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23 DE OCTUBRE DE 2024
Aportó una nueva visión de lo cristiano y entusiasmó a los jóvenes desde el pensamiento filosófico. Más tarde, con el auge de los movimientos revolucionarios -empujando la Teología de la Liberación a nivel mundial-, se reveló su condición de dirigente ecuménico de las primeras líneas. La dictadura militar lo convirtió en una de sus víctimas apenas empezado el año 1977.
Mauricio Lopez, sin traje apoyado en una pared mosaico.
Se
han hecho dos documentales sobre Mauricio López. Uno, “Techo pan y vino” fue
una iniciativa de un grupo de amigos integrantes de la comunidad de fe “de los
libres”, un grupo pequeño que fue siempre “la iglesia” de Mauricio. El otro, “La
última navidad de Mauricio López”, es un intento por reconstruir su historia
personal a partir de testimonios de personas que lo conocieron. Una cosa es
clara: todos los intentos por traer a la memoria a Mauricio López parten del
retrato escrito por Rolando Concatti en una parte de su libro Testimonio
cristiano y resistencia en las dictaduras argentinas. Se trata del resumen más
acabado sobre quién era quién en el ecumenismo, y qué es lo que se hacía en una
época en la que no estaba para nada extendido el concepto de “defensa de los derechos
humanos” aunque sí lo estaba la palabra “compromiso” .
Ese
ensayo que Concatti tituló Retrato de un hombre solidario es ya una
referencia obligada para toda persona interesada en esta memoria formada por
acontecimientos importantes, hechos singulares e hipótesis sugerentes en torno
a por qué Mauricio López fue secuestrado por la dictadura militar. En su
comienzo, dice así: “Mauricio no transitó de lo mediocre y lo común hacia lo
excepcional de un solo paso, o porque poseyera una naturaleza incomparable; fue
construyendo en un tiempo de silencios y de adversidades, en una ciudad oscura
de un país incierto, rodeado de prevenciones y de dogmas; fue construyendo digo
un camino distinto, escuchando en el aire los mensajes que estaban pero que
casi nadie atendía, haciendo la libertad cuando todo lo hostilizaba".
"De niño, siguiendo a su padre, cuyo trabajo lo llevaba a diversas provincias, conoció las penurias del continuo desarraigo. Quizás, por el contrario, la facilidad de la adaptación, la amistad con los diferentes y provisorios, que darían a su carácter esa simpatía con los distintos, con los otros. Esta disposición de asombro y de cordialidad, de seducción, también, que estaría en el corazón del hombre ecuménico de su edad adulta. Apenas adolescente, él y los suyos se radicaron en Mendoza, que sería para siempre su tierra y su nostalgia, la casa de su madre y el horizonte de sus descansos. Aunque había nacido en Bahía Blanca, se sintió siempre mendocino, porque aquí consolidó sus estudios y su personalidad, y porque aquí tendría los referentes vitales y afectivos, su enorme biblioteca, la familia, los amigos y los alumnos, algunos contradictores perpetuos también; y eso es la patria, el lugar que elegimos y el que nos rige, el sitio de los amores, de los sueños terrestres, y de algunas inexpugnables rabias. Muy brillante alumno en la Facultad de Filosofía de la reciente UNC, pronto sería profesor de Introducción a la Filosofía, deslumbrando a los adolescentes ávidos que lo escuchaban, y definiendo un “ala progresista” (con otros, como su eterno amigo Arturo Roig) en el clima de una universidad que cada día más “rengueaba a la derecha”. En ese clima de tensiones, se organizó en Mendoza el “Primer Congreso Nacional de Filosofía” en 1949, del que Mauricio fue uno de los secretarios, y de cuya importancia es muy difícil tener hoy en día la perspectiva exacta”.
Mauricio López ocupó un lugar estratégico, que el ensayista sitúa entre la cultura y la política. Se trató de ISAL, la comisión de Iglesia y Sociedad en América Latina, la misma que organizara el más grande encuentro sobre temas de la participación cristiana en la transformación del mundo. Fue en 1966, en paralelo a lo que había significado el Concilio Vaticano II. Ya para entonces, Mauricio había cumplido un papel decisivo en el movimiento juvenil cristiano y había estado como integrante del Consejo Mundial de Iglesias, que es la organización que surgió precisamente con la idea de fomentar la unión entre todas las iglesias, incluso con la ortodoxa, la rusa oriental y por supuesto, la católica.
