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23 DE DICIEMBRE DE 2024
El autor de la columna es Juan López, escritor, periodista y director de la colección Literaturas de Ediunc
«Merece lo que sueñas». (Octavio Paz).
Es normal que la primera noticia sobre un escritor «desconocido» que gana un premio literario importante contenga inexactitudes. El José Niemetz ganó este martes el Premio Clarín de novela 2018. Nos avisó hace dos semanas, a los amigos de años, algunos compañeros de Letras de la UNCuyo a principios de los ochenta, que era finalista y estaba muy emocionado, hoy alguien diría que estaba «remanija». Le pedí que me enviara el pdf de la novela, pero después me corregí, y en un acto de fe, le respondí «aunque va a estar grosso poder comprarla cuando ganés».
El martes ganó ese premio y de inmediato nos enteramos por estas tierras. Y como gente ultramontana que suele ir a la ciudad de Buenos Aires por mínimas temporadas porque allí se asfixia, nos alegramos profundamente, y respiramos igual. Y la emoción nos dura, por supuesto.
Las inexactitudes de la crónica de Clarín son estas dos: un «escritor de General Alvear» y «su primera novela». Bueno, cierto, el José vive hace más de 30 años allí, se enamoró de una sureña, la Graciela Martínez, y el «judío», como le decíamos y le decimos en confianza, partió para hacer realidad ese amor. Y viajamos para el casamiento y todo, una banda de amigos y amigas (no éramos aún amigues). No es inexacto de todos modos decir que José Niemetz es de General Alvear: muy cerca de Alvear trabajó administrando un campo, tuvieron cuatro hijos (Juan Fernando, Sacha, Rachid y Malena), y años después de dejar el trabajo en la finca, puso la librería «Había una vez», en el centro de la ciudad de General Alvear. Cosas que hacen los seres errantes, que llevan su mundo con ellos y crean nuevos mundos.
Sigo. La finca donde trabajó y formó su familia pertenece al departamento de San Rafael, en un distrito en el límite con Alvear que se llama Real del Padre. Entonces vivir en Real del Padre es ser alvearense y sanrafaelino a la vez. Su vida transcurrió entonces cruzando los límites difusos de dos lugares importantes del Sur de Mendoza: la casa familiar, y la librería y su departamento en la ciudad de Alvear. Ahora, ¿importa mucho esta cuestión de fronteras cuando lo que nos ocupa es esta preciosa noticia? Lo importante podría ser que un escritor sólido y talentoso, alejado de la gran metrópoli (Buenos Aires) y de una pequeña metrópoli (Mendoza), ganó ese premio.
Tampoco es exacto que esta que ganó el premio es su primera novela. Seguramente, pronto nos enteraremos de cuántas novelas inéditas tiene, que deben ser varias y ojalá pueda publicarlas. Lo que la crónica sobreentiende es que esta, la que ganó, sí será su primera novela publicada. Porque en la jerga del mercado editorial, publicar se asimila a escribir… aunque cualquiera sabe que nadie con un mínimo de autocrítica publica lo primero que escribe.
Igual, sigamos: algo hizo, las musas, el destino, el trabajo a conciencia, la pasión, que la labor literaria de José Niemetz salga del anonimato y comience a tomar luz, a ser visible para más de unos cuantos amigos y parientes y conocidos. Pero esto que ocurrió no hubiera ocurrido si el José no hubiera persistido. Los verdaderos escritores, pienso o quiero pensar, son los que escriben más allá del reconocimiento, los que escriben porque, como escribió Antonio Porchia, «digo lo que digo porque me ha vencido lo que digo». Los que escriben por necesidad, porque si no no pueden estar. Y son lectores anormales, compulsivos. Y son más ellos mismos cuando leen y cuando escriben.
Es obvio que entre los 400 aspirantes y pico del concurso y entre los diez finalistas hay muchos autores que también merecen ese premio mayor que el monetario que es salir de la invisibilidad. Lo bueno, lo inclusive maravilloso, es que nuestro querido José, ese que se fue lejos de su hogar de juventud en busca de sus sueños, pues parece que ha conseguido al fin comenzar a mostrar al gran público su potente vocación. Desde ayer, podemos pensar, el panorama para él, su literatura y su vida toma nuevas dimensiones. Como se dice, un flash. Muchos de los que lo queremos, anoche casi no dormimos. Imaginamos que él tampoco.
Antes de publicar este texto, se lo envío al José para no meter la pata con datos «históricos». Me dice que solamente agregaría algo sobre «nuestra amistad, el grupo de los 80». Pero mejor lo dejo acá, para no distraernos de este momento, su momento.
En síntesis: que estamos felices por estas tierras, comiendo perdices, celebrando el logro de este tremendo escritor. Qué más podemos pedir en estos tiempos difíciles. Gracias José por darnos esta alegría. Sabíamos que seguías escribiendo, pero esta vez te pasaste, viejo.
J. L., 31 de octubre de 2018.
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