Con la presencia de Ezequiel Ander-Egg, el hombre que desarrolló una de las tareas pedagógicas más profundas que se recuerden en la década del 70, tuvo lugar un debate sobre la problemática de la educación ante los vertiginosos cambios del siglo XXI. Fue organizado por la Escuela Italiana de Mendoza.
Ezequiel Ander-Egg ante el desafío de los cambios vertiginosos en la educación. Diseño de Agustina Moral
Los que conocieron el tenor intelectual, psicológico y actitudinal de la tarea del profesor Ezequiel Ander-Egg, dan testimonio del golpe en la conciencia que generó en alumnos y jóvenes que asistían a sus clases. Dichas clases se recuerdan como una excusa para abrir la mente, siempre con el acicate de la crítica y la provocación. Allí, bien lejos de la ominosa “educación bancaria” –mero proceso de depositar los contenidos en el educando por el educador– se alumbraba no solo la inquietud de luchar por algo que trascendiera a la propia vida, sino también por el querer ascender un poco más en el escalón del compromiso político y social. Eso ocurrió toda la década del 70. Según Ander-Egg, fue a raíz de una transformación política y personal ocurrida en diciembre de 1964, luego de culminar el cuarto recorrido por distintos países de América Latina y radicarse en la ciudad de Mendoza. A lo que parecía una admirable carrera de ascenso internacional, de superespecialización en disciplinas bien retribuidas económicamente, se le interpuso la experiencia del hambre, la marginalidad social y la exclusión social de millones de hermanos y hermanas latinoamericanos. En adelante, viró el timón hacia una andanada pedagógica que supiese recoger en el plano interpersonal, toda la belleza y poesía de la mejor divulgación, tal como lo hacen algunos líderes indígenas en Latinoamérica que, muy a pesar de los que los critican por su sintaxis horrorosa, son un maravilloso ejemplo de animación socio-cultural.
De ahí surgió, por ejemplo, la idea de facultar a los alumnos a ponerle una calificación a la clase del profesor, tachada de subversiva en el oscuro período de 1975-1976. Hoy, a sus 85 años, Ander-Egg confirma que ese timón continúa en la misma dirección. Convocado a disertar sobre la problemática de la educación en la segunda mitad del siglo XXI, dialogó con un nutrido público de maestras y docentes que se dieron cita en la Escuela Italiana. Con todos ellos se desvivió para que lo tuviesen como un “adolescente reciclado”, entre afectuoso y rebelde con todo aquello que “estropea la mente” en esta era de paradigmas obsoletos.
O sea, digamos que su rebeldía prácticamente pasa por la Escuela en tanto organización no pensada para la incertidumbre, para saberes que cambian, así como tampoco para los modelos de relaciones que se transforman ante la irrupción de nuevas formas de conocer y de validar el conocimiento.
A lo largo de la charla de Ander-Egg, prácticamente se hizo oír un solo clamor: en pos de una urgente toma de conciencia sobre la rápida degradabilidad de los conocimientos. A su turno, Beatriz Gutiérrez, Coordinadora del programa de carreras cortas de la Universidad Nacional de Cuyo, expuso que el gran problema que encierra hoy la educación tiene que ver con que estos escenarios cambiantes encuentran a los educadores “no preparados”. La referente, formada en sus inicios por Ezequiel Ander-Egg, explicó el caso de las estrategias de la educación tecnológica: “Por supuesto que son estrategias maravillosas, justamente por la sofisticación de los recursos de última generación, pero los resultados no brotan por sí mismos, dependen de la manera en que se aborden los conocimientos, es decir, del modelo pedagógico-didáctico en el que se inscriban. Y justamente, los educadores somos los que estando en el medio, pegados al recurso, perdemos de vista lo esencial, el para qué buscamos el conocimiento, qué pretendemos hacer con él. Se trata nada menos que de encarar la tarea desde un planteo educativo para este momento de incertidumbre y complejidad creciente.
Para Beatriz, “en una época de virtualidad y educación a distancia, la presencialidad es hoy lo más importante. Porque un buen profesor con claridad, con convicción, que ponga toda la seducción de su experiencia, planteándonos un debate permanente sobre la vida y lo que debemos aprender, provoca en los alumnos unas experiencias de valor incalculable e imborrable. Aunque hay que decir, lamentablemente, que esos profesores que provocan tales situaciones son muy pocos y, si revisamos la historia académica de cada uno de nosotros, llegamos a la conclusión de que, efectivamente, son muy pocos los profesores que realmente nos movieron algo, que nos pusieron en ese replanteo o reflexión y de entrega desde el liderazgo de su brillante experiencia". Por su parte, el profesor universitario y dirigente político Alberto Montbrun resaltó el valor de un documental muy crítico sobre la Escuela denominado
La educación prohibida y, como quien continúa una posta, habló sobre su mentora, Antonia Neme, para quien una de las paradojas de este tiempo pasa porque nuestros padres antes nos podían decir: “Vos nunca has sido grande y yo he sido chico antes que vos”; pero ahora nuestros niños, por primera vez en la historia de la humanidad, nos pueden decir: “Vos nunca fuiste chico en el mundo que a mí me toca serlo, y nunca lo vas a ser”.
Para Montbrun, “eso genera un abismo comunicacional con nuestros niños y jóvenes, y somos nosotros quienes tenemos la obligación de revertir y de revisar, porque no podemos imponer nuestros valores a chicos que han nacido en la sociedad tecnotrónica del conocimiento, ellos no tienen la culpa de no haber nacido en las postimetrías de la sociedad industrial. ¿Cómo le vamos a ir a proponer un paradigma que ya es obsoleto, que descansa en una pretensión de racionalismo que se da de cara con los seres emocionales que somos?” Otro aspecto que Alberto Montbrun invitó a problematizar es por qué carecemos de paradigmas actualizados. Según su explicación, esto ocurre porque hay un desfase entre los líderes e instituciones y la realidad en la que tienen que operar. “No solo que no aparece todavía una masa crítica suficiente, sino que tenemos a los líderes perplejos, repitiendo lo mismo una y otra vez. Y lo que es peor: como dice el verso cantado por Joaquín Sabina, 'añorando lo que nunca jamás sucedió'”.
En relación con la siembra de inquietudes al modo Ander-Egg y Antonia Neme, Montbrun enfatizó con tono optimista que es ahí donde “se hace la masa crítica”. Dijo que para cuando esta aparezca, muchos tenemos que estar preparados, ya que la tarea que se viene es fascinante: “Nosotros, en resumidas cuentas, lo último que podemos ser es pesimistas respecto de la realidad maravillosa que tenemos hoy y de la posibilidad que hay de acceder al conocimiento por parte de cualquier persona que sepa manejarse en el escenario de la tecnología actual”.