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15 DE NOVIEMBRE DE 2024
Bajo la óptica de una especialista en Medicina del Sueño, que recomienda descansos cortos, saltearse esta pausa aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Foto ilustrativa: Getty Images
Nadie está exento de que le pase: llega esa hora después del almuerzo y nos da sueño. Si tenemos cosas para hacer durante el día, tratamos de resistirnos y de luchar contra las ganas de acostarnos. Si lo logramos, nos sentimos bien con nosotros mismos, pero los expertos en Medicina del Sueño dicen otra cosa. Estos profesionales sostienen que la siesta no es cultural, sino que está determinada por nuestro propio cuerpo. ¿Por qué?
Salud y rendimiento son las claves para entender la necesidad de un descanso para “cortar el día”. Una siesta corta ayuda también a reducir los riesgos de enfermedades cardiovasculares. Sobre estas cuestiones ahondó la neuróloga Celia Daraio, vicepresidenta de Neuromed, institución ubicada en Godoy Cruz.
Daraio se especializa en Medicina del Sueño y sostiene que dormir la siesta debe perder el “estigma negativo” que tiene. “Dormir nunca es perder el tiempo. Equivale a tiempo productivo y de calidad. Particularmente, la hora de la siesta es fundamental para que el resto del día sea productivo, y además para la salud”, explicó la profesional a Unidiversidad.
Por qué tenemos sueño a esa hora
La neuróloga esquematizó los factores que nos producen ganas de ir a dormir. En primer lugar, hizo énfasis en la cuestión de la luz solar: los seres humanos estamos adaptados a vivir en la Tierra, y a la hora en la que el sol se oculta y sobreviene la noche, nuestros cuerpos empiezan a secretar melatonina, una hormona que promueve el sueño. De día, la hormona se bloquea. Este proceso se denomina ritmo circadiano.
Que nos dé sueño a la hora en la que más pega el sol parece contradecir el ritmo circadiano, pero sucede que influyen otras cosas. Una de ellas es que se acumula la “deuda de sueño”, debido a que la mayoría de las personas se despiertan entre las 7 y las 8 de la mañana.
Pero también existe una hormona llamada cortisol, cuyo ritmo hace que baje la cantidad que secretamos a esa hora del día. “El cortisol es la sustancia que nos prepara para la acción —definió Daraio—. Es la hormona del estrés. Mientras más alto está, más activos y reactivos estamos”.
Cuando más podemos notar esto es cuando tenemos un problema o cuando estamos nerviosos, y al llegar la noche no podemos conciliar el sueño: en esos momentos, nuestro cortisol está alto; estamos estresados. En circunstancias normales, “la curva de cortisol tiene un pico a la mañana cuando nos despertamos y otro pico alrededor de las siete de la tarde. A la noche baja, y tiene que bajar”, detalló la neuróloga.
Por otro lado, la profesional aclaró que la creencia que dice que el almuerzo es lo que nos da sueño es solamente un mito, porque los factores previamente mencionados se dan incluso sin haber ingerido comida a esa hora.
Dormir bien, fundamental para fijar los conocimientos
"La gente que duerme mal estudia mal y aprende mal", sostiene el neurólogo Andrés Barboza. Un sueño de calidad no es lo único que un estudiante necesita para mejorar su desempeño, pero es un ingrediente indispensable. Es también uno que suele resignar en pos de estudiar un rato más para llegar a ese examen inminente.
Qué nos pasa cuando no dormimos siesta
Un estudio de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard realizado en Grecia estudió los efectos cardiovasculares de dejar de dormir siesta. A fines de la década de 1990, este equipo estudió a 23 mil adultos griegos, hombres y mujeres, de entre 20 y 80 años. Se les hizo un seguimiento durante seis años, período en el cual algunos dejaron de dormir la siesta.
El resultado fue que el riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular aumentó el 37 % para aquellos que dejaron de dormir siesta. En los trabajadores, el incremento fue del 60 %. Ninguno de los pacientes mostraba antecedentes de enfermedades de este tipo anteriormente. “Es una necesidad biológica”, corrobora Daraio.
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La siesta debe ser corta
La especialista aclaró: “Los trabajos biológicos demuestran que, para las personas que hacen el sueño largo de noche, la siesta tiene que ser corta, no más de 40 minutos. Esta siesta corta está relacionada con mejor salud, menos enfermedad y más sobrevida”.
Pero ¿qué pasa cuando el descanso es más largo? Cuando la siesta se empieza a alargar, las estadísticas hablan de que aumentan la mortalidad y la tendencia a enfermarse. “Los trabajos no son muy claros —manifestó Daraio—, pero opino que lo más probable es que las personas que necesitan dormir mucha siesta no estén muy saludables, y que por eso tengan algún trastorno del sueño”.
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