Señala también Concatti que, en 1968, Mauricio López pudo no retornar más al país. Es decir, tenía la admiración de muchos, y con tanta facilidad podría haberse instalado a vivir en Ginebra con la comodidad de un gran puesto. Sin embargo, retornó a sus clases de la universidad, aún cuando había perdido el cargo, y tuvo que revalidar y empezar de abajo. Es allí que estudia detenidamente el proceso del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo (hay un libro editado por Oscar Bracelis titulado Los cristianos y el Cambio Social en la Argentina) y se involucra directamente en los cambios que a comienzos de 1973 se vuelven demasiado vertiginosos. Con todo el impulso de la Juventud Universitaria Peronista, es candidateado al cargo de primer Rector de la Universidad de San Luis y las elecciones no hacen más que ratificarlo en ese rol.
También resulta interesante remarcar cómo era el espíritu de la reforma que estaba en juego. El eterno filósofo Arturo Roig tiene un escrito donde detalla todo esto. Es en recuerdo de Mauricio López y se titula Aquellos años de esperanza y dolor. Allí echa luz sobre cómo era este diálogo con el marxismo, “que no era el marxismo vulgar, el marxismo dogmático del stalinismo soviético, sino ese marxismo que Raúl Fornet-Betancourt ha denominado marxismo nativo latinoamericano, el mismo que puede leerse en José Carlos Mariátegui o en los escritos del Che Guevara. Se trata de pensar en el que rige un tipo de libertad interpretativa ajena a todo escolasticismo y limitada únicamente por la realidad, nuestra realidad.”
Es de destacar que, tras el golpe de Pinochet en Chile, en Mendoza se arma una red sin precedentes de ayuda al refugiado. Más de 9.000 chilenos fueron asistidos con subsidios y diferentes recursos de los organismos y de la sociedad, y es allí que Mauricio López hace valer sus relaciones internacionales para que ese amparo resultase eficaz. Tal actitud la volvió a refrendar cuando, a raíz de la llamada “Misión Ivanissevich”, muchos alumnos y profesores fueron expulsados de la universidad en un clima de terror instaurado por la Triple A. Para cuando llegó el golpe de 1976, ya varios de ellos habían tenido que salir del país gracias a la ayuda de Mauricio traducida en pasaportes, direcciones, contactos y sobres con dólares.
Por supuesto, esa fuerte reacción represora y persecutoria también lo alcanzó a él. En marzo fue “retenido”, según cuenta el mismo Mauricio López en una carta escrita desde San Luis a su familia. En ella, relata que la orden es ejecutada por el coronel Fernández Gez y que consiste en una suerte de detención domiciliaria provisoria, hasta que el nuevo interventor de la Universidad se ponga en funciones. López regresa a su casa y reanuda sus actividades en Mendoza.
El primer día del mes de enero de 1977, Mauricio López fue secuestrado de su domicilio por un grupo de nueve personas con sus rostros cubiertos por medias de nylon y, tras darle tiempo para que se vistiera, maniataron a cuatro familiares, los encerraron, y antes de concluir el operativo se llevaron dos millones de pesos, dos grabadores, 32 cassettes, una máquina de escribir importada, dos cámaras fotográficas, relojes y otros elementos. Un sobrino del profesor lo vio entrar a un automóvil, maniatado y con los ojos vendados. No le dejaron llevarse sus anteojos. Pero, eso sí, en cuestión de días le permitieron escribir una carta para tranquilizar a su familia. Las condiciones en las que escribe esas líneas son todo un misterio. Lo único se sabe es que apareció en el buzón de la casa como si la misiva hubiese llegado vía Chile, y que hubo un gran revuelo internacional que pronto llegó al despacho del dictador Jorge Rafael Videla.
De acuerdo a testimonios aparecidos luego de la dictadura militar, Mauricio López fue visto con vida en el campo Las Lajas, seis meses después de su secuestro. Ese lugar es el gran misterio a develar, una pequeña dependencia de la Aeronáutica en el piedemonte que fuera denunciada como centro clandestino de detención en 2002. Hoy por hoy, se afianza la búsqueda de sus restos, así como también de otros desaparecidos, ante la presunción de que allí se montaron unas carpas para prisioneros y luego hubo sospechosos movimientos de tierra.
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