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05 DE DICIEMBRE DE 2024
Mientras que en el año 2000 hubo más de 10 000 casamientos en Mendoza, hacia 2016 el total apenas superó los 5000. Cambios en el aspecto vincular y nuevas formas de concebir la pareja, entre las principales causas.
Foto: muyinteresante.es
Al ritmo de los cambios vinculares y legales surgidos en los últimos años, cada vez menos personas en Mendoza han elegido como opción el matrimonio como modo de “sellar” su compromiso con la pareja. Los datos demuestran que, mientras que en el año 2000 se concretaron en la provincia 10 706 casamientos, hacia 2016 –últimas estadísticas cotejadas– la cantidad bajó a 5541.
Así, las estadísticas publicadas por la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas (DEIE), con base en los informes presentados por la Dirección de Registro Civil y Capacidad de las Personas y el Departamento de Bioestadísticas, muestran a las claras que la tendencia a formalizar las uniones frente al Estado, ha ido en descenso.
Hace 18 años, por ejemplo, hubo casi el doble de matrimonios que hace dos años. La curva estadística presenta una baja paulatina, en la que los números se incrementan, bajan, vuelven a subir por períodos y luego decrecen. Así, por ejemplo, es posible visualizar que en 2001 (plena crisis argentina) se concretaron al menos 3000 casamientos menos que el año anterior.
Luego, entre los años 2002 y 2004, los totales anuales se mantuvieron por encima de los 6500. A partir de ese año y hasta 2008, se superaron las 7000 uniones formales por año. Luego, de 2009 a 2013, los matrimonios en el Registro Civil volvieron a ser más de 6000, marcando cada vez menos decimales hasta que en 2014 bajaron a 5728, con 200 menos al año siguiente y casi la misma cantidad (5542) en 2016.
“Amor real” vs. “amor romántico”
Nuevas formas de vincularse y concebir la pareja, bajo una impronta más focalizada en el bienestar personal y la libertad, han influido, desde el punto de vista de los especialistas, en el hecho de que cada vez menos parejas elijan casarse. La posibilidad de establecer una unión convivencial en el Registro Civil, luego de la reforma del Código Civil y Comercial Argentino, sumó otras opciones a la hora de "asentar" la pareja desde el punto de vista institucional, siempre que ambas partes así lo requieran.
La socióloga e investigadora focalizada a indagar en las temáticas ligadas a la cuestión de género, Flavia Espinosa, analizó que de la mano de la disminución de los matrimonios hubo un crecimiento en la capacidad de empoderamiento de las mujeres a la hora de decidir sus proyecciones, deseos y necesidades respecto de sus parejas.
“Hay una mayor conciencia a la hora de plantear su autonomía respecto de una década atrás. Además, hay un cambio de modelo familiar, mucho más diverso”, explicó Espinosa, y agregó que, aparejado a ello, ha habido un derribo de los mitos de “amor romántico” y un avance en los conceptos de amor real, alejado de los mandatos.
“Por otro lado, hay que decir que se ha dado a través del tiempo una mayor conciencia de los procesos vinculares”, destacó la socióloga.
Para el psicólogo y creador de la página web “Decidir Vivir Mejor”, Santiago Gómez, las nuevas generaciones han marcado un cambio de rumbo en las formas de relacionarse. Ejemplifica que hoy las parejas prefieren mantener su autonomía, no establecer un lazo simbólico y legal de antemano, sino construir sus vínculos de pareja en la medida en que se cumplan sus expectativas respecto de la otra persona.
“Hoy, si en el devenir de la convivencia algo anda mal o surgen otras oportunidades de relacionarse, la pareja se disuelve y listo. Al no casarse, esa salida parece ser más simple que si se ha firmado un acuerdo entre las dos personas”, opinó el profesional.
Antes, explica, existía sobre el tema una actitud más conservadora, centrada en los mandatos sociales que también se desplegaban sobre otros terrenos, como el laboral. “El matrimonio y el trabajo tenían que durar toda la vida; ahora no es así. Las nuevas generaciones no tienen miedo al cambio y se prioriza más lo individual”, destacó Gómez, y aclaró que el hecho casarse implica “entregar parte de esa individualidad”.
Julieta Romero (32) es una de las tantas mendocinas que han preferido construir su pareja y sus expectativas de familia sin necesidad de formalizar su unión por la vía institucional. “En realidad, estamos convencidos de que la pareja es una construcción que se logra día a día; no hemos visto al matrimonio como algo excluyente para proyectar nuestra familia. Además, hay muchos otros aspectos fundamentales y prioridades que van más allá de casarse o no”, consideró Julieta, que está en pareja con Eduardo (31) desde hace trece años.
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