Aceite de oliva, un "arma" contra el colesterol y la infertilidad masculina

Un equipo de investigación indaga sobre las causas de la hipercolesterolemia y sobre cómo puede revertirse esa patología a partir de los beneficios de este producto.

Aceite de oliva, un "arma" contra el colesterol y la infertilidad masculina

Ciencia

Unidiversidad

Unidiversidad / Milagros Martín Varela

Publicado el 04 DE AGOSTO DE 2016

Los niveles altos de colesterol pueden producir complicaciones en el aparato reproductor del hombre, pero se ha comprobado que la situación puede revertirse con un mayor consumo de aceite de oliva, o mejor dicho, con una dieta en la que se reemplacen las grasas por ese aceite.

El médico, doctor en medicina e investigador del Conicet Miguel Fornés dirige una investigación en este sentido. Él explicó que se han comprobado estos beneficios a través de pruebas con conejos sometidos a dos tratamientos: uno, a dietas grasas y otro, al consumo de aceite de oliva. Esto se denomina “medicina traslacional”, mediante la cual se intentan reproducir patologías humanas en modelos desarrollados en animales.

A los conejos se les mezcla el jugo bovino (la misma grasa con la que a veces se elaboran empanadas de carne) con el alimento balanceado para que el colesterol que los animales tienen en la sangre se eleve, ya que al ser vegetarianos no están acostumbrados al consumo de grasa. Así se dieron cuenta de que se producen trastornos en el semen y en los espermatozoides.

Los investigadores de la UNCUYO recurrieron entonces a estudios previos. En la década del 40, un análisis reveló que los europeos que vivían en el norte del continente tenían más posibilidades de sufrir un accidente cardiovascular que los que vivían en la zona mediterránea, debido a que estos últimos consumían más frutas, verduras y productos de mar, y la grasa se ingería casi exclusivamente en forma de aceite de oliva.

El equipo de investigación comenzó entonces a reemplazar el jugo bovino por el aceite de oliva en los conejos; al igual que el producto anterior lo mezclaron con el alimento balanceado. A partir de entonces mejoraron los parámetros que se habían deteriorado con la dieta grasa. Uno de los resultados fue, por ejemplo, que el número de espermatozoides producidos se incrementó y se normalizó.

Los cambios en el sistema reproductor de los conejos se deben, según Fornés, a alteraciones en mecanismos moleculares. En términos técnicos, hay una serie de proteínas que son como sensores del nivel de colesterol intracelular, que está muy relacionado con el que circula en sangre. Este último daña a todo el organismo, pero cada célula puede tomar o manejar la cantidad de colesterol gracias a esas proteínas y esto capacita al organismo para dejar de producir colesterol o comenzar a producir, si el nivel es bajo. Ese mecanismo de regulación se altera en las dietas grasas y se recupera con la presencia del aceite de oliva.

El aspecto de esta investigación en la que se avanza actualmente es el de descubrir por qué mecanismo esto influye en un espermatozoide y hace que no cumpla su función. En este sentido, hasta ahora los científicos han encontrado que en algunas etapas de la producción de espermatozoides en el túbulo seminífero (que se encuentra en los testículos) se alteran con el exceso de grasas y los altos niveles de colesterol, y se normalizan con el consumo de aceite de oliva.

 

Miguel Fornés, investigador del Conicet.

 

También pretenden descubrir qué fracciones del aceite de oliva son las realmente eficientes, ya que es un producto complejo y, por lo tanto, tiene muchos componentes. Entonces algunos de todos ellos o una combinación de los mismos, se estima, son los que producen mejores efectos. Lo que se recomienda es consumir aceite de oliva en reemplazo de algunos ingredientes (como la manteca y el aceite de girasol, entre otros).

En cuanto a la fertilidad masculina, debido a que las pruebas se han realizado en conejos y no se han hecho tratamientos demasiado largos, no se ha medido qué niveles de grasa y durante cuánto tiempo pueden llevar a una infertilidad, y esto podría variar en el hombre.

La investigación comenzó en 2010. Está codirigida por Estefanía Sáez e integrada por María Monclus y tres becarias doctorales: Laila Simón, Abigail Funes y Regina Colombo.

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