren mucho la discriminación.
Aunque hay que destacar que acá hay gente que está lista para hacer cosas por nosotros. De todas maneras cuando llega alguien nuevo debemos albergarlo un tiempo y apoyarlo mucho por la indiferencia que sufren de parte de algunos argentinos. La mayor discriminación la sufren al principio, cuando intentan integrarse al resto. Por eso nosotros los vamos albergando unos meses, mientras empiezan a trabajar y a acostumbrarse al idioma, y luego ya empiezan a sentirse mejor y pueden seguir de manera más independiente y fuertes ante lo que les toque afrontar.
¿Qué cantidad de senegaleses hay viviendo en la provincia? ¿Están organizados?
Somos mucho menos que en Buenos Aires, por supuesto. Al haber un número tan grande de inmigrantes africanos en la Capital muchos se empezaron a distribuir en las provincias porque además las condiciones de trámites y de trabajo son mejores en el interior. En Mendoza somos más de 40 repartidos en distintos departamentos. Nos contactamos entre todos. Estamos tratando de conformar una organización, pero para eso tenemos que tener una personería jurídica y ese trámite también se nos complica. Es que no tenemos intermediarios, no tenemos cónsul ni embajador que haga llegar nuestras demandas y necesidades al Gobierno.
Tratamos de estar conectados entre todos los senegaleses del país, en Buenos Aires han progresado y ya hay muchas agrupaciones. Hace unas semanas falleció un compañero nuestro y tuvimos que reunir el dinero para enviar su cuerpo a África para que pueda ser despedido por su familia, y así lo hicimos.
¿Mientras tanto cómo se organizan?
Nos reunimos todos los jueves a la noche, al salir del trabajo. Para nosotros estos encuentros son muy importantes porque compartimos lo religioso, hablamos el mismo idioma, venimos del mismo lugar, creemos en el mismo dios, creemos en el mismo profeta y comemos lo mismo. Compartimos, somos una familia grande, nos ponemos al día de cómo estamos. Nos conocemos todos.
Es necesario estar juntos cuando nos encontramos tan lejos de nuestro lugar y de nuestra gente. Imaginate pasar año nuevo o un cumpleaños solito. Para nosotros levantar un teléfono y llamar a nuestra familia es muy caro. Por eso, cuando van pasando los años necesitamos volver a saludar a nuestras familias, estar un tiempo allí y después regresar a trabajar a Argentina.
¿Pero no se les complica volver a salir del país tanto en lo legal como en lo económico?
Sí, pero lo necesitamos. Es muy difícil, especialmente por los trámites. Pero por el dinero sólo hay que programarlo. Yo fui hace dos años e inmediatamente me fijé en la cabeza volver en el 2012, asique me dediqué a juntar la plata.
Vos le preguntas a cualquier chico senegalés que viva acá: ¿qué querés hacer? ¿qué te gustaría hacer?; y te contestan “ver a mi familia y volver”. Porque acá estamos bien, con nuestras dificultades, pero bien. Y como muchos vamos formando nuestra familia en Mendoza, también nos acostumbramos a tener una parte nuestra acá y otra allá.
Por eso te digo, el pasaje de ida no es tanto el problema como para volver, porque tenemos que juntar más papeles y eso a veces nos retrasa el regreso.
¿Han tenido dificultades para ser atendidos en hospitales o en escuelas?
No, siempre nos han atendido muy bien. Mi bebé nació en el Hospital Lagomaggiore y cuando necesito que lo vean lo llevo y no hay ningún problema. En Buenos Aires se vive en peor condiciones respecto a estos derechos. De hecho, acá te dan la certificación de residencia que allá no te dan, es muy distinto.
¿Pueden interiorizarse además de lo que pasa en la realidad de este país?
Sí, es que en Argentina si no estás hablando de política estás hablando de fútbol.
¿Y qué pensás por ejemplo de este Gobierno?
No me gustaba mucho la política, pero yo lo que noto es que la Presidenta tiene ganas de trabajar. Además es una mujer y hay que apoyarla.
¿En qué crees que los senegaleses aportan a los mendocinos como sociedad?
En las ganas de aprender que traemos. También en el respeto que nosotros les tenemos a los mayores, yo acá no lo noto tanto como a en África. Allá los padres mantienen a sus hijos hasta los 20 años, a partir de ese momento los hijos están obligados a mantener a los padres, por ejemplo.
Además en nuestra idea del trabajo. Nosotros no nos metemos en problemas, estamos muy dedicados al trabajo todo el día, tenemos nuestro tiempo libre organizado, los viernes vamos a la mezquita, los jueves nos reunimos acá. Cuando tenemos tiempo jugamos al fútbol, los negros aquí en Mendoza tenemos nuestro propio equipo.
¿Sabías que hay estudios genéticos que dicen que los mendocinos también tenemos ancestros africanos?
A mi contaron que acá habían muchos negros y que los mataron en la guerra. Y siento que ya va venir otra vez la sangre negra, porque cada vez nacen más chicos de africanos y mendocinos aquí y los niños van creciendo.
Quiero explicar también que los negros vienen de África. Antes que obtuviéramos nuestra independencia, teníamos nuestro jefe de tribu según las zonas del continente, ellos eran los encargados de vendernos a los franceses. Por eso, para mí era importante aclarar que no sólo los blancos nos han explotado, entre negros también.
¿Y qué has aprendido en estos años en Mendoza?
Siento que ahora la gente se da cuenta quiénes somos los negros, los africanos. Gracias a que aprendimos a relacionarnos con los argentinos, también supimos decirles quiénes somos.
¿Qué es lo que más extrañás de África?
Mi mamá.
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