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20 DE DICIEMBRE DE 2024
Un grupo de antropólogos y arquéologos de la FFyL trabaja en conjunto con los médicos forenses del Ministerio Público Fiscal. Son los sabuesos detrás de los restos que deja la muerte.
El arquéologo Sebastián Giannotti, durante una excavación en Lavalle.
Sabuesos de los indicios que deja la muerte cuando ya lo único que queda de quien alguna vez fue una persona son sus restos. Tienen una mirada aguda, entrenada, un ojo clínico tan preciso y con tanta experiencia que les permite saber, con sólo uno de sus sentidos y simple vista, que eso que tienen frente a ellos es un hueso humano. Detectives de lo que ya no tiene vida, escudriñan y escarban cada detalle hasta el final para escurrir toda la información posible.
El equipo de antropología y arqueología forense que trabaja en conjunto con los médicos del Ministerio Público Fiscal (MPF), resuelve enigmas con los rastros que deja lo que estaba casi desaparecido, enterrado, oculto entre el polvo y el pasado. Trabajan en equipo con la medicina forense, la ciencia que había sido hasta ahora hegemónica a la hora de estudiar lo que tiene para decir la muerte y logran ver allí en donde nada queda vivo lo que todavía queda para contar.
El 17 de abril del año pasado la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) y el Ministerio Público Fiscal de la provincia firmaron un convenio de colaboración por el que la Facultad aportó investigadores, capital humano, el conocimiento necesario, para iniciar una base de datos de restos óseos de las morgues de la provincia y colaborar como peritos y analistas en los casos que sean necesarios. Mendoza se convirtió en una provincia pionera en sumar a la antropología y a la arqueología a los equipos forenses para el trabajo en conjunto con la médica.
“La anatomía humana es muy distintiva, el tema del conocimiento anatómico es fundamental para saber si es humano o de otro animal. Por eso nosotros somos capaces de identificarlo a simple vista, a ojo desnudo. Se dificulta cuando están incompletos, muy meteorizados, o cuando quieren hacer desaparecer la evidencia y ahí la ventaja que tenemos es que siempre trabajamos con registros fragmentarios entonces tenemos el ojo entrenado para analizar ese material”, explica Daniela Alit Mansegosa que es doctora en Ciencias Naturales, investigadora de Conicet y docente de la FFyL de la UNCuyo, y la antropóloga responsable del trabajo en conjunto con el MPF.
Hacen hablar a los huesos. Les dicen si pertenecieron a un hombre o a una mujer, la edad al momento de la muerte, si esa persona tenía algún tipo de enfermedad o fractura. “Podemos saber el estado de salud de esa persona, también quedan rastros en los dientes, el tema de la estatura se puede ver o también como antes se denominaban podemos ver las razas o biotipos”, cuenta la antropóloga.
Estos inspectores de lo marchito hacen estudios no sólo del resto en sí mismo, sino también en el campo, en donde fueron levantadas las muestras. Barren el polvo con la delicadeza de los movimientos de una bailarina clásica. Trabajan tanto en la búsqueda de personas que estén desaparecidas como en la exhumación de restos, en etapas de descomposición más avanzados o restos quemados también.
“El médico ve más que nada lo que es tejido blando, en cambio cuando eso ha desaparecido, por diversas circunstancias, tanto por descomposición natural o que esté quemado, lo que nos da más información con los huesos, intervenimos donde lo blando ya no nos puede dar más datos o no se han conservado esas estructuras, entonces lo que nos da información son los huesos”, cuenta la investigadora.
Johana Chacón, el caso emblemático
Fueron una de las piezas claves para la resolución del caso Johana Chacón. Este grupo de especialistas encontró en la finca donde había desaparecido la niña de 13 años restos óseos quemados y determinaron que pertenecían a una persona de entre 11 y 18 años.
“Desde un punto de vista antropológico, con otras técnicas, con estudios de anatomía comparada y morfométricos que hicimos, pudimos determinar que se trataba de restos humanos”, recuerda Daniela. Si bien, según explica, se puede identificar genéticamente a una persona por sus huesos y acceder a su ADN, en el caso de Johana no se pudo hacer ese ADN porque eran fragmentos muy pequeños que estaban carbonizados. "Era todo mineral, no tenía nada orgánico", recuerda.
“También colaboramos con el caso en el que apareció un auto quemado con un cuerpo en el interior. Trabajamos haciendo las determinaciones porque en un principio se pensaba que era una mujer y luego nos pidieron que intervengamos para hacer un estudio antropológico de los restos y ahí determinamos que era hombre y al poquito tiempo ya se identificó”, recuerda.
Banco de datos óseos y la osteoteca
Parte del trabajo que realiza el equipo de antropología forense en la provincia es el de generar una base de datos con los restos óseos que están en las morgues de la provincia, de causas que están archivadas o por archivarse. De cada resto determinan el sexo, la edad, la causa de la muerte y realizan así una ficha osteológica o biográfica para que esa información pueda usarse luego en los cotejos de búsquedas de personas que estén desaparecidas.
“La incorporación de la antropología forense dentro de lo que son los institutos legales en Argentina es muy escasa, sabemos que en Córdoba hay una antropóloga trabajando que es perito oficial y es empleada del Poder Judicial de Córdoba, pero es el único caso. En Mendoza seríamos pioneros en esto y en trabajar tan coordinadamente, en estar en contacto con los médicos, eso es algo nuevo”, explica la antropóloga.
Agrega que la experiencia ha sido muy buena y que tanto médicos como antropólogos han ampliado mucho la mirada. “Me sorprende porque esa complementación ha sido algo súper nuevo para nosotros y ha dado muy buenos resultados. Ha sido muy bueno poder complementar tan bien estos dos campos”, admite.
El primer contacto entre ambas disciplinas fue en 2017 cuando aparecieron unas noticias sobre el hallazgo en Agrelo restos óseos en donde, como sabían los especialistas, hay muchos sitios arqueológicos de poblaciones indígenas del pasado. “Sospechábamos que podía ser arqueológico y no forense, de esa forma nos pusimos en contacto con los médicos del cuerpo médico y ahí surgió todo, por nuestro interés y el contacto con los ellos. No había especialistas en esta área, son causas complejas porque por ahí la información no es tanta como la de un cuerpo fresco, entonces tienen que incorporarse otras técnicas y ver la escena del crimen, nosotros también trabajamos en el lugar del hecho que nos da la mitad de la información y el resto nos lo da el esqueleto”, comenta.
En el análisis de los restos que hay en la Justicia mendocina tienen en cuenta los perfiles de edad en relación a los desaparecidos durante la dictadura. “Cuando encontramos un perfil de un resto óseo que se pueda ajustar a los de los desaparecidos, nos ponemos en contacto con el Equipo Argentino de Antropología Forense, porque trabajamos siempre en comunicación, en forma coordinada y con los mismos estándares metodológicos y técnicos. Estamos trabajando en un caso que está en proceso que podría ser de un desaparecido de la dictadura”, cuenta.
Además de ese banco de datos, los antropólgoos están desarrollando en la FFyL una osteoteca propia con esqueletos de personas del cementerio de la Capital “Es una colección documentada, que nos sirve de referencia comparativa de poblaciones regionales”, explica Daniela. También obtuvieron un subsidio de la Secretaría de Investigación, Internacionales y Posgrado con el que comprarán instrumental para poder precisar aún más su trabajo que, en el MPF, es ad honorem.
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