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23 DE DICIEMBRE DE 2024
En este artículo, Fernando Ruiz- Investigador Centro de Estudios Prospectivos (UNCUYO)- realiza una breve reflexión sobre los riesgos globales en el contexto de la post-pandemia y la manera de abordarlos.
Foto ilustrativa publicada en mheducation.es
En el año 1986 el sociólogo alemán Ulrich Beck publicaba el libro denominado “La Sociedad del Riesgo”. El 26 de abril de ese mismo año se produjo el accidente en la planta nuclear de Chernóbil en la actual Ucrania que causó el desastre nuclear más significativo de la historia de la historia de la humanidad. Una nube radioactiva se extendió por gran parte del continente europeo provocando pánico entre la población. Ese episodio hizo evidente la fragilidad del mundo moderno y, en particular, Europa experimentó los riesgos propios de la modernidad. Además, conmocionó al mundo entero y alteró radicalmente una región del mundo, precipitando de este modo la crisis de la antigua Unión Soviética. Como resultado de estas dinámicas globales, el riesgo se ha constituido en la manera de vivir el mundo en la Modernidad y sigue siendo la condición de la humanidad a principios del siglo XXI. Con la pandemia desatada por la COVID-19, se ha vuelto a hacer patente la necesidad de analizar el riesgo en la planificación de políticas públicas y en las capacidades anticipatorias de problemas a futuro. Este artículo pretende analizar y reflexionar acerca de la condición del riesgo en el mundo actual tras desatarse la pandemia de la COVID-19. Pretende explorar los riesgos y, de igual manera, plantear interrogantes acerca de qué se está haciendo al respecto.
En primer lugar, en línea con el planteo conceptual de Ulrich Beck cabe destacar que la sociedad del riesgo es la condición estructural inevitable de la industrialización avanzada. En una perspectiva macro histórica el riesgo se ha incrementado en la medida que las sociedades se han convertido en sistemas cada vez más complejos, desde los inicios de la revolución agrícola pasando por la revolución científica hasta llegar a la industrialización en sociedades más avanzadas desde el punto de vista científico-tecnológico. En la medida que la civilización industrial ha desarrollado sus capacidades científico-tecnológicas y ha ampliado el dominio de estas herramientas, esto ha permitido notables avances en múltiples ámbitos de nuestras sociedades, sin embargo, al mismo tiempo ha incrementado los riesgos. Estas incertidumbres fabricadas por el propio ser humano hacen que los contextos sean cada vez más volátiles, complejos, inciertos y ambiguos.
En segundo lugar, es necesario caracteriza el riesgo. Se pueden mencionar tres rasgos principales que presenta. El riesgo está deslocalizado, es decir, sus causas y consecuencias no están limitadas a un lugar o espacio geográfico en particular. En consecuencia, sin una cooperación eficaz a nivel global es imposible desarrollar medidas eficaces. Además, sus consecuencias son incalculables, es decir, se trata en el fondo de riesgos hipotéticos por el desconocimiento de sus potenciales impactos a futuro. Por último, una vez que se materializan esos riesgos en eventos catastróficos son incompensables, es decir, se vuelve demasiado tarde tomar medidas al respecto y solo queda la mitigación de impactos y la prevención para que no vuelvan a repetirse en el futuro.
Por último, el estado actual del mundo plantea una situación paradójica y hasta en cierto punto contradictoria. Por un lado, la globalización generó una mayor interdependencia y conectividad entre los países. La telaraña de redes globales se ha intensificado. Los flujos de información, personas, bienes y servicios a través de las fronteras nacionales se han incrementado con el desarrollo de la globalización. Sin embargo, lo curioso es que este espacio global carece de mecanismos efectivo de gobernanza. El multilateralismo de hoy presenta déficits a la hora de abordar riesgos y amenazas que trascienden las fronteras de los Estado-Nacionales y que tienen la particularidad de ser asuntos sistémicos. Los organismos multilaterales están cada vez más limitados a la hora de proporcionar bienes públicos globales. Como resultado, el principal dilema del siglo XXI será como abordar la complejidad de estos fenómenos transnacionales permaneciendo atados a la concepción tradicional de soberanía nacional y, en consecuencia, a la acción particular de cada Estado ante las amenazas. La dificultad de cooperación y coordinación entre los Estados frente a la expansión del virus hizo evidente esta fragilidad del multilateralismo.
En pocas palabras, los riesgos que se presentan a futuro se pueden agrupar en varias categorías según su naturaleza: ambientales, tecnológicos, geopolíticos, económicos y sociales. Según el Reporte Mundial sobre Riesgos 2020 elaborado por el Foro Económico Mundial se pueden mencionar múltiples amenazas desde más enfermedades infecciosas, el cambio climático, perdida de la biodiversidad, migraciones masivas, el desarrollo de la inteligencia artificial, la utilización de la ingeniería genética, ataques cibernéticos, el aumento de las desigualdades sociales, la polarización política, el control y acceso de los datos, etc. Ante estos riesgos cabe plantearse una serie de interrogantes a modo de reflexión final. ¿Qué tan bien preparados estamos para prevenir fenómenos de tal dimensión? ¿En qué nivel de los problemas estamos actuando? ¿Estamos actuando sobre la superficie de los problemas, las causas sistémicas o en las cosmovisiones y mitos más profundos que enmarcan nuestros modelos mentales? ¿Es posible sostener el mismo modelo de desarrollo capitalista sin poner en peligro la supervivencia de la vida en el planeta a largo plazo? ¿Es posible encarar problemas tan complejos desde aproximaciones reduccionistas y simplistas? ¿Se pueden abordar estos problemas desde el sistema de Estados-Nación sin ningún tipo de cooperación a nivel global? La modernidad nos ha hecho convertir en sonámbulos que caminan ante los espejismos del progreso material ilimitado. Ante esta falta de visión de largo plazo es nuestra obligación salir de ese camino y pensar en nuevos modelos de organización social donde la vida sea el valor fundamental presente en la toma de decisiones. El progreso material se puede convertir en un boomerang que nos coloque en una situación de peligro de la cual ninguno/a estará exento de sus consecuencias a futuro.
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