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04 DE NOVIEMBRE DE 2024
Nutricionistas hablan de falta de rigor científico en algunas dietas. Defienden alimentos como lácteos, huevos, carne e hidratos de carbono. Sí llaman a evitar procesados, azúcares agregadas y comidas chatarra. Ortorexia, la obsesión por "comer sano".
Foto: infoalimentos.org.ar
En una sociedad donde la “sobre información” sustentada en las nuevas tecnologías y las redes sociales, se entremezcla con conceptos poco sustentados en el plano científico, el tema de la nutrición no está exento y de hecho, es motivo de preocupación desde el punto de vista de la salud pública.
Ocurre que en un mundo marcado por los designios del consumo y las modas pasajeras, la idea de comer de manera saludable ha sido confundida en determinados círculos con una extraña obsesión por limitarse a ingerir sólo aquello que “se cree”, es lo único adecuado para ser consumido, dejando de lado nutrientes básicos, inclusive, para la vida y el desarrollo.
Términos como “ortorexia” –trastorno alimentario tan riesgoso y nocivo como la bulimia y la anorexia- o “dieta paleolítica” –basada en la restricción en el consumo de todo aquello que presente una intervención humana para su preparación- se sumaron al actual universo nutricional de la postmodernidad y generan alarma.
Argentina no es ajena al fenómeno y de hecho, el Consejo Argentino sobre Seguridad de Alimentos y Nutrición retoma conceptos de la Sociedad Argentina de Nutrición para dar cuenta de la necesidad de “volver a comer de todo” y no demonizar alimentos básicos, como la leche, el pan, el huevo y las carnes. Lo cierto es que todo, en su justo equilibrio y sin dejar de lado la importancia de las legumbres, frutas y verduras, (entre otros nutrientes fundamentales) es clave tanto para el crecimiento armónico como para la prevención de enfermedades, entre otros beneficios.
Exceso que genera desinformación
En los consultorios médicos dedicados al área de la nutrición, los profesionales han detectado altos niveles de confusión y desinformación por parte de sus pacientes respecto de lo que es conveniente o no llevar a la mesa diaria.
Belén Arce, nutricionista del Damsu (obra social del personal de la UNCuyo), explica que es frecuente que los pacientes muestren un exceso de preocupación por su salud nutricional. “A pesar de que existe mucha información, al mismo tiempo hay cierta confusión en las personas respecto de lo que es conveniente o no comer. A veces la misma persona empieza a restringir la leche o las harinas sin saber exactamente qué efectos tendrá en su salud o cómo reemplazarlos para no presentar deficiencias”, describe la profesional.
Detalla, por ejemplo, que el calcio y los nutrientes que se encuentran en la leche vacuna no son los mismos que se pueden ingerir de preparados o extractos de arroz o soja. “Con las harinas pasa lo mismo. En la mayoría de los casos no está claro qué es lo que la gente entiende por harinas pero así y todo empiezan a auto restringirse”, alerta Arce.
Lejos de los regímenes limitados sólo a un grupo de alimentos y más cerca de las necesidades alimentarias básicas de la mesa argentina, la Guía Alimentaria Argentina propone las proporciones elementales de nutrientes que no pueden faltar en la mesa. Frutas, verduras, legumbres, cereales, papa, pan, pastas, leche, yogur, queso, carne, huevos, aceites, frutos secos, semillas e inclusive dulces y grasas (en muy pequeña proporción), forman parte de los alimentos básicos incluidos en el plato nutricional argentino establecido en 2017 por el Ministerio de Salud de la Nación.
Fuente: Ministerio de Salud de la Nación.
Volver a las raíces
Delia Escobar, secretaria general del Capítulo Argentino de la Sociedad Latinoamericana de Nutrición, destaca a Unidiversidad la importancia de volver a hablar de las comidas regionales y revalorizar su importancia en la dieta local. Detalla la especialista que de la mano de la globalización y las nuevas tendencias a “intentar asemejarnos a lo europeo”, las dietas “enlatadas” del exterior han ganado terreno a los platos tradicionales y ricos en nutrientes fundamentales.
Entonces: ¿Por qué negarse a un guiso de lentejas, que además de aportar vitaminas, minerales, aceites e hidratos e forma equilibrada provee de la saciedad necesaria para no tentarse luego con cualquier empaquetado que se cruce en el camino? El puchero, la carbonada, el arroz con carne y verduras como así también el estofado, (preparados con cantidades adecuadas de aceites y grasas), tampoco deberían estar al margen de la mesa familiar, destaca la médica.
En ese sentido, Escobar llama la atención en un punto: “Falta una adecuada educación alimentaria en la población”, insiste al referirse a la tendencia a buscar preparaciones procesadas, bebidas azucaradas y cócteles de sodio y grasas derivados de las casas de comida rápida y los deliveries.
Desde el punto de vista de Estefanía Suárez, licenciada en nutrición que forma parte del equipo de profesionales de Damsu, una clave a la hora de plantearse qué tipo de alimentos son adecuados es preguntarse ¿qué sería comer saludable?.
No hay que olvidar, destaca, que es fundamental tener en cuenta tres nutrientes básicos: hidratos de carbono, alimentos integrales y grasas presentes en aceites y pescados. Las carnes de todo tipo, agrega Suárez, como así también los lácteos y los huevos no pueden faltar en la ingesta de todos los días. “Lo mismo ocurre con las frutas y los vegetales ricos en vitaminas y minerales esenciales”, aclara la profesional.
“Chau” a los procesados
Que en el mundo la ingesta desproporcionada de azúcares, harinas, grasas saturadas, sodio y productos ultra procesados ha generado una alerta por el incremento de las denominadas Enfermedades Crónicas no Transmisibles –diabetes, hipertesión, cardiopatías y diferentes tipos de cánceres- no es una novedad. De hecho, las advertencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS) vienen planteándose desde hace décadas a los diferentes Estados para promover políticas tendientes a fomentar la alimentación saludable, equilibrada y rica en nutrientes esenciales.
Lo cierto es que los desequilibrios al momento de alimentarse, no sólo por exceso de comida “chatarra” o industrializada, sino por la carencia de vitaminas, minerales, calcio, proteínas y omega 3, son los desencadenantes de al menos once millones de muertes en el mundo cada año.
Hace poco, la revista The Lancet publicó un informe donde inclusive explica que la mencionada cifra representa una quinta parte de los fallecimientos anuales en el planeta, pero además –advierte- supera a la cantidad de defunciones atribuidas al tabaco.
Latinoamérica y Argentina en particular no son ajenas a esta problemática y de hecho, en la región la obesidad y el sobrepeso siguen ocupando el centro de la escena, sobre todo cuando los índices de niños y niñas con exceso de peso (y a la vez mal alimentados) siguen en escalada.
Azúcar, necesaria pero medida
El último Estudio Latinoamericano de Nutrición (ELANS 2017) incluyó una entrevista a 9218 personas de entre 15 y 65 años de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Costa Rica, Ecuador, Perú y Venezuela. Uno de los parámetros para sacar una “radiografía” de los componentes ingeridos en exceso por la población fue justamente, el azúcar total y agregada.
Entre las conclusiones se determinó que, más allá de las diferencias mínimas entre los países, las mujeres con un nivel socio económico alto y los más jóvenes fueron los que presentaron los porcentajes más altos de consumo diario de azúcar total y agregada. Los carbohidratos asociados a estos componentes también llamaron la atención de los especialistas dedicados al estudio.
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